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10 enero
2017
escrito por jurjo

Mostrar la indigación

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Jurjo Torres Santomé

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Reseña del libro:

Zygmunt Bauman: «Sobre la educación en un mundo líquido. Conversaciones con Ricardo Mazzeo«. Barcelona. Paidós, 2013

En Cuadernos de Pedagogía, Nº 438, octubre de 2013

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La globalización y la glocalización en el mundo actual, aprender a convivir con los otros, las minorías como problemas político, el enorme crecimiento de la información, el consumismo y los diferentes tipos de consumidores, las crecientes y nuevas desigualdades, la desvalorización de muchos trabajos, la cultura de casino, la revolución permanente y cultural, las nuevas formas de protesta de quienes se etiquetan de indignados, etc. son temáticas que presentan nuevas claves con las que valorar el significado de lo que es o debe ser una persona educada y, por tanto, la función de los sistemas educativos en el momento presente.

Es ahora cuando empezamos a caer en la cuenta del sentido de un mundo capitalista que está viviendo de los grandes logros de las revoluciones tecnológicas y científicas que posibilitan poner en el mercado, día tras día, más productos para consumir, al tiempo que una inmoral cultura financiera fuerza al consumo, ofreciendo todo tipo de tarjetas de crédito a un consumidor ávido, que está siendo drogado con las estrategias de una nueva ciencia como el marketing, que va reconstruyendo constantemente sus artificiales necesidades.

Pero de pronto amanece, y esa realidad de una sociedad de consumidores muestra su cara más cruel, con una creciente mayoría de personas que se sienten “descalificadas” pues no disponen de recursos para comprar, por lo que pasan a integrar los grupos de desahuciados, desposeídos de sus casas, trabajos, salarios, derechos sociales y políticos, de sus producciones culturales, y se convierten en seres sobrantes o prescindibles.

No obstante, estos mismos colectivos, a su vez, están aprendiendo la importancia de no resignarse y de demostrar su indignación. Colectivos sociales que también comienzan a caer en la cuenta de que los sistemas educativos no les han capacitado para ser auténticos ciudadanos; para prevenir y saber hacer frente a este modelo de sociedad tan injusto, en el que una inmensa y creciente mayoría de las personas tiene que aprender a vivir de la caridad y de los basureros.

Es en el análisis de los movimientos de indignados y de quienes acampan en las plazas donde creo que la mirada de Bauman es más discutible. Los presenta como “revolución sin revolucionarios”, sin alternativas más allá de “descreditar el statu quo, dejar expuesta su impotencia y de esta manera impulsar su colapso” (p. 134). Pero, ¿acaso no es en esas protestas donde personas de todas las edades, pero especialmente una juventud mejor formada está construyendo alternativas contra los desahucios, contra las estafas de las preferentes, contra los recortes en sanidad, en servicios sociales, en educación? ¿Desde donde se está haciendo la denuncia de la falsa democracia, y de sus reglas manipuladas al servicio de los grandes grupos financieros y de las burocracias de los partidos políticos hegemónicos, etc., etc.? El 15M, por ejemplo, facilitó que personas que antes no se veían como seres interdependientes, ahora perciban con claridad que la cultura del individualismo dominante los convierte en seres indefensos y muy vulnerables. Volvemos a ver cómo se recupera la auténtica política preocupada por el modo de vivir juntos de manera solidaria, justa y democrática. Una ciudadanía que desea dejar de ser masa, para reconstruirse como ciudadanía activa.

Una cultura de casino, por un lado, y un sistema educativo que ofrece informaciones, la mayoría de dudosa actualidad y necesidad, al tiempo que las presenta de modo completamente fragmentado e inconexo explican la experiencia práctica de la gran mayoría del alumnado. Una educación que no los ayuda a comprender cómo es el mundo, por qué y qué otras alternativas pueden y deberían existir.

Sobre la base del diagnóstico de los problemas de nuestra sociedad y en especial de la juventud es como deberemos hacer las reformas educativas que vayan en la línea de empoderar a las nuevas generaciones, para ayudarlas a ver que todavía es posible otro mundo, más justo y verdaderamente humano. Un sistema educativo como un elemento más y muy decisivo de una genuina “revolución cultural”, pues “por muy limitado que parezca el poder del sistema educativo actual –que se halla él mismo sujeto, cada vez más, al juego del consumismo– tiene aún suficiente poder de transformación para que se pueda contar entre los factores prometedores para esta revolución” (p. 39).

Un libro muy oportuno, incómodo para quienes están en estos momentos tratando de sacar adelante la LOMCE, pues en él se encuentran, también, más argumentos contra la reorientación consumista, neoliberal y ultracatólica de nuestras instituciones escolares, así como para luchar contra la pretensión de demoler la educación pública. Es una ciudadanía bien informada y educada la que podrá impedir que se haga realidad la máxima de que “bastan unos pocos minutos y un par de firmas para destruir lo que se construyó con el trabajo de miles de cerebros, el doble de manos y montones de años” (p. 50). El futuro está abierto y es nuestra obligación decir cómo queremos que sea y por qué.

Jurjo Torres Santomé

 

 

 

Zygmunt Bauman

(19 de Noviembre, 1925 – 9 de Enero, 2017)

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