Centros escolares y familias en las sociedades multiculturales
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Jurjo Torres Santomé
Andalucía Educativa. Nº. 60 (2007), págs. 24 – 27
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Las importantes luchas sociales del siglo XX en favor de una mayor democratización y justicia social en nuestras sociedades dieron lugar a grandes transformaciones en todas las instituciones públicas y, por tanto, también en los centros escolares.
A lo largo de todo ese periodo histórico, el reconocimiento de la importancia de la familia corre parejo con la revalorización que se va a hacer de la infancia; algo de lo que son buena prueba las nuevas especializaciones del conocimiento y de las figuras profesionales que trabajan en esas áreas de conocimiento: puericultura, pediatría, economía doméstica, psicología infantil, pedagogía, educación infantil, derecho de menores, animación sociocultural, etc.
Podemos subrayar cuatro grandes problemáticas que durante estas últimas décadas vinieron a realzar la importancia de la familia en la educación.
1). La prevención de la mortandad infantil y de las políticas de salud. La confluencia de fenómenos como los avances en el conocimiento, la creación de numerosas universidades y centros de investigación, el incremento de la riqueza de los países, la políticas y actuaciones en favor de los derechos de la infancia, la generalización en la mayoría de los países europeos del Estado del Bienestar, juntamente con el aumento de los niveles educativos de la ciudadanía, van a propiciar la aparición de un clima de mayor responsabilidad y exigencia en las políticas de salud. Existe un amplio consenso en que es necesaria la colaboración de todas las personas para construir ambientes y hábitos saludables. Lógicamente, en esta tarea la familia tiene también sus propias responsabilidades; pues es en el ámbito familiar donde las nuevas generaciones aprenden hábitos de salud, tales como formas de evitar el contagio de determinadas enfermedades, maneras de prevenir enfermedades, formas de alimentarse adecuadamente, normas de higiene, etc. El incremento de una amplia variedad de programas de divulgación científica han servido para que madres y padres puedan aprender a proporcionar estímulos físicos e socioafectivos a sus hijas e hijos, a prevenir enfermedades, a preocuparse de seguir planes de vacunación, etc. La consecuencia de esta mejora es visible y ahí está la drástica reducción de la mortandad infantil en nuestro contexto.
2). La lucha contra el fracaso escolar y la preocupación por la estimulación precoz. La preocupación por el desarrollo intelectual, físico y afectivo de niños y niñas está haciendo que cada vez más padres y madres se preocupen de crear ambientes estimulantes, y de hacerlo cuanto antes. Una buena prueba de ello son los numerosos programas surgidos en las últimas décadas destinados a la estimulación precoz. La aparición de numerosas escuelas de padres y madres, que muchos centros escolares crean para ayudar a las familias, es una buena prueba de este foco de atención. Incluso algunas Administraciones comienzan a darse cuenta de la necesidad de programas destinados a preparar a las familias para prevenir futuros fracasos escolares y/o trastornos en el desarrollo cognitivo y socioafectivo, algo que es más urgente en los ambientes socioculturales más desfavorecidos, como son las barriadas de los cinturones de las grandes ciudades, el medio rural, los núcleos de población en los que habitan familias de minorías étnicas sin poder, inmigrantes pobres, etc.
Los programas de educación compensatoria, ya desde sus primeras formulaciones, acostumbran a subrayar la importancia de implicar a las familias del alumnado. Su colaboración se considera relevante para crear condiciones que favorezcan la adquisición del lenguaje y que permitan mejorar la expresión lingüística; que contribuyan en sus domicilios a estimular la inteligencia infantil con juegos y juguetes adecuados, implementando ejercicios para ayudar y perfeccionar el desarrollo motórico, el razonamiento lógico matemático, etc. Estas tareas que antes se consideraban obligaciones exclusivas de las escuelas infantiles o centros de educación preescolar, son vistas ahora como algo a compartir con las familias.
3). La importancia de la familia en los programas de socialización y de rehabilitación de los niños y niñas con discapacidades. La familia desempeña un importante papel en la identificación precoz, así como en el tratamiento de los problemas típicos de cualquier niño o niña con alguna discapacidad. La lucha para construir sociedades más humanizadas está dando como resultado que instituciones que en otros tiempos tenían la exclusiva en el tratamiento o, mejor dicho, la simple custodia, de los niños y niñas discapacitados, tales como hospitales psiquiátricos, internados de educación especial, orfanatos, … se consideren, en la actualidad, como lugares inapropiados para estas personas. Ya hemos aprendido que una más pertinente información es siempre eficaz en el combate con las falsas creencias, expectativas, mitos y tabúes que acerca de las personas con discapacidades se fueron construyendo en épocas pasadas. Es sobre la base de una buena divulgación científica y de la implicación de equipos interdisciplinares de especialistas, juntamente con la colaboración activa de las familias como se favorece una mejor socialización y desarrollo de estos niños y niñas. Los éxitos de intervenciones en esta línea han servido para generar un gran optimismo, pues en el fondo lo que hemos descubierto es que no sabemos cuáles son los límites del desarrollo de las personas con discapacidades.
4). La necesidad de una coordinación de las instituciones y programas destinados a favorecer el desarrollo cognitivo, afectivo y motórico de los niños y niñas. Si por educación consideramos todos aquellos procedimientos intencionados a través de los cuales tratamos de ayudar a las personas a ser más autónomas, sobre la base de facilitarles el contacto con el legado cultural de la comunidad y procurando estimular la construcción de unos procedimientos, destrezas y valores que aseguren su compromiso con el desarrollo de la comunidad, entonces tendremos que concordar en que es preciso que los niños y niñas vivan en ambientes en los que exista una coordinación de esfuerzos para lograr esos fines educativos. Obviamente, la familia y las instituciones escolares no pueden ir cada una por su lado; por el contrario, tendrán que coordinarse para ayudar mejor a que ese proceso educativo sea lo más rico posible.
Generalmente, el desvelo y atención de las familias por el sistema escolar corre parejo con los niveles educativos alcanzados por los adultos de esas familias y por su posición social y cultural. Aunque no de una manera perfectamente reproduccionista, cada familia actuará y, en gran medida, también se autolimitará en función de su adscripción a una clase o grupo social concreto.
Este rol de la familia en la educación aparece con mucha frecuencia en las investigaciones acerca del fracaso y el éxito escolar en los sistemas educativos. Así, Christian BAUDELOT y Roger ESTABLET (2000), en una de sus investigaciones sobre lo que aconteció en Francia en el periodo 1968-1998, o sea los treinta años siguientes a la famosa revolución del 68, constatan que el éxito escolar está muy relacionado con la implicación de las familias en la educación. El alumnado mejor se distingue del que tiene más problemas en que en sus domicilios la madre o el padre se encargan de ayudar a organizar el tiempo libre; se aseguran de que sus hijas e hijos dediquen algunas horas a estudiar, a las tareas escolares. “Más de tres horas semanales dedicadas en el hogar a las actividades escolares y paraescolares separan al alumnado que tiene éxito escolar de aquél que tiene dificultades” (pág. 104).
En esta supervisión de los deberes escolares existen diferencias entre las familias; las que tienen un mayor nivel cultural y profesional llevan a cabo un control más cotidiano y metódico del rendimiento de sus hijas e hijos, no dudando en contratar a docentes para que acudan al domicilio a reforzar aquellos aprendizajes en los que aquéllos manifiestan más dificultades. Acostumbra a existir una correlación positiva entre el éxito escolar y el interés demostrado realmente por las familias.
Las madres, en mayor número que los padres, de los estudiantes y las estudiantes que tienen éxito de los medios sociales populares se muestran especialmente movilizadas, atentas a sus motivaciones y aptitudes escolares, ansiosas por ayudarles a desarrollar proyectos realistas y coherentes. Cuando existe una preocupación por parte de las familias obreras con menos recursos por el rendimiento académico de sus hijas e hijos también aumentan las expectativas acerca del nivel escolar y la titulación que deben llegar a alcanzar.
La familia y su implicación en las instituciones escolares
La familia le confía la educación (no se desentiende) a las instituciones escolares al igual que la salud a los médicos, el orden público a la policía o la defensa de derechos a la judicatura. La familia nuclear y la escuela quedaron como únicas agencias educadores “intencionales”, ya no lo hace la Iglesia, ni la comunidad vecinal o la familia extensa, por lo que urge coordinar esfuerzos. Tampoco, el barrio es el lugar dominante de socialización de la infancia y juventud. El colegio pasó a ocupar el lugar principal, donde niños y niñas, dada la importancia de la Educación Infantil, acuden antes y salen más tarde, como mínimo con 16 años.
No obstante, la relación de las familias con los centros ha sufrido importantes cambios. Hemos pasado de una familia que valora y confía en la escuela a una situación más plural en esta percepción. En general, madres y padres ya no admiten una relación de subordinación ante el profesorado. Subieron los niveles culturales de las familias, y ambos cónyuges ya pasaron antes por esta institución. Muchas familias tienen mayor nivel cultural que el profesorado y, por tanto, no van a aceptar sin más conductas poco democráticas del profesorado para con sus hijas e hijos, o tareas escolares irrelevantes o irracionales.
Ahí está el importante crecimiento de las experiencias de “Home Schools” o crecer sin escuelas (Jurjo TORRES, 2007, págs. 115-129). Familias que ya no confían en la escuela y que se consideran capaces de ofrecer una educación de mayor calidad que las propias instituciones especializadas.
También en este mismo momento histórico, hay algunos colectivos que se vieron forzados a asumir la existencia y obligatoriedad de las instituciones escolares. Hay grupos sociales muy desfavorecidos que no comprenden la finalidad de la escuela, pero se sienten forzados a enviar allí a sus hijos e hijas. Para lograr este objetivo, los poderes públicos no dudan en recurrir a variadas formas de presión: policías que vigilan el absentismo, ONGs, asistentes sociales, educadores sociales, ayudas económicas mínimas que se retiran si la hijas e hijos no acuden al colegio… Antes era el absentismo escolar la válvula de escape que situaba al alumnado socialmente más conflictivo al margen de la escuela, ahora el derecho a la educación cobra primacía.
El centro escolar es para una gran parte de la población el primer lugar en el que se entran en contacto con la diversidad de clases sociales, etnias, géneros, sexualidades, capacidades, culturas, religiones, … que caracteriza a las actuales sociedades. En ningún lugar como en la escuela las personas se van a ver obligadas a convivir con estas realidades. En las familias se les puede hablar de ellas, pero muy difícilmente encontrarse con ellas.
Aprender a vivir en comunidad y de manera democrática y solidaria son los encargos de mayor importancia que las sociedades modernas encomiendan a los sistemas educativos, de ahí la importancia de la colaboración de las familias y el profesorado. No obstante, este proceso participativo tradicionalmente estaba construido sobre un modelo de familia inadecuado y falso: la familia de clase media, de raza caucásica y del propio país. De ahí muchos de los fracasos a la hora de implicar a madres y padres, pues no se sentían representadas.
Pese que tanto la Constitución Española, como las diferentes Leyes Orgánicas referidas a la educación garantizan que las familias tienen que participar en el funcionamiento y gobierno de los centros escolares, la realidad aun muestra importantes déficits. También en este caso, podemos constatar que no siempre existe correspondencia entre el reconocimiento de un derecho y su ejercicio o implementación efectiva.
Modelos de relación entre instituciones escolares y familias:
1. Burocrática. Las familias matriculan a sus hijos y son convocadas de modo esporádico a reuniones para ofrecerles exclusivamente información burocrática: anuncios de plazos, importe de cuotas, horarios, materiales que deben adquirir, etc.
2. Tutelar o de apoyo. Las familias son vistas por los colegios e institutos como importantes en la educación de su alumnado y les dedican programas para implicarlas en los procesos educativos: conferencias informativas, programas de escuelas de madres y padres. Los progenitores acuden a las reuniones escolares, a las conferencias que se les organizan y, fundamentalmente, ayudan a sus hijas e hijos en los deberes que traen para realizar en casa. Madres y/o padres se convierten en “voluntarios activos”, pero de las tareas y propuestas que decide exclusivamente el profesorado. Éste es el que marca los límites de la participación. Las familias son agentes pasivos en la toma de decisiones.
Este modelo es una de las consecuencias de la cultura del “profesionalismo” que en los años ochenta comenzó a gozar de gran aceptación entre el profesorado, como inadecuada estrategia para aumentar su poder y prestigio social.
Se demanda el apoyo familiar pero para vigilar y mejorar el rendimiento escolar de sus hijas e hijos. Este tipo de rol de las familias cobra más auge en los países en lo que ya están vigentes las políticas de evaluación de centros basadas en indicadores o estándares de rendimiento.
Estamos ante un modelo de implicación pasiva de las familias, pues éstas realmente no participan en la negociación del proyecto educativo, en la toma de decisiones acerca de los fines educativos y sociales de la institución escolar, en las propuestas curriculares, etc.
En este tipo de rol late un modelo de participación regido por el implícito siguiente: familia estereotipada de clase media, urbana y del propio país. Una clase media que ya asumió la agenda de participación de los modelos educativos tradicionales en los que fue socializada, o sea, su obligación de acudir y participar sólo cuando su hijo o hija van mal en los estudios. Implícitamente se asume que profesorado y familias comparten los mismos valores, intereses culturales, fines, recursos económicos y culturales, ven lógicas las mismas tareas escolares, modelos de relación, etc. Estamos ante modelos de familias y centros de enseñanza que comparten el mismo “capital cultural” (juegan de la misma forma en la “bolsa de valores” de la educación, según la metáfora de Pierre Bourdieu) y, por consiguiente, aun sin pretenderlo de modo intencionado, atacan a los demás grupos sociales silenciando y/o distorsionando y ridiculizando sus realidades y contenidos culturales.
3. Consumista. Estamos ante una estrategia en la que imperan las dimensiones consumistas y utilitaristas, consecuencia de los modelos neoliberales por los que se rigen las sociedades de mercado en las que vivimos. El consumo en nuestra sociedad es una acción individual, marcada incluso por una filosofía de competitividad. Quien tiene más poder e importancia social consume más y productos más exquisitos.
Las políticas educativas de “libertad de elección de centros” marcan y orientan este tipo de interrelación familias – centros escolares.
Sin embargo, elegir no conlleva tener voz, automáticamente. La familia participa en la elección de centros para sus hijas e hijos, y luego se implica en ellos, dependiendo de tres dimensiones:
a) Información a la que acceden referida a lo que significa educar y a lo que es la buena o mala educación.
b) Capacidades de las madres y/o padres para analizar y evaluar dicha información.
c) Recursos económicos disponibles por la familia para dedicar a la educación.
Estas tres dimensiones van a condicionar de un modo determinantes las elecciones que las familias pueden realizar a la hora de optar por un determinado centro escolar para sus hijas e hijos.
Las “familias consumistas” procuran ayudar a sus hijas e hijos en las tareas escolares, entre otras cosas para que lo sean expulsados de los centros privados o concertados a los que acuden.
En este modelo neoliberal (Jurjo TORRES, 2007), los estudiantes se convierten en objeto de selección por parte de las instituciones escolares privadas y concertadas; no son sólo las familias quienes eligen. Los centros tratarán de seleccionar a las chicas y chicos más inteligentes para que en las evaluaciones externas de los indicadores de rendimiento o en las pruebas de selectividad tales instituciones puedan quedar ubicadas en las primeras posiciones de los rankings de centros y, de este modo, hacerse acreedores de fama y prestigio.
Aquí se da una relación pragmática de los centros con las familias. Éstos recurren a las familias para complementar sus propuestas educativas, fundamentalmente para solicitarles cooperación económica o movilizarlos socialmente para conseguir mejores medios y recursos para la institución escolar, pero no para implicarlos en la vida cotidiana de la institución, ni para facilitar la democratización de tales colegios.
4. Relación cívica o ciudadana. Este es un modelo plenamente participativo. Las familias son llamadas a compartir decisiones y responsabilidades juntamente con el profesorado, actuando de manera cooperativa en la propuesta del modelo educativo y en la solución de los problemas.
Ejercer como ciudadanas y ciudadanos conlleva participar. La ciudadanía va de la mano de los derechos civiles y políticos para participar. No hay ciudadanía sin participación. En este modelo, la preocupación cívica son los bienes públicos, su promoción, gestión y mejora. Por consiguiente, aquí padres, madres y profesorado comparten responsabilidades y proyectos.
Una verdadera relación e implicación cívica en las instituciones escolares conlleva la participación activa y democrática en cuestiones tales como debates sobre política educativa, los proyectos curriculares más adecuados y pertinentes a las condiciones reales de la institución y el contexto sociocultural en el que está ubicado el centro, los modelos de gestión, formas de evaluación del centro, recursos didácticos más adecuados, etc.
En este sentido, es preciso reconocer que las políticas de profesionalismo en las que se embarcó el profesorado a partir de la década de los ochenta, de cara a ganar en prestigio social y poder, frenaron estas dinámicas de participación cívica al poner el énfasis en la “autoridad del conocimiento” que poseía este colectivo y que dificultaban la puesta en cuestión y el debate acerca de lo qué hacer y por qué en las instituciones docentes.
El profesionalismo promueve relaciones clientelares y de índole privado, no pública. Cada paciente y profesional se relaciona como cliente/paciente con el profesional, sea de la medicina o, como en el caso que nos ocupa, o de la enseñanza, para que éste diagnostique y ordene el tratamiento.
En este modelo cobra una especial importancia la Dirección de los centros, de manera especial en la creación de las condiciones que hagan posible una mayor implicación en el proyecto educativo de los centros.
Entre los argumentos que se pueden aducir para optar por este modelo de participación cívica, hay dos que me parecen decisivos:
1º. La institución escolar promueve un modelo de persona educada. En un marco social, cultural, política y económico marcado por el pluralismo; en un contexto donde las diferencias acostumbran a traducirse en desigualdades, donde coexisten valores, prioridades, estilos de vida muy diversos, el diálogo y la negociación con las familias y otras organizaciones sociales de la comunidad se convierte en algo obligado.
En una sociedad democrática las relaciones no pueden ser clientelares o de consumidores dependientes y pasivos a las que las instituciones a las que pretenden acceder les tratan de manipular para obtener mayores beneficios económicos y simbólicos. La fuerza de las personas y, por tanto, de las asociaciones comunitarias está en los derechos cívicos y políticos de participación que han conquistado a lo largo de la historia y que ahora deben ejercitar y disfrutar.
2º. La educación es un servicio público, pero muy especial, pues tiene efectos fundamentales y decisivos en la vida y elecciones de las niñas, niños y adolescentes.
La familia al participar refuerza la legitimidad de este servicio público, pues es una de las formas más pertinentes de mediar entre los intereses públicos y privados.
Madres, padres, vecinos y vecinas en ese proceso de participación en las instituciones escolares refuerzan y mejoran su condiciones de ciudadanos y ciudadanas. Aprenden a ejercer sus derechos y se perfeccionan como seres humanos y, al mismo tiempo, aprenden a ser mejores ciudadanas y ciudadanos.
Son numerosas las investigaciones sobre este modelo de colaboración que vienen subrayando que el alumnado va mejor en sus estudios cuando sus familias y sus docentes comparten expectativas, y se mantienen en contacto debatiendo y consensuando propuestas de acción, hábitos de trabajo que deben promoverse, actitudes frente al centro escolar, así como actividades y tareas escolares que deben potenciarse.
Especial atención deben merecer las familias más desfavorecidas socialmente y minorías lingüísticas, religiosas y étnicas sin poder, a las que los centros deben animar y convencer para que se impliquen en este proceso de colaboración.
Tampoco conviene olvidar que la participación de las familias conlleva el derecho a discrepar, consecuencia de su libertad e independencia. Vivir en democracia obliga a compartir tareas y responsabilidades en los centros, así como a ofrecer toda la información y ayuda que se precise.
Propuesta de Decálogo para Instituciones Escolares del siglo XXI
Una espacio educativo capaz de hacer frente a las nuevas demandas de las sociedades multiculturales y respetuosas con la diversidad, debe presentar los siguientes rasgos:
1. Estudiantes, docentes, familias y todos aquellos colectivos sociales comprometidos con la educación, son siempre bien acogidos y aceptados. Cada persona es aceptada en su individualidad y con su específica personalidad y cultura. Existe plena consciencia de que todas las personas que conviven y trabajan en ese ambiente simultáneamente enseñan y aprenden.
2. Una comunidad de aprendizaje donde siempre reinan altas expectativas de éxito acerca de las posibilidades de cada estudiante; lo que se traduce, entre otras cosas, en un clima de respeto, de solidaridad y de preocupación y compromiso con el otro.
3. Sus diferentes espacios (aulas, laboratorios, pasillos, salas, comedores, patios y campos de deportes) son agradables, poseen una buena iluminación, una decoración respetuosa con la diversidad, disponen de recursos didácticos suficientes, variados y de calidad. Son espacios que invitan a permanecer y a trabajar.
4. Los distintos ambientes del centro son interesantes y relevantes e estimulan a cada una de las personas que allí interaccionan a tomar iniciativas y a comprometerse en procesos de enseñanza y aprendizaje. Las metodologías didácticas que allí rigen son activas, basadas en la investigación.
5. Aquí los errores están permitidos y son motor del aprendizaje, pues se utilizan como feedback para, al menor indicio, reconstruir los pasos dados y revisar donde están las verdaderas dificultades y obstáculos con los que se encuentra cada estudiante.
6. La libertad, la curiosidad, las emociones y la diversión se aceptan y se consideran características idiosincrásicas de la vida en esta casa de los aprendizajes; al tiempo que se procuran aprovechar estas peculiaridades como estrategias que permiten estimular, aprender y evaluar aprendizajes.
7. La democracia es el modelo que rige la vida de esta comunidad de aprendizajes. Es este espacio el alumnado y sus familias tienen voz y, por tanto, deciden y asumen compromisos. Reina la tolerancia, pero nunca la indiferencia.
8. Se fomenta el pensamiento crítico y el ponerse en el lugar del otro en todos los contenidos curriculares con los que se trabaja. Se presta atención a que todas las culturas tradicionalmente silenciadas (mujeres, etnias sin poder, clases trabajadoras, culturas infantiles y juveniles, opciones sexuales diferentes a la heterosexualidad, concepciones ateas y religiosas distintas al cristianismo, ecologismo, …) estén presentes en todos los recursos didácticos de todas las disciplinas y/o núcleos de enseñanza y aprendizaje. En estas instituciones educativas se tratan obligatoriamente los temas social, política y científicamente conflictivos.
9. Aquí, la evaluación es democrática y se concibe como un elemento más de la cadena de los aprendizajes; como uno de los momentos privilegiados para la reflexión y toma de decisiones que posibilita reconducir cuanto antes los procesos de enseñanza y aprendizaje.
10. Un lugar generador de sueños y no de sueño.
Bibliografía
BAUDELOT, Christian y ESTABLET, Roger (2000). Avoir Trente Ans, en 1968 et en 1998. Paris. Seuil.
TORRES SANTOMÉ, Jurjo (2006). La desmotivación del profesorado. Madrid. Morata.
TORRES SANTOMÉ, Jurjo (2007). Educación en tiempos de Neoliberalismo. Madrid. Morata, 2ª edición.
Jurjo Torres Santomé, 2007.
– Centros escolares y familias en las sociedades multiculturales (pdf)
Andalucía Educativa. Abril 2007
La educación en momentos de perplejidad
Jurjo Torres Santomé
Universidade da Coruña, España
Serendipia. Revista Electrónica del Programa de Cooperación Interfacultades –UCV (Universidad Central de Venezuela). Vol. 1, nº 1, (2012) págs. 113 – 124
En el momento presente una de las grandes obsesiones de los grupos conservadores y de los neoliberales es tratar de despolitizar tales conceptos con gran poder de movilización social, implicándose en una ingente tarea de resignificación, de vaciado de significado de tales conceptos, hasta reducirlos a meros eslóganes y muletillas con las que cualquier persona puede rellenar sus frases, pues en realidad no significan ni obligan a nada. En esta tarea se ven apoyados por la enorme red de medios de comunicación de la que son propietarios.
Esta estrategia es lo que le permite a estos grupos de la derecha disimular sus verdaderas intenciones, tratando de hacernos creer que se están modernizando, convirtiéndose en una “derecha más europea”, con lo que parece que esa modalidad de ideología y las políticas prácticas que proponen son menos reaccionarias. Cuando escuchamos expresiones como “derecha democrática”, “derecha modernizadora”, “modernización conservadora”, “pensamiento europeísta”,… puede parecer, a quien no se detenga a contextualizar esas palabras, que lo que los discursos de esas ideologías derechistas están haciendo es marcar su acercamiento a “posiciones centristas”; fenómeno que incluso podría hacernos pensar en que, si siguen “modernizándose” y “europeizándose”, podrían estar moviéndose tanto que incluso correrían el “riesgo” de llegar a convertirse en verdadera izquierda. En esta política de pseudo-movilidad, es preciso ser consciente de que también en algunos sectores de la izquierda se producen estos mismos corrimientos y, cosa llamativa, también con calificativos semejantes: “izquierda europea”, “posiciones europeistas”, … De este modo, “Europa” es presentada a los destinatarios del discurso como un ente monolítico, en el que toda su ciudadanía comparte los mismos análisis e ideologías. Pero tampoco debemos olvidar que esta idea de ocultar o de disfrazar la ideología es algo que ya personalidades del fascismo español han inventado ya en plena dictadura del Generalísimo Franco. Gonzalo Fernández de la Mora, un insigne falangista franquista, es autor de un libro que, en plena Dictadura, ya insistía en esta idea de la unicidad de las ideologías: “El crepúsculo de las ideologías” (Madrid. Rialp, 1965). Eso mismo es lo que pretenden que entendamos quienes, más recientemente, desde hace un par de décadas nos vienen diciendo que ya hemos llegado al fin de la historia, que murieron las ideologías o que se fundieron en una única; o sea, que vivimos en la época del pensamiento único y, por tanto, todos debemos pensar y actuar de la misma manera.
No obstante, ahora en esta maniobra de lavado de cara, añadir un calificativo de “europeidad” semeja incorporar el significado de “progresista”, de “modernidad”, … Ello quizás es debido a que todavía en la actualidad, en países como España y Portugal, en el inconsciente colectivo se tiende a equiparar derecha con fascismo, con dictadura, de ahí la obsesión por “suavizar” el sustantivo “Derecha”.
En nuestro ámbito continental, con esta estrategia de subrayar la “europeidad” deberíamos decir que lo que en el fondo se está defendiendo es un duro “eurocentrismo”; o sea, la ideología que desde finales del siglo XVIII sirvió para abanderar los grandes procesos de colonización del resto del planeta.
Es precisamente esta progresiva despolitización del pensamiento y que inmediatamente se traduce en los modos de funcionar de las instituciones públicas y privadas, lo que está detrás del incremento de las presiones mercantilistas sobre los sistemas educativos. Este tipo de reorientación se produce, la mayoría de las veces, de la mano de discursos catastrofistas acerca de lo que acontece en las instituciones escolares. Es la exageración de los datos y situaciones conflictivas que tienen lugar en las aulas lo que más contribuye a despertar a las personalidades autoritarias construidas como resultado de las políticas educativas, sociales, culturales y militares con las que la dictadura se perpetuó durante cuarenta años. Personalidades dormidas o, en muchos casos, un tanto amodorradas en estas tres últimas décadas de democracia, pero que ahora son despertadas violentamente por una derecha con muy fácil acceso a los medios de comunicación tratando de convencerles, con toda clase de manipulaciones, de que apoyen gobiernos y políticas de “mano dura”. Son los colectivos sociales con menos nivel cultural y más dificultades de acceso a la cultura quienes, en consecuencia, son más fácilmente seducibles por los sectores de la derecha política más populista y demagógica.
Es el avance de las ideologías conservadoras lo que explica el grado de aceptación de las políticas de fuerte recentralización y de control autoritario de las sistemas educativos (Jurjo TORRES SANTOMÉ, 2007). Políticas que se apoyan en una manipulación de palabras “biensonantes” como “eficacia”, “excelencia”, “calidad”, “competencia” … cual eslóganes bajo los que disfrazar medidas de recorte de la democracia. Las evaluaciones externas de los centros escolares, la imposición de un currículum cada vez más estandarizado de la mano de las grandes editoriales de libros de texto (algunas de ellas verdaderas empresas multinacionales a las que los gobiernos temen, por el entramado de negocios diversos con los que controlan las principales redes informativas de la sociedad: periódicos, cadenas de televisión, revistas, portales de internet, etc.), las intensivas políticas de privatización que sólo dedican a la red pública pequeñas inversiones, la fuerte presión que ejerce el mundo empresarial para poner a su servicio el sistema escolar, promoviendo sólo aquel conocimiento e investigación del que pueden sacar beneficio económico, etc.
Un análisis más detallado de las medidas que en las últimas décadas se vienen promoviendo desde las principales instituciones mundialistas encargadas de controlar a los gobiernos (como por ejemplo, la OCDE, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el G8, la Organización Mundial del Comercio, etc.) permitiría constatar con facilidad cómo los sistemas educativos parecen tener como principal e, incluso, único objetivo: preparar al alumnado para competir por puestos de trabajo en el actual mercado capitalista. Objetivo que se plasmaría en una reorientación de los contenidos y tareas escolares marcada por el recorte de los contenidos de las humanidades y artes, y por el contrario, por el reforzamiento de aquellos conocimientos y destrezas que capacitan mejor para encontrar un puesto de trabajo. Un sistema educativo destinado a producir “capital humano”, pero no seres humanos preocupados por los asuntos públicos: la justicia y la equidad en nuestras sociedades, las formas de discriminación y marginación, los modelos y estructuras de participación democrática, las repercusiones de determinados modelos de globalización, el calentamiento global, las guerras de petróleo, la opresión de determinadas etnias, el neocolonialismo cultural, político y económico, el hambre y las enfermedades en determinadas zonas del planeta, etc.
Una vez que las ideologías se disfrazan como idénticas, es más fácil disimular la destrucción de lo público, promoviendo con total claridad concepciones donde se apueste exclusivamente por las empresas privadas, de las que sólo unos pocos privilegiados van a sacar provecho. Los poderes coercitivos del Estado neoliberal son usados para facilitar las condiciones de operar de los capitales multinacionales, para allanar los obstáculos a la implementación de políticas neoliberales, y satisfacer las demandas ideológicas de los grupos conservadores. En consecuencia, se produce una subyugación de las finalidades de la educación pública a los intereses materiales, culturales e ideológicos de las grandes multinacionales y grupos sociales conservadores.
Es la desaparición o, mejor dicho, la ocultación de la política lo que dificulta enormemente la mirada hacia los objetivos que deberían regir las políticas educativas. Algo que explica la pobreza de los análisis del fracaso de las redes escolares públicas. Así, normalmente no se toman en consideración las condiciones en las que estas instituciones trabajan, la precariedad de sus recursos materiales y de profesionales, las características de la población que acogen, el contexto socioeconómico en el que viven las familias que allí envían a sus hijas e hijos. Esta falta de análisis es lo que explica el reduccionismo de las medidas de choque que las Administraciones acostumbran a proponer; la mayor parte de las veces centradas exclusivamente en prácticas disciplinarias, apoyadas con discursos culpabilizadores en exclusiva de ese alumnado, de sus familias y, por tanto, disculpatorias de quienes tienen verdadera responsabilidad política en esas situaciones de fracaso escolar y social.
Como uno de los frutos del avance de las políticas económicas neoliberales y de las ideologías conservadoras, la economía aparece como la ciencia directiva de lo que puede o no puede hacerse; algo que además se beneficia del relegamiento a planos muy secundarios de los discursos filosóficos, éticos y sociológicos y, asimismo, por el reforzamiento desde las instituciones escolares de políticas de fragmentación del conocimiento y de la investigación, de la organización en departamentos y áreas vigilantes de que ninguna interfiera o se cruce en las líneas de conocimiento de las que se consideran amos y jueces exclusivos. Es esta la política educativa que podemos fácilmente visualizar en la organización de los planes de estudio en asignaturas, como disciplinas independientes y, por tanto, con una notable ausencia de discursos y debates mucho más interdisciplinares. De este modo, también la asignaturización del conocimiento va a contribuir a facilitar una más difícil visibilidad de los intereses y funciones ideológicas y políticas que cumple el conocimiento con el que se entra en contacto (Jurjo TORRES SANTOMÉ, 2011).
Dificultar el conocimiento de la realidad en las instituciones escolares da lugar también a un fenómeno perverso como es el de la “infantilización de la juventud”; tarea que se lleva a cabo de la mano de programas y materiales curriculares como los libros de texto que los desaniman a interesarse por la comprensión de cómo funciona la sociedad, a reflexionar de qué modo sus actividades y conductas facilitan y reproducen las estructuras de poder opresivas de las que tanto acostumbran a quejarse. Con un currículum con contenidos y metodologías tan tradicionales y conservadoras el alumnado muy difícilmente alcanza a ver las posibilidades que tiene para apostar por otro conocimiento, de ejercer sus poderes cívicos y contribuir a actuar de modos más eficaces para construir otro mundo más democrático, justo y solidario. En este ambiente de confusión interesada, la educación acaba reduciéndose a entrenamiento, “training”, a domesticación en el sentido que denunciaba Paulo Freire. En el grado en que la educación cae en semejante reduccionismo, en ese mismo grado la democratización de nuestras sociedades se erosiona y termina por convertirse únicamente en una palabra vacía de contenido, en un estribillo o cantinela que no obliga a nada.
Estamos viendo cómo los ideales de la modernidad, del marxismo, del feminismo, de las ideas que guiaron las luchas de liberación y descolonización se relegan a un olvido interesado, lo que facilita el resurgir de fundamentalismos y “mesianismos”, por definición, intolerantes.
En las últimas décadas, el avance de las políticas mercantilistas en educación viene marcando el debate y las políticas educativas oficiales. Este tipo de medidas muy rara vez inciden en aquellas dimensiones que permitirían conformar un sistema educativo más democrático, al servicio, especialmente, de aquellos colectivos sociales más desfavorecidos y que, por consiguiente, precisan de mayor ayuda. La educación aparece como la clave para encontrar un puesto de trabajo y hacerse rico, prestando muy poca atención, o ninguna, a las dimensiones éticas, políticas y sociales que tiñen la vida cotidiana en las instituciones escolares. No debemos ignorar que pocos conceptos acaparan menos valoración que los derivados de las dimensiones políticas. Con reiterada insistencia la Derecha trata de convencer a la ciudadanía de que educación y política son dos rasgos que no tienen relación y, por tanto, que no deben plantearse juntos. Obviamente, en este ambiente oscurantista, el actual mercado capitalista y monopolista no se llega a poner nunca en cuestión; llegando a considerarse como fruto de ilusiones psiquiátricas o de ceguera intelectual a cualquier otra propuesta que se quiera presentar como alternativa a este capitalismo predatorio e inhumano.
Un buen ejemplo del avance de las lógicas mercantiles en educación son las políticas de libertad de elección de centros escolares. Al igual que se elige la tienda en la que compramos, el cine que deseamos ver, los conciertos a los que acudir, los bares y restaurantes, asimismo las políticas educativas vienen avalando y promoviendo que cada familia elija la educación que desea para sus hijos e hijas. Son los intereses de las clases medias y altas los que exigen esta clase de posibilidades presuponiendo que si eligen bien lo que hacen es garantizarse ventajas sociales y económicas para su prole. La libertad de elección les permite evitar que sus hijos e hijas tengan que compartir las aulas y demás instalaciones de los centros escolares con los “peligrosos y violentos” niños de las clases populares, de la etnia gitana y de otras minorías estigmatizadas en los medios de comunicación de masas como asociales, amorales y delincuentes.
En un mundo donde reina una meritocracia cuyas reglas definen las clases medias altas y la clase alta, el origen social todavía desempeña un papel fundamental en las posibilidades de acceder o no a una educación de calidad. Algo que, además, se viene acentuando en las últimas décadas en las que las clases medias viven cada vez más preocupadas por mantener su estatus social, debido a las crisis, a las grandes inestabilidades del momento presente y a las nuevas reglas dictatoriales de los mercados económicos.
En España, en la década de los setenta y, especialmente, después de la transición democrática en la que se produce un fuerte crecimiento de las clases medias, dada la expansión de los mercados económicos, junto con el predominio de ideologías progresistas que apostaban por una sociedad verdaderamente democrática; en un momento en el que los discursos sobre equidad y justicia se convirtieron en dominantes, la educación pública se contemplaba como la vía para avanzar en la construcción de sociedades más justas y democráticas. A partir de los años noventa, las crisis y recesión de los mercados, junto con las guerras del petróleo, volvieron a poner delante de los ojos la amenaza del desempleo y de la movilidad descendente.
Las clases medias habían acaparado un alto porcentaje de plazas en las universidades; sus descendientes tenían éxito y conseguían títulos universitarios que, contrariamente a lo soñado, no abrían tantas posibilidades de trabajo en un mercado que se encontró con un exceso de demanda para la oferta que se realizaba. En esta primera década del siglo XXI, los salarios de quienes entran en el mercado laboral con licenciaturas no están siendo los esperados. En consecuencia, las nuevas clases medias van a intentar, aunque todavía sin éxito, ir poco a poco diseñando otras reglas del juego con las que puedan llegar a tener más éxito. Es lo que explica, por ejemplo, la actual división de los centros escolares en dos redes: una concertada y privada, y otra pública. Fractura que, en realidad, es la mejor manera de visibilizar un sistema educativo en el que cada clase y grupo social y étnico se educa por separado. Las instituciones docentes privadas son exclusivamente instituciones de clase; al igual que la inmensa mayoría de los centros concertados, reservándose los centros públicos para las clases sociales populares y las minorías étnicas provenientes de países sin poder.
Hay, no obstante, también un sector de las clases medias, y es preciso subrayarlo, que sigue comprometido con la educación pública, pues mantiene todavía vivo un compromiso con la justicia social y con la construcción de otro mundo en el que las diferencias nunca se conviertan en factor de discriminación, en argumentos para legitimar desigualdades.
En una sociedad clasista y credencialista, las hijas e hijos acaban convirtiéndose en mercancía o en inversiones con las que las familias van a participar en el juego de la Bolsa de Valores. Son fondos que, dependiendo del éxito de las elecciones que durante su permanencia en el sistema educativo se vayan realizando, abrirán más o menos puertas y posibilitarán mejores o peores oportunidades en el mercado el día de mañana. Chicos y chicas son los seres en quienes se confía para hacer realidad sueños y aspiraciones de la familia. De este modo, en muchos casos acaban viviendo día a día en situaciones de gran estrés, dado que sus padres y madres les introducen en una dinámica fuertemente competitiva en la que entra en juego el “orgullo y honor” de la familia. El éxito escolar es visto también como el éxito de sus progenitores, pues supieron elegir bien el centro, el profesorado y los estímulos con los que incentivar cotidianamente a sus hijos e hijas. Y por el contrario, el fracaso escolar es percibido como una “mancha familiar”, un batacazo en el nivel de las aspiraciones, y que exige, a su vez, buscar a los culpables: el profesorado.
En este tipo de políticas sociales y educativas, las dimensiones estructurales, el rol del Estado Neoliberal queda siempre disculpado. Dado que de un modo insistente, al estilo del más eficaz de los anuncios publicitarios, se pregona que existe la posibilidad de elección del centro escolar, las responsabilidades pasan a transferirse exclusivamente a las familias. En consecuencia, y al igual que en el juego de la bolsa de valores, las posibilidades de éxito y fracaso van a ser el fruto de la información privilegiada de la que se dispone y, por tanto, de las elecciones que se vayan tomando, o sea, del centro escolar en el que se coloca la inversión, de la institución a la que envían a sus hijos e hijas. El marketing y la publicidad se convierten de este modo en la vía con la que manipular a la ciudadanía sobre la base de venderle “sueños” y promesas de satisfacción de sus ansiedades; algo que nunca se va a hacer realidad por completo en este nuevo contexto de vida líquida (Zigmunt BAUMAN, 2006); un mundo en el que las personas acaban reducidas a la dimensión de “homo eligens”, seres que en función de sus recursos económicos sólo estarían capacitados para elegir y consumir en el mercado de bienes de consumo.
No podemos olvidar que esta estrategia de conformación de un sentido común tan consumista y competitivo es indispensable para lograr el consentimiento de aceptación de las situaciones de injusticia y opresión en las que vive la inmensa mayoría de la población. Tengamos presente que “la dominación consiste en la presencia de condiciones institucionales que impiden a la gente participar en la determinación de sus acciones o de las condiciones de sus acciones. Las personas viven dentro de estructuras de dominación si otras personas o grupos pueden determinar sin relación de reciprocidad las condiciones de sus acciones, sea directamente o en virtud de las consecuencias estructurales de sus acciones. La democracia social y política en su expresión más completa es el opuesto de la dominación” (Iris Marion YOUNG, 2000, pág. 68).
En el momento presente, la estrategia de conservadores y neoliberales tendrá mayor o menor éxito en el grado en que son capaces de engañar a la ciudadanía, haciéndole creer que vivimos en momentos de postpolítica o postideología (Slavoj ZIZEK, 2001); vendiendo una “pretendida” muerte de la política en un mundo sin sustancia en el que las diferencias entre visiones políticas enfrentadas son sustituidas por una alianza entre «tecnócratas ilustrados». La política deja de ser el arte de lo posible, la vía para convertir en realidad las aspiraciones humanas, para acabar transformándose en un rastrero posibilismo, que imposibilita poner en funcionamiento innovaciones y arriesgarse a transformar la realidad. La política queda reducida a mera administración. La realidad pasa a estar dominada por la cínica frase que Giuseppe Tomasi di LAMPEDUSA (1991, pág. 45) pone en boca del joven aristócrata Tancredi, en la novela El Gatopardo: “si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”. En este ambiente “post” los cambios son simulacros, tienen como finalidad calmar y adormecer a quienes diagnostican las injusticias del presente, haciéndoles ver que sus reivindicaciones son escuchadas, y convencerles para que demoren sus exigencias de transformación a ver si con el paso del tiempo las olvidan.
Los sistemas educativos y, de modo muy especial, las instituciones universitarias precisan repensar con seriedad su responsabilidad política y, por tanto, sus posibilidades de sumarse a las luchas sociales que numerosos colectivos sociales vienen llevando para tratar de construir otro mundo más justo y solidarios. Las universidades tienen que ver que el mundo mercantilizado es una amenaza muy a corto plazo para una mayoría de estas instituciones, pues no están en condiciones de participar en pie de igualdad con aquellos centros de élite en los que las grandes multinacionales realizan sus inversiones; no podemos olvidar que quienes se benefician de este dinero en sus líneas de trabajo no van a poner en cuestión las repercusiones políticas, los efectos de sus investigaciones y patentes en la vida de las personas que pertenecen a países y colectivos sociales y étnicos más desfavorecidos. Es en esta línea de resistencia política a la globalización neoliberal que medidas como la apuesta por una “ecología de saberes” que promueve Boaventura de Sousa SANTOS (2005) debería estar en primera línea de la agenda universitaria. O sea, un compromiso real con la “promoción de diálogos entre el saber científico y humanístico que la universidad produce y los saberes legos, populares, tradicionales, urbanos, campesinos, provincianos, de culturas no occidentales (indígenas de origen africano, oriental, etc.) que circulan en la sociedad” (Boaventura de Sousa SANTOS, 2005, pág. 57).
Bibliografía:
BAUMAN, Zygmunt (2006). Vida líquida. Barcelona. Paidós.
LAMPEDUSA, Giuseppe Tomasi di (1991). El Gatopardo. (Edición conforme al manuscrito de 1957). Barcelona. Edhasa, 1ª reimpr.
SANTOS, Boaventura de Sousa (2005). La universidad en el siglo XXI. Para una reforma democrática y emancipadora de la universidad. Buenos Aires. Miño y Dávila.
TORRES SANTOMÉ, Jurjo (2007). Educación en tiempos de Neoliberalismo. Madrid. Ediciones Morata, 2ª edición.
TORRES SANTOMÉ, Jurjo (2011). La justicia curricular. El caballo de Troya de la cultura escolar. Madrid. Ediciones Morata.
YOUNG, Iris Marion (2000). La justicia y la política de la diferencia. Madrid. Cátedra.
ZIZEK, Slavoj (2001). El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política. Barcelona. Paidós.
http://es.slideshare.net/JurjoTorres/la-educacion-en-momentos-de-perplejidad-rev-serendipia-2012
http://saber.ucv.ve/ojs/index.php/rev_s/article/view/1853/1745
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Entrevista a Jurjo Torres
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“Es una tremenda injusticia no detectar las necesidades del alumnado”
Escuela. Nº 3.980 (18 de Abril de 2013) págs. 32-33
Jurjo Torres Santomé (Castro de Rei, Lugo, 1951) es catedrático de Didáctica y Organización escolar en la Universidad de A Coruña. Desde 1978, los catálogos de editoriales especializadas ya contabilizan 12 libros propios y más de cien capítulos suyos en publicaciones colectivas. Si se suman artículos, conferencias y participación en diversos congresos –de modo especial, en Portugal-, es uno de nuestros especialistas más acreditados en asuntos como la educación infantil, el currículum, el multiculturalismo, la diversidad y discriminación, amén de la interdisciplinariedad, la formación del profesorado o las políticas educativas que, transversalmente, afectan a todos ellos.
¿Existe una “calidad” educativa neutra? ¿Es posible sin equidad?
– Empezaré por una obviedad: no hay leyes educativas neutras o apolíticas: toda legislación en este terreno vehicula un modelo de sociedad. También te diré que no es políticamente democrático querer manipular –por ejemplo, con la selección de contenidos curriculares, como pretende Wert- para crear un sentido común partidista, contrario al que puedan tener muchos otros ciudadanos. Dicho esto, es muy político -en el sentido más aristotélico de lo concerniente a la “polis”- que debamos ponernos de acuerdo en qué sea la equidad; sin ello será difícil saber de qué hablamos cuando nos referimos a la calidad. De lo contrario, puede que esa tan pretendida calidad sea algo que beneficia de modo muy desigual a unos y otros. Si equidad implica que tomamos en consideración y diferenciamos antes las desiguales oportunidades que tiene el alumnado según la clase social a la que pertenece, su origen étnico, sus capacidades, sus sexualidades, la zona en que vive, los recursos de su entorno, etc. -y, asimismo, la cantidad, variedad y calidad de recursos de que dispone el centro; la formación y experiencia del profesorado, del personal de apoyo, así como de la ratio en función de la diversidad sociocultural y de las capacidades y necesidades del alumnado-, … creo que ya estamos en condiciones de hablar y exigir que la educación que se imparta sea de calidad.
La equidad no es tratar y exigir a todos por igual, sabiendo que todos somos diferentes, pero mucho más unas personas que otras. La equidad comporta ofrecer más recursos y de mejor calidad a quien arranca en peores condiciones. Esta desigualdad de entrada y permanencia en el sistema educativo es algo que, por desgracia, en estos últimos años se está agravando. No tenemos nada más que ver el número de niñas y niños que viven en situaciones de extrema pobreza en nuestro país… Lógicamente, este marco condiciona muy decisivamente la educación. Pienso que no podemos utilizar con propiedad conceptos como calidad y excelencia sin tomar en cuenta este contexto social y, por tanto, la necesidad de apoyos y estímulos diferenciados al alumnado de los colectivos que están sufriendo más duramente los efectos de la crisis.
En los tiempos de la Ilustración, se pregonaba el “progreso”. Después de 200 años, ¿se puede programar el oscurantismo?
– El progreso de que habla la Ilustración hace referencia a una concepción del ser humano libre y liberado de determinismos religiosos y dinásticos. Es esta apuesta y confianza ilimitada en la razón y su educabilidad la que nos posibilita caer en la cuenta de nuestros errores y en los modos de subsanarlos. La fe en el ser humano, junto con el conocimiento de nuestra historia y la capacidad de revisarla críticamente es la clave de la lucha que inspiró a los colectivos sociales que no pertenecían a la nobleza, al clero y a la burguesía para demandar el acceso a la educación, y para reivindicar más y mejor educación.
En la actualidad, los poderes dominantes tienen claramente la intención de reescribir la historia, generándonos una peligrosa amnesia que nos lleve a renunciar a los enormes logros de las luchas sociales. Un ejemplo -en nuestro campo-, es el del peligroso concepto de «talento» -tal como lo trata José Ignacio Wert en el anteproyecto de la LOMCE-, en que parece que pretendiera que todas las personas nacemos predestinadas. No encontraron el gen de la inteligencia en la decodificación del genoma, pero tratan de convencernos con la palabra «talento». Esto es algo que buscaron siempre los poderosos: convencernos de que sus logros son exclusivamente propios, fruto de se esfuerzo personal, de los genes o de dones divinos, obviando las condiciones socioculturales e históricas que favorecieron tales éxitos.
Cada época propicia una terminología educativa. ¿Cuáles son en este momento, las que más se prestan a la manipulación?
– Así es, aunque en nuestro caso con una celeridad muy peligrosa, pues a medio plazo produce efectos completamente perversos. Es muy fácil considerar tales conceptos y las filosofías que encarnan como modas y, por tanto, como algo pasajero, a cambiar más o menos cada cinco o seis años. Entramos en la democracia con todo el vocabulario conductista de los objetivos operativos, luego nos psicologizaron haciéndonos creer que el constructivismo era como la piedra filosofal o el bálsamo de Fierabrás; seguidamente pasamos a apostar por educar por competencias, y simultáneamente nos fueron exigiendo «calidad», «excelencia», «buenas prácticas», … Pero, lo peor, creo que, en gran medida se fueron perdiendo conceptos motores dirigidos a convertir la educación en un instrumento de transformación y empoderamiento de los grupos sociales más desfavorecidos, tales como: justicia, capacidad crítica, creatividad, colegialidad, colaboración, empoderamiento, tolerancia, compromiso, …, así como también filosofías educativas como los proyectos curriculares interdisciplinares e integrados, el trabajo por proyectos, por unidades didácticas, etc.
Lo que me interesa subrayar es que los nuevos lenguajes de la Administración: excelencia, calidad, empleabilidad, emprendimiento, indicadores de rendimiento, evaluación, reválidas, … se pretenden utilizar como estrategia para reorientar nuestro sistema educativo en una dirección completamente opuesta. Ya no se habla de educar ciudadanas y ciudadanos, personas democráticas, solidarias, intelectualmente curiosas y críticas, rigurosas, comprometidas con la construcción de un mundo más justo y democrático, … Por el contrario, a los neoliberales del PP les interesa preparar únicamente personal para trabajar y para consumir; y a la rama ultraconservadora del PP, creyentes, pero con los valores y matices que pregona la actual Conferencia Episcopal que preside Rouco Varela: obediencia, como sumisión; sacrificio, ante la explotación en el trabajo; caridad, en vez de justicia; paciencia, ante las injusticias; sufrimiento, para tolerar los abusos y la sinrazón; esfuerzo, para soportar lo insoportable, etc.
¿Es pertinente que el sistema educativo esté de nuevo ante otra ley orgánica? ¿No se debiera estar haciendo otra cosa de más enjundia?
– Me parece un tremendo error. Es una manera de estar lanzando un mensaje a las instituciones escolares sobre la provisionalidad de las propias leyes. En una sociedad consumista como la que vivimos este cambio constante de las leyes puede acabar por hacer realidad la cínica frase que Giuseppe Tomasi di LAMPEDUSA pone en boca del joven aristócrata Tancredi, en la novela de El Gatopardo, “si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”.
Porqué vamos a intentar actualizarnos e introducir cambios en nuestro trabajo diario en las aulas, si en el próximo cambio de gobierno van a derogar lo que ahora proponen e introducir otras modas. Es frustrante, desmotivador y cansino asumir que cuando el Ministro Wert cambie, vendrá otro que también querrá pasar a la historia, que se le recuerde como padre de una ley, y hará otra diferente.
Para modificar una ley, primero habría que contar con diagnósticos más serios sobre lo qué acontece en las aulas; qué puntos fuertes tiene nuestro sistema educativo y, por tanto que hay que conservar y reforzar, y qué debilidades tenemos. Una vez diagnosticadas estas debilidades lo que tocaría sería abrir un riguroso y amplio debate público acerca de qué medidas alternativas o cambios tienen más probabilidades de corregir esos déficits. Seguidamente, establecer algunos ensayos de esas recomendaciones para ver si en la práctica subsanan o nos plantean otros problemas diferentes o mayores que los que ahora detectamos como déficit del sistema.
Yo creo que en estos momentos estamos ante un gobierno que se siente borracho de éxito. Tienen mayoría absoluta y pretenden aprovechar esta circunstancia para poner todas las estructuras del Estado al servicio de su programa ideológico. Quieren servirse de las instituciones escolares para crear los nuevos militantes del Partido Popular; convertir en hegemónica su ideología ultraconservadora, católica y neoliberal. Creo que no se atreven todavía a una quema de los libros que no concuerden con su ideología, tal y como sucedió, por ejemplo, durante la dictadura franquista.
Has dedicado mucha atención a la educación infantil. ¿Por qué?
– Coincidieron varios fenómenos que me hicieron comprender la urgencia y posibilidades de la educación en este momento tan crucial del desarrollo. Piensa que a finales de los sesenta y principios de los 70, en EEUU habían caído en la cuenta de que si queríamos que todos los niños y niñas tuvieran éxito en el momento de la escolarización obligatoria, a los seis años, era preciso educar y estimular ciertos aprendizajes previos y, mucho más si eran miembros de colectivos sociales desfavorecidos, que vivían en ambientes poco o nada estimulantes, desde el punto de vista educativo. Así surgieron los primeros programas de Educación Compensatoria, para quienes vivían en ambientes más deficitarios.
A medida que íbamos sabiendo más sobre el desarrollo y aprendizaje infantil íbamos cargándonos de razones para seguir apostando por un campo que la mayoría de la gente veía como “guardería” y que había que transformar radicalmente, hacer que fuera educativo. De ahí que se luchase contra etiquetas que sugerían únicamente los aspectos de guardia y custodia. Hoy tenemos, por fin, profesionales con una buena formación para trabajar en esta etapa. Contamos con experiencias educativas muy importantes y con centros en los que se está haciendo un trabajo muy riguroso y de muy buena calidad.
¿Qué falta conseguir?
– Desde mi punto de vista falta que la Administración asuma realmente -no como propaganda- la importancia de la educación en estas edades. Es muy injusto que en estos momentos se esté dinamitando todo lo logrado y que un ministro como José Ignacio Wert se atreva a decir que esta etapa, en especial la de cero a tres años, es asistencial. Es un síntoma claro, primero de su incapacidad para el análisis acerca de la razón de ser de las políticas educativas públicas, y segundo de su ignorancia acerca de la importancia del desarrollo neurológico, lingüístico, social, afectivo, psicomotor y de la creatividad en esta fase tan decisiva del desarrollo humano, como es la etapa de cero a seis años. Es enormemente injusto que no se estén construyendo centros públicos suficientes para esta etapa única, de cero a seis. Como es muy preocupante que la oferta pública de tres a seis sea reducida y se esté retrocediendo, o que de cero a tres sea insignificante. En una sociedad comprometida con la justicia social no podemos dejar que sean las familias más favorecidas las que estén apostando por la educación de cero a tres, ya que son quienes disponen de más información acerca de lo crucial que es una educación de calidad en este período evolutivo.
Pienso, además, que es una tremenda injusticia social no contribuir a detectar cuanto antes las necesidades y dificultades del alumnado, algo que afectará mucho más gravemente a las familias de las clases sociales más populares, a la población gitana (a la que se ignora por completo en la Ley), a la población inmigrante pobre, a las personas con alguna/s discapacidad/es… Entenderás que sea grave que no se apueste por desarrollar la Educación Infantil: que esta etapa quede completamente marginada en el anteproyecto de la LOMCE.
¿La obsesión de esta nueva ley por las áreas instrumentales “mejorará” la educación o intentará meramente quedar algo mejor ante la OCDE?
– Ya lo dice con claridad y contundencia el Ministro Wert y el texto del anteproyecto de la LOMCE. Lo que se busca es, por una parte, mejorar en PISA y, por otra -como también anuncia en el preámbulo, literalmente- “mejorar la empleabilidad y estimular el espíritu emprendedor de los estudiantes”.
En realidad, PISA es el único diagnóstico que le importa al Ministerio; no cuentan o no ofrecen otras investigaciones diferentes a las de la OCDE, el auténtico Ministerio de Educación del Planeta Tierra. Pero lo que en esa prueba de lápiz y papel que es PISA -y que se aplica un determinado día-, no se diagnostica es una educación mucho más integral, que es lo que se nos exige en el Art. 27.2 de la Constitución Española: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”.
En la medida en que nos regimos por las demandas de PISA y se le exige al sistema educativo que resuelva el problema del paro, capacitando para la empleabilidad y para ser empresarios, en buena lógica todas aquellas materias que no tengan esta específica y directa finalidad pasan a considerarse marías. Como no interesa formar ciudadanas y ciudadanos, Wert decide que no deben existir materias como Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Metidos en su lógica, si el alumnado, tanto ahora como cuando salga del sistema educativo, los desconoce o no desarrolló una conciencia histórica crítica -recuerda que el propio J. I. Wert dijo que eliminaría todos los temas conflictivos del currículum- y tampoco sabe pensar, analizar y juzgar éticamente el mundo, se convertirá en carne de cañón para ser explotada en esta sociedad de mercado. Además, para reforzar y lograr el consentimiento de estos trabajadores y trabajadoras ante su explotación, Wert decide que los eduquemos en una Religión nada liberadora como la que oficialmente representa e interpreta la Conferencia Episcopal, en la que se le enseñará a aguantar y soportar todo esperando un premio, pero en la otra vida.
¿Qué papel crees que asignan –o reasignan- a las mujeres?
– Intuyo que, tanto el Ministro como el PP, las ven como madres, esposas y cuidadoras, pues además de recortar la Educación Infantil, generan un problema añadido: la dificultad para trabajar fuera del hogar. Pero me preocupa también que las materias que pueden y deben ayudar a no perder la memoria histórica se reduzcan a marías. Construir un sistema educativo caracterizado por la justicia curricular obliga a incorporar en los contenidos escolares las voces, logros y, por supuesto, las dificultades de los colectivos sociales que nuestra cultura y, en consecuencia, las instituciones escolares y las fuentes informativas dominantes con las que trabajan, vino marginando: la historia de las mujeres, del pueblo gitano, del movimiento obrero, de los pueblos colonizados, de las personas discapacitadas, de las etnias inferiorizadas y explotadas, etc. O mucho me equivoco o a Mariano Rajoy, a Wert y su equipo, estas voces les molestan; por lo tanto, mejor el silencio y … la oración.
¿Qué currículo oculto se pretende desarrollar? ¿Cuál es el verdadero sentido de esta ley?
– Creo que la síntesis podría quedar en que el PP pretende convertir en hegemónica, en el sentido gramsciano, sus concepciones y modelos de cómo debe ser y funcionar el mundo: su afán por “reespañolizar” –como dice Wert- es alucinante. Tratan de utilizar el sistema educativo para promover, asegurar y convencer sobre las ventajas del neoliberalismo, de una biología determinista que explicaría las facilidades y dificultades de cada estudiante -debido a los “talentos” con los que nació predestinado-, y jerarquizar a los colectivos sociales y personas. Pretenden lograr nuestro consentimiento -sobre la base del silencio, omisiones y manipulaciones en los contenidos y recursos didácticos- en torno a las ventajas del neoliberalismo, de los valores más conservadores y fundamentalista típicos de un catolicismo casposo. De ahí su obsesión por imponer asignaturas obligatorias, indicadores de rendimiento de esos mismos contenidos y, para cerrar bien el círculo, evaluarlos diseñando y aplicando ellos mismos los test que sirven para comprobar su dominio por parte de todos y cada uno de los alumnos y alumnas.
Por último…, ¿la LOMCE tiene adeptos entre el profesorado? ¿Quiénes se sentirán mejor con ella?
– Me cuesta ver ese profesorado que reivindica la LOMCE, sinceramente en mi experiencia cotidiana aun no lo he encontrado. Pero imagino que será aquel profesorado con más lagunas en su formación o, simplemente, personas autoritarias y dogmáticas con nostalgia de un pasado imaginado de manera completamente fantasiosa, en el que dudo que les hubiera gustado vivir, especialmente si no les garantizaban un estatus de clase dirigente.
Creo que muy pocas leyes en la historia de la democracia están logrando menos consenso y apoyos que el actual anteproyecto de la LOMCE.
Y, atentos, pues aun faltan algunas cuestiones que están saliendo a la luz pública en estos días, y que en el anteproyecto actual aún no aparecían, como es la necesidad de dotar con una educación financiera al alumnado. Algo que ya sabíamos que se iba a producir, pues España es uno de los 18 países de la OCDE que aceptó que en las pruebas PISA que se harán públicas este año, 2013, se evaluaran las competencias en educación financiera. ¡Ah! Y no olvides que esto no queda aquí: se complementará con una nueva Ley de Universidades… ya en ciernes.
Entrevista realizada por Manuel Menor Currás
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http://es.slideshare.net/JurjoTorres/escuela-entrevista-jurjo-torres-2013
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Professor Barry MacDonald
“Centre for Applied Research in Education” (CARE), University of East Anglia (UK)
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.El pasado día 16 de abril murió Barry MacDonald, una de las personalidades destacadas de la pedagogía del siglo XX. Fue de los fundadores de uno de los centros de innvestigacion de referencia en el último tercio del siglo XX, el CARE, y del que fue director desde 1884 hasta 1997, momento en el que se jubiló.
Barry MacDonald fue, junto con personalidades como Lawrence Stenhouse, John Elliott, Helen Simons, Rob Walker y Saville Kushner, quien convirtió al CARE en un centro de referencia mundial para todo profesorado preocupado por una educación verdaderamente democrática y de calidad.
Entre sus grandes aportaciones cabe subrayar el modelo de la “evaluación democrática” y la reformulación y divulgación de la Investigación-Acción como estrategia de formación del profesorado y de innovación e investigación en educación.
Barry MacDonald subrayó la naturaleza política de la evaluación curricular y de sus funciones político-educativas en las sociedades democráticas. De ahí la importancia de plantearse a qué intereses debe servir la evaluación. Lo que le llevó a diferenciar dos modelos de evaluación:
A) La evaluación como control, un modelo predominantemente burocrático o autocrático, al servicio de los intereses del poder establecido, y con un control total de las variables a medir y los datos obtenidos exclusivamente por parte del poder político que la financia y encarga. Quien evalúa asume y acepta los valores y finalidades de la administración política que le contrata y busca aquella información que le interesa a esos responsables políticos.
B) La evaluación democrática, concebida como servicio público. En este modelo hay un compromiso por atender a los intereses en juego de todos los participantes y, por consiguiente por distribuir y compartir la información entre todas las audiencias implicadas. Es una investigación principalmente cualitativa y participativa, y cuyos conceptos clave son «confidencialidad», «negociación» y «accesibilidad».
Su muerte nos priva de su persona física, pero no de su obra. Si casi siempre la muerte llega en un momento inoportuno, en este caso es más obvio, pues tendría mucho que decir y se opondría frontalmente a los modelos de evaluación autoritarios y antipedagógicos contra los que siempre luchó y que ahora parecen cobrar más fuerza de la mano de organismos como la OCDE y de Ministros de Des-educación, como José Ignacio WERT y su anteproyecto de LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa).
Barry MacDonald, visitó las distintas universidades del Estado Español en numerosas ocasiones para asistir a congresos, seminarios, impartir cursos, … Y fue nombrado Doctor Honoris Causa por la universidad de Valladolid, 11 de Noviembre 1999. Precisamente su discurso de investidura traducido al castellano puede localizarse en el siguiente enlace:
http://www.quadernsdigitals.net/datos_web/hemeroteca/r_7/nr_498/a_6799/6799.html
Y en inglés en: https://ueaeprints.uea.ac.uk/31856/
En A Coruña estuvo participando en 1993 en el Congreso Internacional de Didáctica, “Volver a pensar la educación” y su ponencia (El papel del profesorado en el desarrollo curricular: una cuestión irresuelta en los intentos ingleses de reforma curricular) está recogida en el libro:
VVAA (1995). Volver a pensar la educación. Madrid. Ediciones Morata – Fundación Paideia. En el Vol. II: “El papel del profesorado en el desarrollo curricular: una cuestión irresuelta en los intentos ingleses de reforma curricular”, págs. 245-272.
http://www.edmorata.es/Shop/Product/Details/236
http://www.edmorata.es/Shop/Product/Details/237
En la dirección siguiente podeis bajar la mayoría de sus publicaciones:
https://ueaeprints.uea.ac.uk/view/creators/m009.html
Un video con una corta entrevista a Barry sobre el proyecyo SAFARI (Success And Failure And Recent Innovation), desarrollado en los setenta:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=WM-vRX_9UKQ#!
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¡Hasta siempre amigo!
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Sin muros en las aulas: el Curriculum Integrado
Jurjo Torres Santomé
Kikiriki. Cooperación Educativa, nº 39 (1996) 39-45
Explicitando la enorme influencia que la economía, política,.. tienen en la configuración disciplinar del currículum, esta colaboración pone de relieve como el currículum integrado es producto de una filosofía sociopolítica y una estrategia didáctica que puede concretarse de múltiples formas para educar ciudadanos y ciudadanas críticos.
Si hay una crítica común y reiterada a lo largo de la historia de las instituciones educativas es la de seleccionar, organizar y trabajar con contenidos culturales poco relevantes, de forma nada motivadora para el alumnado y, por lo tanto, con el riesgo de perder el contacto con la realidad en la que se ubican. En esos modelos, las situaciones y problemas de la vida cotidiana, las preocupaciones personales, acostumbran a quedar al margen de los contenidos y procesos educativos, fuera de los muros de las aulas y centros de enseñanza.
En más de una ocasión no es raro que el currículum tradicional por disciplinas acabe mostrando un notable parecido con algunos juegos o concursos de televisión de corte nominalista, como por ejemplo el “Trivial pursuit” o sea, se considere que se aprende por el hecho de ser capaz de recordar pequeños fragmentos de información sin mayor profundización y, lo que es más grave, sin comprensión de esos contenidos que se verbalizan.
Para tratar de hacer frente a esta clase de errores se vienen construyendo a lo largo del presente siglo numerosas estrategias didácticas. Soluciones que tienen como finalidad por tratar de convertir en relevantes y significativos los contenidos culturales con los que se trabaja en los centros escolares.
Así, una de las cosas que llama pronto la atención de cualquier persona interesada en cuestiones curriculares es la abundancia de conceptos y denominaciones para referirse a este tipo de propuestas de enseñanza y aprendizaje que se proponen para romper el aislamiento de las instituciones escolares con la sociedad en la que están insertas y a cuyo servicio se encuentran. Entre esta variedad de soluciones podemos citar: currículum interdisciplinar, globalizado, transversal, coherente, mundialista, centros de interés, método de proyectos, unidades didácticas, etc. Cada una de tales denominaciones pone el énfasis en una determinada cuestión, aunque a modo de síntesis podemos decir que existen tres clases de discursos que les sirven de justificación:
1) Argumentaciones acerca de la necesidad de una mayor interrelaci6n entre las diferentes disciplinas o asignaturas;
2) La atención a las peculiaridades cognitivas y afectivas de las niñas y niños que influyen en sus procesos de aprendizaje, y
3) La necesidad de contemplar la comunidad en la que está integrada el centro; lograr una apertura a otras comunidades y partes de un mundo que ya todos consideramos como “aldea global”, etc.
Estas tres clases de líneas argumentales son las que subyacen bajo el concepto de currículum Integrado (Cuadro l); en el fondo no son sino énfasis particulares, perspectivas que se toman en consideración para poder comprender la necesidad de la educación institucionalizada y para proponer y justificar una praxis curricular distinta de la que, hasta el presente, vino siendo mayoritaria y que denominamos como pedagogía o educación tradicional.
Así, la interdisciplinariedad, es uno de los conceptos que conforman el triángulo de apoyos de la propuesta de currículum integrado. 0 sea, la reorganización de los contenidos, unas veces para recuperar y otras para construir una red más integrada entre conceptos y modelos y estrategias de investigación que una sobreespecialización ha organizado en compartimentos estancos, sin apenas posibilidades de comunicación, aun cuando tengan como propósito analizar e intervenir en un mismo espacio, con unos mismos objetos y/o personas, un fin semejante, etc. Esta cultura de los especialismos plantea numerosos problemas a la propia sociedad, pues es frecuente que ante algún problema social, industrial, económico, etc. diferentes disciplinas ofrezcan soluciones completamente distintas e, incluso, contradictorías. Lo que en realidad sucede en tales ocasiones es que cada una de esas disciplinas toma en consideración unas determinadas variables e ignora y se despreocupa de otras. Uno de estos ejemplos es lo que acontece cuando una comunidad quiere obtener más energía; dependiendo de los especialistas a consultar así serán las propuestas. Profesionales de la física es probable que opten por la construcción de plantas de energía nuclear, mientras que quienes tengan una formación con mayor peso de biología, sociología, filosofía, etc. es bastante seguro que se decidirán por propuestas de intervención muy diferentes, oponiéndose con multitud de argumentos a las soluciones de los anteriores.
Una estrategia que puede contribuir a solucionar problemas semejantes es la de crear hábitos intelectuales en las personas, desde el primer momento de su escolarización, en los que se convierta en norma el tomar siempre en consideración el mayor número posible de perspectivas a la hora de analizar, evaluar o intervenir en cualquier situación o resolver cualquier problema. Es obvio que no podemos ignorar que esta fragmentación que domina el pensar y actuar de la mayoría de personas que están o ya pasaron por el sistema educativo no es resultado únicamente de sobreespecializaciones científicas y culturales, sino también consecuencia de modelos políticos que promueven una expoliación de recursos naturales y la explotación económica, cultural y, en una palabra, la dominación de una personas sobre otras.
En consecuencia, hablar de interdisciplinariedad es contemplar las aulas, el trabajo curricular desde la óptica de los contenidos culturales; o sea, tratar de ver qué relaciones y agrupamientos de contenidos se pueden llevar a cabo, por asignaturas, por bloques de contenido, por áreas de conocimiento y experiencia, etc.
Otra línea argumental en defensa de currícula integrados es la proveniente de la psicología del desarrollo y del aprendizaje. Este eje de razonamiento se utiliza más insistentemente en las propuestas que recurren al vocablo globalización. Decir que se hace globalización implica otorgar el peso decisivo a la hora de tomar decisiones sobre la forma de organizar el trabajo en las aulas y centro docentes a las peculiaridades de las niñas y niños que tal y como las describe la psicología evolutiva y del aprendizaje; en especial a las características que se describen como típicas de cada uno de los distintos estadios del desarrollo.
Esta es una de las líneas de razonamiento que se viene trabajando con mayor interés por parte del profesorado de Educación Infantil y primeros ciclos de Primaria, pero que se solía contemplar con apenas relevancia o, lo que es peor, se relegaba por parte de quienes trabajaban en Educación Secundaria, Bachillerato, Formación Profesional y Universidad. Es en estos niveles educativos donde los contenidos culturales se convertían, en la práctica, en el aspecto más importante y, con frecuencia, el único foco de atención.
En una enseñanza organizada por disciplinas o asignaturas y, lo que suele ser frecuente, con un único recurso didáctico como fuente informativa, el libro de texto, se está asumiendo de manera implícita que el alumnado coincide en las estrategias para comprender cualquier información. No se asume la diversidad del alumnado, que cada alumna y alumno tuvo y tiene experiencias particulares acerca de muchos de los contenidos y temas que se le ofertan en las aulas. No se acaba de aceptar que las alumnas y alumnos aprenden, memorizan, interaccionan y comprenden de modos diferentes, en función de las múltiples modalidades de inteligencia, en concreto, las “siete inteligencias” de las que habla Howard Gardner (inteligencias lingüísticas, lógico‑matemáticas, espacial, musical, cinético‑corporal, interpersonal e intrapersonal). “No se puede esperar que alguien disponga de todas las modalidades, sino que cada uno pueda disponer, como mínimo, de unas pocas modalidades para representar el concepto o habilidad adecuados” (H. Gardner, 1993, pág. 28). Sin embargo, toda propuesta de currículum integrado parte de que cada estudiante tiene su propio ritmo de desarrollo, unas estrategias peculiares de aprendizaje, experiencias personales idiosincrásicas, diferentes expectativas, distintas informaciones previas, etc. y, por tanto, que es casi imposible que un sólo libro de texto o un único material didáctico pueda ser respetuoso con esas peculiaridades personales y grupales. En consecuencia, es preciso proponer al estudiantado de cada aula la posibilidad real de numerosas tareas escolares diferentes, sobre la base de medios didácticos también variados, en los que puedan entrar en acción intereses y motivaciones propias de cada estudiante en particular, para poner en práctica una personalización del aprendizaje.
Pero también esta perspectiva psicológica resulta insuficiente contemplada en solitario. Las vidas de los niños y niñas no se pueden condensar únicamente en los marcos que la psicología evolutiva nos propone. Bajo los rótulos de las diferentes estadios del desarrollo no tienen cabida cuestiones que condicionan su vida como, por ejemplo, situaciones de vida en pobreza, las injusticias sociales, económicas y culturales por las que se ven afectados, los fuertes prejuicios y estereotipos que muchos de ellos y ellas tienen que soportar, los déficits sanitarios y de salubridad en los que viven, la violencia física y psíquica en que están inmersos, etc. La psicología oficial sólo vino prestando atención a fragmentos de la vida de las personas. Una notable ahistoricidad y descontextualización son defectos de gran parte del trabajo que tiene como objetivo llegar a conocer las condiciones que explican e influyen en el desarrollo y, por tanto, en el aprendizaje de las chicas y chicos en las aulas e instituciones escolares.
Tomar en consideración y respetar a las alumnas y alumnos conlleva tomar en consideración dimensiones más contextuales, más sociohistóricas. El tercer punto de vista vertebrador de la praxis curricular integradora supone atender a estas variables.
Cuando se opta por hacer educación global, para la paz, internacional o mundialista, lo que se hace es colocar el eje de decisiones en una planificación y desarrollo del trabajo curricular que obliga a la toma en consideración de los contextos vecinales de las niñas y niños, de su comunidad. En las reflexiones y valoraciones de la realidad social, cultural, económica y política que se suceden en las tareas escolares hay un compromiso por atender no sólo a los contextos locales, su pueblo y ciudad, sino también a otras realidades tanto próximas como lejanas; a analizar las repercusiones de las intervenciones humanas en lugares y sobre pueblos diferentes y, físicamente, más distantes (J.Torres, 1994b). Educar personas con mayor amplitud y flexibilidad de miras es una de las vías indispensables para construir sociedades día a día más humanas, democráticas y solidarias.
El currículum integrado, en consecuencia, es el producto de una filosofía sociopolítica y una estrategia didáctica.
Tiene como fundamento una concepción de lo qué es socializar a las nuevas generaciones, un ideal de sociedad al que se aspira, del sentido y valor del conocimiento y, además, de cómo se pueden facilitar los procesos de enseñanza y aprendizaje. No olvidemos que las cuestiones curriculares son una dimensión más de un proyecto de mayor envergadura de cada sociedad como es la política cultural. Toda propuesta curricular implica opciones sobre parcelas de la realidad, supone una selección cultural que se ofrece a las nuevas generaciones para facilitar su socialización; para ayudarles a comprender el mundo que les rodea, conocer su historia, valores y utopías. Lo mismo podemos afirmar del currículum disciplinar o puzzle, en la terminología de Basil Bernstein, en el que sus parcelaciones no son sino una consecuencia más de la fragmentación y jerarquización de la propia vida social. El currículum se fragmenta en disciplinas o asignaturas, éstas en bloques de contenidos o lecciones, en contenidos, capacidades y valores; en trimestres, semestres, cursos académicos y etapas educativas; el horario escolar se divide en bloques rígidos que separan actividades que deberían tener mayor continuidad; el profesorado se compartimentaliza en departamentos (inconexos, la mayoría de las veces); el centro docente se aísla de la comunidad, etc.
Este tipo de divisiones, por otra parte, acostumbran a verse como universales a priori, como algo que siempre fue así y no puede ser de otra manera; son cuestiones que rara vez son sometidas a análisis y revisión, ya que no se asumen como algo que es así porque algunas personas y en algún lugar optaron por esta estructura y dispusieron de acceso a estructuras de poder suficiente como para convencer al resto de profesionales de la educación. Se olvida el análisis de qué intereses ideológicos, políticos y económicos están detrás de la actual organización disciplinar del conocimiento, de las asignaturas y bloques de contenidos que se seleccionan como foco de atención en las aulas y centros escolares (J. Delfattore, 1992; I. Goodson, 1993; E. Messer‑Davidow y otros, 1993; T. Popkewitz, 1987; J. Torres Santomé, 1994 a y b).
El problema de las escuelas tradicionales, donde se da un fuerte énfasis a los contenidos presentados en paquetes disciplinares, es que no logran que el alumnado sea capaz de ver esos contenidos como parte de su propio mundo. Cuando la física, la química, la historia, la gramática, la educación física, las matemáticas son difícilmente visibles para la mayoría del estudiantado es fácil que todo lo que se trabaja en las aulas sólo se perciba como “estrategia” para fastidiarles o, de manera más optimista, sea el precio a pagar para que puedan pasar de curso a curso, con la esperanza de obtener un título y luego ya veremos. La institución escolar aparece como el reino de la artificialidad, un espacio en el que rigen unas normas particulares de comportamiento, se habla de una manera peculiar y es necesario realizar unas determinadas rutinas, que sólo sirven para poder obtener felicitaciones o sanciones por parte del profesorado e, incluso, de sus mismas familias, pero ahí se acaba todo. Muchas alumnas y alumnos llegan a asumir, tomando en consideración los implícitos que gobiernan la vida en las aulas, que es muy difícil establecer lazos de conexión con la vida real, con los problemas y realidades más cotidianas, o que eso sólo está reservado a las personas más inteligentes, a seres excepcionales. De esta forma, se contribuye a seguir perpetuando una mitificación del conocimiento, se ocultan las condiciones de su producción y sus finalidades y peligros.
No prestar atención a esta artificial compartimentalización que se establece entre la vida académica y la vida exterior a las instituciones escolares puede llegar a poner en peligro el fin de la escolarización, en especial en sus niveles obligatorios, o sea, preparar a ciudadanas y ciudadanos para comprender la realidad. su historia, tradiciones y porqués y capacitarlos para intervenir y mejorar la sociedad de una manera democrática, responsable y solidaria.
Una de las finalidades más importantes que subyacen en conceptos y modelos como el currículum integrado es la de una preocupación por organizar los contenidos culturales de los currícula de manera significativa, de tal forma que desde un primer momento el alumnado comprenda el qué y porqué de las tareas escolares en las que se implica.
El hecho de optar por estrategias integradas no quiere decir ni que las disciplinas acaben desapareciendo, ni que dejen de tener sentido las estructuras conceptuales, las secuenciaciones de conceptos y procedimientos en las planificaciones de los currícula. Pero una cuestión son esas estructuras disciplinares y otra que a la hora de concretaras en propuestas de trabajo para las alumnos y alumnos se tenga que seguir ese mismo orden que caracteriza a la estructura lógica de los contenidos de las disciplinas. Éstas están presentes en la mente del profesorado, pero las propuestas curriculares que se derivan se rigen por otra lógica, la de atender también a la posibilidad o no de resultar relevantes y de interés para el alumnado. Hay que hacer compatible una atención a que aquellos conceptos, estructuras conceptuales y procedimientos que son indispensables para proseguir hacia mayores niveles de profundización en el conocimiento, que permiten hacer frente a problemas cada vez más complejos y avanzar hacia niveles de mayor dominio del conocimiento, con una
atención a la significatividad, relevancia e interés de las tareas escolares desde la perspectiva del estudiantado.
En el trabajo curricular integrador la estrategia visible, el motor para el aprendizaje está movido por un determinado tema, tópico o centro de interés que hace de eje vertebrador de las necesidades individuales con las dimensiones más propedeúticas del sistema educativo, o sea, con las condiciones para el acceso a otras etapas superiores del sistema escolar. Es desde la atención a las dimensiones personales, comunitarias, a la preocupación por los problemas sociales de actualidad y de los desarrollos de la ciencia y tecnología cómo se llega a calibrar la funcionalidad y valor de los contenidos culturales del currículum, de las teorías, conceptos, procedimientos y valores que se seleccionan para trabajar en las aulas.
Por consiguiente, una buena enseñanza integrada es mucho más que la aplicación de una determinada metodología o una técnica. Por el contrario, supone no perder de vista las razones de porqué se opta por esta modalidad de trabajo curricular. Esto explica la preocupación del profesorado que opta por esta filosofía pedagógica por crear condiciones, ambientes en los que el alumnado se vea motivado para investigar, indagar y aprender. El desarrollo de las inteligencia, afectividad, sensibilidad y motricidad está condicionado por las oportunidades de poner en acción, implicar activamente a chicas y chicos en cuestiones como la solución de problemas, planificación, desarrollo y evaluación de proyectos de trabajo, estudio de casos acerca de cuestiones conflictivas o críticas, etc.
Trabajar con esta concepción de fondo que subyace al concepto de currículum integrado supone planificar propuestas de trabajo en la que las estudiantes y los estudiantes se vean obligados a:
1º. Incorporar una perspectiva de estudio más global. Asumir el análisis de los contextos socioculturales en los se desarrolla su vida, así como de las cuestiones y situaciones que sometan a estudio; atender a las dimensiones culturales, económicas, políticas, religiosas, militares, ecológicas, de género, étnicas, territoriales, etc. (frente a una educación más tradicional en la que la descontextualización es una de las peculiaridades de la mayoría de todo lo que se estudia).
2º. Sacar a la luz las cuestiones de poder implicadas en la construcción de la ciencia y las posibilidades de participar en dicho proceso.
3º. Dejar patente la participación de quienes construyen la ciencia y el conocimiento; no silenciar quienes son para demostrar la historicidad y condicionantes de tal construcción.
4º. Incorporar la perspectiva histórica, las controversias y variaciones que hasta el momento se dieron sobre el fenómeno objeto de estudio, a qué se debieron, a quienes beneficiaban, etc. Incidir en la provisionalidad del conocimiento.
5º. Integrar las experiencias prácticas en marcos cada vez más generales e integrados.
6º. Comprender todas las cuestiones objeto de estudio e investigación tomando en consideración dimensiones de justicia y equidad. Convertir el trabajo escolar en algo que permita poner en práctica y ayudar a la comprensión de las implicaciones de diferentes posiciones éticas y morales.
7º. Partir de y valorar la experiencia y conocimiento del propio alumnado. Facilitar la confrontación de sus asunciones y personales puntos de vista con los de otras personas.
8º. Promover la discusión acerca de diferentes alternativas para resolver problemas y conflictos, así como de los efectos colaterales de cada una de las opciones.
9º. Poner en acción juicios de evaluación, reflexionar acerca de las acciones, valoraciones y conclusiones que se suscitan o en las que se ven comprometidos.
10º. Aprender a comprometerse en la aceptación de responsabilidades y en la toma de decisiones; a asumir riesgos y a aprender de los errores que cometan.
11º. Potenciar la personalidad específica de cada estudiante, sus estilos y características personales. Llegar a convencerse del valor positivo de la diversidad personal, así como de pueblos y culturas.
12º. Emplear estrategias de enseñanza y aprendizaje flexibles y participativas.
En el fondo, de lo que se trata es de educar a las ciudadanas y ciudadanos con un “informado escepticismo” o, lo que es lo mismo con capacidades para el pensamiento crítico, como una de las estrategias ante una sociedad y un mundo en el que los fundamentalismos, el pensamiento dogmático, tienden a inundarlo todo y colocarse como el único parámetro que perpetuar.
El alumnado necesita desarrollar una conciencia crítica que le permita analizar, valorar y participar en todo cuanto acontece y tiene que ver con su entorno sociocultural y político.
Optar por un currículum integrado conlleva modificar el contexto del trabajo escolar; obliga a transformar la organización de los recursos del centro y del aula (libros, revistas, vídeos, programas informáticos, periódicos, grabaciones magnetofónicas, etc.), hacerlos visibles en estanterías y al alcance de las manos del estudiantado; crear las condiciones para mejorar la conexión del centro con el mundo exterior: elaborar estrategias para que otras personas y profesionales de la comunidad tengan acceso y comunicación con el alumnado, planificar mayor número de salidas a instituciones, locales y para tomar contacto con personas fuera del centro docente; trabajar de manera más coordinada y colaborativamente por parte del profesorado, etc. Se precisa recurrir a una variedad en las estrategias metodológicas, tanto de recursos, como de modalidades de agrupamiento de estudiantes, formas de motivación y maneras de hacer un seguimiento e ir evaluando todo lo que acontece en las aulas.
Existe el peligro de perder de vista las razones por las que nos comprometemos en la defensa y puesta en acción de currícula integrados. Puede suceder que confiemos en que el mero hecho de rotular o etiquetar algo de una determinada manera equivale a asumir la filosofía que late bajo esa denominación. El peligro “nominalista” es importante y buena prueba de ello es la estrategia última de la derecha política e ideológica de recurrir a utilizar los conceptos de mayor éxito social de las tradiciones políticas progresistas y de izquierda, pero vaciándolas de contenido o distorsionándolos. Uno de los errores frecuentes es el de reducir todo a una cuestión de “técnicas”. Algo que se agrava más en las instituciones escolares donde la urgencia de lo inmediato hace estar más obsesionados por tareas de carácter práctico, donde el agobio de la falta de tiempo se convierte en una trampa que puede hacer que acabemos olvidando interrogarnos por las verdaderas razones y efectos de la práctica. De hecho, un error frecuente fue el pensar que para poder implementar una determinada filosofía educativa bastaba con comprometerse con alguna estrategia y recursos didácticos, que sólo con divulgar unas concreciones prácticas era suficiente para extender y asumir la filosofía y razón de ser de esos ejemplos prácticos. Muchas veces a lo largo de la historia se llegó a aceptar que las técnicas o metodologías eran suficientes para hacer realidad los discursos y reflexiones más teóricas que las promovieron.
Pero, al final, en bastantes casos, esas ejemplificaciones prácticas acababan convirtiéndose en esquemas rígidos a reproducir y, lo que es peor, desconociendo su razón de ser y en consecuencia con pocas probabilidades de contribuir a enriquecer el modelo pedagógico de fondo desde el que se propusieron. Cuando se llegan a comprender las razones de los defectos de nuestra prácticas, en el momento que detectamos cuáles son las distorsiones que se producen en lo que son las auténticas finalidades de nuestro trabajo es cuando es más fácil que a cualquiera se le ocurran tareas de carácter práctico para solventar tales errores.
Es fácil conocer qué ejemplos de tareas se pueden proponer al alumnado, por ejemplo, que se pueden utilizar vídeos, salidas escolares, libros de divulgación científica, visitas a museos, confeccionar periódicos escolares, etc., pero si no están claras las razones de las elecciones, los porqués, puede suceder que esas tareas, que en un primer momento suponen una innovación educativa que palia defectos importantes del sistema educativo, acaben años más tarde por reproducir los mismos errores contra los que se sugirieron. El ejemplo de las técnicas elaboradas por Celestin Freinet es una buena muestra de cómo unas determinadas técnicas, mediante las que su autor pretendía vehiculizar una importante filosofía educativa progresista, de izquierdas, fueron incorporadas por algunos centros escolares pero con otras finalidades. Así, por ejemplo, la correspondencia escolar, la imprenta y los periódicos escolares, fueron utilizados por algunos colegios de una manera distorsionada, para tratar cuestiones nada o poco relevantes y con actitudes dirigistas por parte del profesorado y/o de la dirección del centro. De esta manera se alteraban y distorsionaban las finalidades de unos recursos didácticos que pretendían favorecer la comunicación con la realidad, contribuir a someter a crítica la sociedad en la que se vive, sus valores dominantes, los intereses que subyacen a las acciones que se proponen, etc.
Todas las profesoras y profesores saben enunciar múltiples tareas para desarrollar en las aulas; quien más quien menos conoce experiencias prácticas de formas de trabajo en las instituciones docentes, pero la cuestión principal es su planificación, análisis y seguimiento sin perder nunca de vista su razón de ser; ser conscientes del motor que orienta la selección de las acciones prácticas que se desarrollan en las aulas y centros docentes. Lo realmente importante es la filosofía que subyace a cada modelo de trabajo curricular.
Un currículum integrado no recibe tal nombre sólo por aparecer esbozado en unos papeles en forma de propuesta en la que los contenidos aparecen organizados interdisciplinarmente, se proponen metodologías didácticas basadas en la investigación y colaborativas, etc. Es necesario que esta coherencia también sea perceptible por el propio alumnado al que está destinada la propuesta.
Lograr una mayor comunicación en las aulas, entre el currículum escolar y la realidad pasa por hacer visible al alumnado las conexiones entre los contenidos que las instituciones escolares trabajan y su concreción y validez para comprender e intervenir en la sociedad. Puede suceder que los contenidos que se trabajen sean considerados como relevantes y necesarios por el profesorado, pero eso no basta; las chicas y chicos necesitan captar desde el primer momento su validez y finalidad, algo que servirá como motivación (la palabra mágica, tantas veces desvirtuada).
Poner en relación explícita ante el alumnado unas disciplinas con otras es también una manera de descubrir y dejar patente cuestiones comunes que tienen diversas especialidades entre sí, de sumar esfuerzos para hacer frente a problemas sociales y naturales que tienen por finalidad resolver. Es una forma de contribuir a no levantar falsas barreras entre disciplinas, de evitar las fronteras entre especialidades y, lo que e peor, la incomunicación entre saberes especialistas y la sociedad para la que trabajan y sirven.
Cuanto más visibles se hagan para el alumnado los elementos comunes y las relaciones entre las diversas especialidades del conocimiento, más fácil les resultará comprender informaciones que de manera aislada requerirían un mayor esfuerzo; los procesos de memorización se verán igualmente mejorados y, algo que también es importante, se facilitarán las posibilidades de buscar las aplicaciones prácticas de conceptos, saberes, técnicas y destrezas.
El trabajo en equipo en las propuestas curriculares integradas.
Esta filosofía y praxis educativa exige también que el profesorado genere nuevas disposiciones. En una sociedad donde los discursos tecnológicos son hegemónicos, donde lo que priva son diseños construidos según los principios de predictibilidad, control, eficiencia, rígida secuencialización de tareas, etc., esta nueva filosofía promueve la recuperación de una atención primordial a la significatividad de las propuestas de trabajo tanto para estudiantes como para el profesorado; se parte de que es propio del trabajo educativo que existan contradicciones, ambigüedades y, lógicamente tensiones, dada la diversidad de experiencias y peculiaridades de las personas que interactúan en toda aula y centro educativo (Ph. W. Jackson, 1994).
Un currículum integrado es una propuesta que se desarrolla a lo largo de un periodo de tiempo más largo de lo que los temas o lecciones de los planes de trabajo disciplinares más tradicionales, por tanto, tiene que ser una propuesta abierta y flexible en la que aparezca contemplada la posibilidad de que el propio alumnado pueda realizar elecciones, introducir focos de atención o modificaciones en su desarrollo que, en principio, no se perciben, pero que surgen durante la realización práctica de la propuesta y resultan coherentes con ella.
Asimismo, esta concepción educativa tiene implicaciones en las modalidades organizativas de los centros de enseñanza. Quizás una de las cuestiones que obliga a mayores esfuerzos, es el requisito del trabajo en equipo, primero entre el profesorado y, a continuación, entre el alumnado, así como de éste con sus profesoras y profesores.
En un sistema educativo que prima tanto las individualidades y el papel de las personas especialistas, la filosofía de la integración requiere transformar de raíz los hábitos de trabajo del profesorado, especialmente en aquellas etapas educativas en las que el profesorado se selecciona y organiza por disciplinas, por ejemplo, en educación secundaria y formación profesional. Es preciso conformar estructuras que permitan que esos expertos y expertas de cada una de las disciplinas y niveles establezcan cauces de comunicación, crear espacios que permitan el trabajo en equipo, que hagan posible el llevar a cabo un trabajo interdisciplinar. Los temores personales a la hora de ponerse a colaborar son obstáculos que es preciso derribar. Quien más quien menos fue formado en una tradición de trabajo individual y ello generó personas con temor a compartir.
Las profesoras y profesores necesitan también aprender a descubrir nexos entre las disciplinas, detectar qué estructuras conceptuales, destrezas, procedimientos y valores son más interdependientes, cuáles se están compartiendo, aun sin ser conscientes de ello, y cuáles y cómo es posible coordinar, así como cuándo es factible hacerlo.
Esta filosofía implícita en el currículum integrado va también a repercutir positivamente en el favorecimiento de una destreza capital para cualquier sociedad democrática, cual es la de desarrollar capacidades y hábitos de negociación. Tanto docentes como alumnas y alumnos, a medida que vayan participando en propuestas curriculares integradoras, irán aprendiendo a debatir, reflexionar en equipo y negociar democráticamente tareas y modos de llevarlas a cabo. No olvidemos que la única manera de formar personas democráticas es haciéndolas partícipes de instituciones escolares con modos de funcionamiento democrático, que les obligan a ejercer modalidades democráticas de trabajo e interacción.
En la medida que un currículum integrado requiere hacer propuestas de trabajo coherentes, con sentido para el alumnado y, por supuesto, para el profesorado, en esa medida se requiere debatir, aclarar y convencerse mutuamente de los objetivos de cualquier tarea escolar que se planifique y, proponga, plantear y discutir posibilidades alternativas, etc. Es una forma de aprender a moverse en estructuras flexibles, en una sociedad y momento histórico donde también la palabra flexibilidad se convirtió ya en una de las palabras mágicas de mayor actualidad.
BIBLIOGRAFÍA:
DELFATTORE, J. (1992): What Johnny Shouldn’t Read. Textbook Censorship in America. New Haven. Yale University Press.
GARDNER, H. (1993): La mente no escolarizada. Barcelona. Paidós.
GOODSON, I. (1987): School Subjects and curriculum Change. Studies in curriculum History. (extend. edit.). London. The Falmer Press.
JACKSON, Ph. W. (1994): La vida en las aulas. Madrid. Morata ‑ Fundación Paideia, 3ª edic.
MESSER‑DAVIDOW, E.; SHUMWAY, D. R. & SYLVAN, D. J. (eds.) (1993): Knowledges. Historical and Critical Studies in Disciplinarity. Charlottesville. University Press of Virginia.
POPKEWITZ, T. (Ed.) (1987): The Formation of School Subjects: The Struggle for Creating an American Institution. London. The Falmer Press.
TORRES SANTOMÉ, J. (1994a): El currículum oculto. Madrid. Morata, 4ª edición
TORRES SANTOMÉ, J. (1994b): Globalización e interdisciplinariedad: el currículum integrado. Madrid. Morata.
WOOD, G. (1992): Schools That Work‑ America’s Most Innovative Public Education Programs. New York‑ Dutton.
http://www.slideshare.net/JurjoTorres/kikiriki-n-39-1996-39-45-sin-muros-en-las-aulas-jurjo-torres
«PROFESORAS Y PROFESORES EN EL OJO DEL HURACÁN»
Jurjo Torres Santomé
Foro de Educación. Pensamiento, Cultura y Sociedad, nº. 7 y 8, mayo de 2006, pp. 81-102
ISSN: 1698-7799
RESUMEN: La institución escolar es el espacio donde las nuevas generaciones toman contacto de manera intencional con el legado cultural que cada sociedad fue construyendo. Este proceso de socialización debe realizarse de modo que estimule el desarrollo cognitivo, social, afectivo y moral del alumnado. Pero en esta dinámica el profesorado es un elemento decisivo. Ser docente tiene que ver con el ejercicio de tres formas de liderazgo o «autoritas»: cultural, moral y pedagógico. El sistema educativo no es la panacea para acabar con todas las modalidades de opresión y de marginación de una sociedad, pero esos ideales son imposibles sin una buena red de centros de enseñanza y sin un profesorado bien formado y motivado.
Palabras clave: Profesorado, calidad, dimensiones morales, formación cultural, profesionalidad docente, justicia curricular.
Es preciso contemplar el trabajo docente desde perspectivas más interdisciplinares, no como una serie de tareas que se pueden fragmentar sin mayores consecuencias, como un conjunto de actividades independientes entre sí. Por el contrario, este tipo de desempeño profesional sólo es comprensible y muestra su razón de ser cuando lo contemplamos como algo integrado, cuando analizamos lo que hacemos y pensamos tomando en consideración perspectivas de análisis muy diversas.
Si el sistema educativo es un subsistema más de los que consta nuestra sociedad, en buena lógica tendremos que asumir que también va a estar interrelacionado con los demás. Las esferas de la economía, del mundo del trabajo de la política, de la justicia, de la cultura siempre mantienen vinculaciones con la de la educación. Las explicaciones de lo que acontece en cada una de ellas será preciso, por tanto, buscarlas atendiendo a las demás, buscando las interconexiones e influencias recíprocas.
Estas interdependencias son las que nos permitirán comprender mejor la dinamicidad de nuestras sociedades. Si diariamente vemos cómo determinadas decisiones políticas inciden en el mundo laboral, en el movimiento de la bolsa de valores, en la creación o cierre de industrias, en el mantenimiento, creación o paralización de cultivos agrícolas y producciones ganaderas; si comprobamos como ciertas decisiones en los mercados económicos van a influir en la política cultural de una sociedad (por ejemplo, facilitando o impidiendo la continuidad de determinados medios de comunicación de masas, la circulación de información, la creación y/o el mantenimiento de bibliotecas, museos, teatros, orquestas, ballets, editoriales, industrias cinematográficas, centros de ocio y tiempo libre, etc.); o como la aprobación de una legislación judicial específica incide en la fabricación de determinados productos, en la apertura o clausura de líneas de investigación, en el fomento de otros modos de conducir un automóvil, en el consumo de ciertas sustancias, etc.; es lógico que influencias y dependencias similares tengan lugar en relación con el sistema educativo.
En las últimas décadas aprendimos a ver cómo el mundo de la educación, contemplado de una manera más global, se ve afectado por decisiones políti- cas, económicas, culturales, religiosas e, incluso, militares. Este tipo de análisis, sin embargo, no es habitual traerlo a colación a la hora de referirnos y analizar el trabajo cotidiano del profesorado. Por no decir que una parte del colectivo docente sólo ve las dimensiones de la política y la economía en el salario que percibe, en el número de horas a trabajar, o en las posibilidades de elegir centro y materias de enseñanza. Asimismo, tampoco podemos ignorar que en los últimos años una parte muy importante de este colectivo estuvo explicando todo lo que acontece en los centros y aulas como resultado exclusivamente de las distintas Leyes de Reforma del Sistema Educativo.
De todos modos, es preciso reconocer que la mayoría del profesorado fue aprendiendo a pensar y a analizar el sistema educativo de una manera fragmentada, sin tratar de ver las interconexiones que existen con otras realidades externas al centro escolar. Así, por ejemplo, cuando los colegios deciden llevar a cabo campañas contra la droga o de prevención ante el SIDA, es insuficiente creer que la solución de tales problemáticas sociales va a tener que darse sólo desde el trabajo en las aulas. Incluso este trabajo escolar de prevención, si se quiere que sirva realmente para algo, va a exigir del profesorado análisis adecuados de otras problemáticas sociales asociadas al consumo de drogas o a las posibilidades de contagio del SIDA. Es decir, no basta con informar a las personas de los riesgos de contraer determinada adición o infección con un virus mortífero. Es imprescindible llevar a cabo análisis más globales que ayuden a sacar a la luz las razones por las que determinados sectores de la juventud optan por este tipo de conductas de riesgo.
Si se hacen análisis más globales, tomando en consideración un mayor número de perspectivas, es fácil que sea preciso detenerse a contemplar la responsabilidad que en tales problemas tiene un determinado modelo de sociedad. Así, por ejemplo, la apuesta por políticas económicas neoliberales estamos viendo que tienen importantes responsabilidades en ese querer escapar de una realidad que genera frustración y fracaso en muchas personas, dado que lo único que se favorece e incentiva es un consumo desmesurado. Pero, al mismo tiempo, a la mayoría de las personas se les van a poner trabas a ese afán consumista, bien porque no tienen posibilidad de encontrar un puesto laboral y, por consiguiente, no disponen de recursos económicos para satisfacer esas necesidades que el mercado les genera, o bien porque reciben salarios injustos y no les basta para satisfacer sus necesidades más primarias. Las personas de colectivos sociales como inmigrantes de etnias minoritarias sin poder o pertenecientes a las clases sociales más populares es fácil que se vean forzadas a buscar vías de escape a través de adicciones que, en principio, les permitan olvidar sus problemas.
Con análisis más globales podremos comprobar cómo entre las verdaderas razones de esas conducta patógenas hay un mundo sin ideales de solidaridad y dominado por valores como la ambición excesiva, el egoísmo, la pérdida de sentido de la vida, la rivalidad y competitividad desmesurada, la incapacidad para el diálogo, etc. Como muy bien pone de manifiesto Cornelius CASTORIADIS (1998, págs. 21-22), «saliendo de una familia débil, frecuentando –o no– una escuela que experimenta como una obligación fastidiosa, el joven se enfrenta a una sociedad en la que prácticamente todos los «valores» y las «normas» han sido reemplazados por el «nivel de vida», el «bienestar», el confort y el consumo. Ni religión, ni ideas «políticas», ni solidaridad social con una comunidad local o laboral, con los «camaradas de clase» (…) Vivimos en la sociedad de los «lobbies» y de los «hobbies»».
Si se traen a colación este tipo de explicaciones cuando se analiza la razón de ser de esas conductas de riesgo que la sociedad encarga prevenir a los centros de enseñanza, es fácil que se tengan que hacer adaptaciones importantes en el currículum, acordes con tales causas.Ya no bastará informar, sino incidir y estimular conductas que vayan eficazmente a la raíz del problema. De lo contrario, es posible que únicamente se le haga ver al alumnado el riesgo que corre si se hace adepto al consumo de determinada sustancia. Con una estrategia informativa reduccionista, lo máximo que se logrará, y para eso con grandes dificultades, es que algunos estudiantes decidan no iniciarse en el consumo de esas sustancias cuya peligrosidad se ha logrado demostrar en las aulas, pero se harán adeptos a otras, porque ese programa de prevención no contemplaba la necesidad de ir más allá y, en consecuencia, hacer frente a las verdaderas razones que subyacen a la mayoría de los comportamientos de adición a sustancias o conductas de riesgo.
Un ejemplo como el anterior explica la necesidad de una adecuada contextualización del trabajo docente. El profesorado tiene que acostumbrarse a ver su trabajo en relación con lo que acontece en otras esferas sociales, a contemplar los condicionantes políticos, filosóficos, políticos, económicos y culturales de su trabajo y, por tanto, de todo lo que acontece en sus aulas. Es de esta manera como podremos revisar con mayor pertinencia y rigor qué papel deben asumir los profesores y profesoras en nuestras sociedades.
En esta labor de repensar en qué consiste ser docente es imprescindible no olvidar la razón de ser de las instituciones escolares y de su obligatoriedad en el momento histórico presente.
La institución escolar nació y sigue existiendo con una finalidad expresa en la que todo el mundo coincide. Es el espacio donde se produce de manera intencional la toma de contacto con el legado cultural que cada sociedad fue construyendo. Las nuevas generaciones adquieren consciencia de su pertenencia a una comunidad, construyen destrezas y asumen valores que los identifican como miembros de una específica sociedad y cultura; desarrollan estrategias para interpretar el mundo que les rodea, lo que dará como resultado que las personas que comparten un determinado espacio y participan de las mismas instituciones acaben compartiendo concepciones de la realidad, así como posibilidades y limitaciones a la hora de intervenir en ella.
Según Amy GUTMANN (1987, págs. 42 y ss.) una sociedad democrática recurre a la educación con dos intenciones: 1) Para orientar a las niñas y niñas hacia determinados estilos de vida y para que eviten otros. Esto obliga a educar personas reflexivas, que aprenden a comprender, deliberar y a discernir entre diferentes opciones y modos de vida. 2) Para garantizar la libertad de las personas. Asegurar estas capacidades de deliberación y de libertad conlleva asumir dos principios básicos: a) de no-represión y b) de no-discriminación.
Comprometerse en una educación no represiva supone evitar la tentación de que quienes controlan el Estado, la Administración Educativa o los centros de enseñanza impongan sus propias opciones, frente a otras muchas rivales que moralmente se pueden aceptar como adecuadas. La manera de favorecer la libertad del alumnado es asegurando y promoviendo procesos de deliberación racional. Estas capacidades reflexivas demandan, a su vez, libertad para acceder a toda clase de perspectivas en los contenidos culturales con los que se trabaja en las aulas e, incluso, para seleccionar otros temas u otros proyectos curriculares más relevantes y significativos.
El segundo principio obliga a que las instituciones escolares se caractericen por ser espacios en los que no se producen discriminaciones. Responsabilizarse de evitar discriminaciones exige garantizar a todos los colectivos humanos que a sus hijos e hijas se les ofrece una educación capaz de asegurar el desarrollo de sus capacidades de deliberación y autonomía. Entre otras cosas, es imprescindible garantizar que todos los chicos y chicas acuden a centros escolares bien dotados, con recursos y profesionales competentes y durante jornadas escolares amplias y suficientes.
Lógicamente, este encargo que la sociedad le hace a la institución escolar conlleva que los profesionales responsables de este trabajo sean personas cul- tas, intelectuales. No se puede educar, transmitir un legado cultural si no se tiene una formación cultural sólida. En consecuencia una exigencia del puesto de trabajo docente tiene que ver con el ejercicio de un liderazgo cultural, entendido como la «autoritas» que emana de una rigurosa formación intelec- tual, de su prudencia, de su sabiduría, de su prestigio científico y profesional, y de su capacidad de persuasión moral.
A) Liderazgo cultural del profesorado
A mi modo de ver, es aquí donde radica una, no la única, de las claves del éxito o fracaso de las políticas educativas. Conviene notar como, normalmente, no es al profesorado al que se le estimula y exige una sólida formación cultural. Las instituciones de formación del profesorado de Educación Infantil y Primaria en los últimos años incluso llegaron a abandonar este foco de atención para derivar a una formación dominada casi en exclusiva por la pedagogía y la psicología. Este tipo de preparación es imprescindible, pero muy incompleta cuando se convierte en el único centro de interés. Suele haber un pensamiento implícito que contribuye a que, con demasiada frecuencia, se eluda el debate acerca del nivel cultural que se debe exigir al colectivo docente. Se asume que como son muy elementales y básicos los contenidos culturales que se trabajan con las niñas y niños de estas etapas educativas, basta con que el profesorado tenga una mínima formación. Sin embargo, la realidad es muy diferente, pues todo el mundo sabe hoy que, en la mayoría de las ocasiones, quien mejor divulga un tema es quien más sabe. Sólo cuando se sabe mucho de un tema es posible distinguir entre la información esencial, de la menos importante; diferenciar lo que en realidad es básico de todo otro conjunto de informaciones accesorias y poco relevantes; así como, se es consciente de si se está actualizado o no sobre el tema que se va a divulgar, y de los debates y perspectivas en el tema objeto de atención, así como de cuáles son las fuentes informativas mejores y más objetivas.
No obstante, hubo una coincidencia de varias circunstancias determinantes en este desviacionismo psicopedagógico. Factores políticos, económicos y culturales contribuyeron decisivamente a esta escoramiento formativo y profesional. Es obvio que los grupos sociales que controlan y/o tienen acceso a posiciones de poder se van a preocupar de promover aquellas cosmovisiones y producciones culturales que más les benefician, o sea, tratarán de imponer unos contenidos culturales «oficiales» y, simultáneamente, pretenderán ponerle freno a aquellos otros capaces de criticar y poner en cuestión las formas hegemónicas de organización de esa sociedad, sacar a la luz las discriminaciones existentes en el mercado laboral, así como las dificultades que muchas personas tienen en el acceso a la vivienda y para disponer de condiciones que permitan llevar una vida digna. Muy difícilmente el currículum oficial va a tolerar que el alumnado pueda llegar a ser consciente de las perversiones de los actuales modelos productivos y laborales capitalistas, causantes del desempleo, responsables de la precariedad de los contratos laborales, de la degradación y expoliación ambiental, de la explotación de los recursos naturales y humanos de los países africanos más pobres, de las neurosis y, principalmente, de las depresiones de un número cada vez mayor de trabajadoras y trabajadores.
Una prueba de este control y censura de la información es la lucha que, en la actualidad, se está produciendo por el control de los medios de comunicación social. Todo el mundo es consciente de cómo los principales grupos de presión política y económica tratan de hacerse con el control de periódicos, revistas, cadenas de radio y televisión, Internet, etc.
Vemos así, como los grupos políticos más conservadores vienen concentrando todos sus esfuerzos en vigilar la «ortodoxia» de los contenidos culturales que se trabajan en las aulas. Un ejemplo de esto es la carta que el Eagle Forum, uno de los grupos más activo de la derecha norteamericana, puso en circulación entre las familias y activistas sociales más conservadores de los Estados Unidos (Michael W. APPLE, 1998, págs. 78-80). Carta en la que se incita a la movilización de las familias contra el profesorado que trate en las aulas, por ejemplo, teorías evolucionistas en vez de las creacionistas, que trabaje con proyectos curriculares que pongan en cuestión a los Estados Unidos, que incluya, por ejemplo, temas de sexualidad humana, debates e informaciones sobre el sexo prematrimonial, el sexo extramatrimonial, la anticoncepción, el aborto, la homosexualidad, la prostitución, el incesto, la masturbación, el divorcio, el control de la natalidad, o los roles en el hogar de hombres y mujeres. Tampoco se admite que se puedan ofrecer curricula en los que se reflexione sobre alcohol y drogas; que se investigue sobre contenidos relacionados con guerra nuclear, política nuclear o sobre temas nucleares. Asimismo, no se permite la elaboración de sociogramas y sociodramas, ni «exámenes psicológicos y psiquiátricos, tests o encuestas diseñados para extraer información sobre actitudes, hábitos, rasgos, opiniones, creencias o sentimientos de cualquier individuo o grupo».
Hubo también, y siguen existiendo, razones provenientes del mundo de la economía y de la producción que coadyuvan a no incidir en mayores exigencias en la formación cultural de las profesoras y profesores. Desde el mundo de la producción taylorista y fordista se contemplaba como más importante disciplinar al alumnado que dotarlo de capacidades de análisis y crítica que pudieran dar lugar a la aparición de unos ciudadanos y ciudadanas capaces de cuestionar los modos predominantes de organización del trabajo y de la producción, además de la cuantía de los salarios y el reparto de la plusvalía, en los que se basan los modelos capitalistas y neoliberales (Philip W. JACKSON, 1996; Jurjo TORRES SANTOMÉ, 2005).
El predominio del paradigma positivista vino a apuntalar también la idea de una figura docente como «profesional» o «ingeniero técnico». Lo que desde perspectivas positivistas del conocimiento se veía como necesario para incrementar los niveles de calidad del sistema educativo era la necesidad de que grupos de élite se dedicaran a la investigación educativa y, luego, divulgar entre el profesorado aquellas leyes universales que servirían para explicar el éxito y fracaso de los aprendizajes y, por tanto, para promover situaciones de enseñanza y aprendizaje adecuadas. La psicología se encargaría de formular leyes universales del aprendizaje que funcionarían con independencia de las condiciones sociohistóricas en las que tiene lugar la vida de las personas. El profesorado debería aprender esas leyes y, una vez entendidas, le correspondería ponerlas en práctica en sus aulas. Se trataba de descubrir el modo «exacto y correcto» de aprender y, a continuación, crear situaciones de enseñanza y aprendizaje acordes con tales principios y leyes.
Esta epistemología positivista fue conformando un tipo de pedagogía acorde. Se trataba de ir descubriendo leyes para organizar las aulas, agrupar al alumnado, motivarlo, ofrecerle estímulos, disciplinarlo y evaluarlo. De este modo, surgieron unas pedagogías más o menos derivadas de las teorías del aprendizaje estímulo-respuesta, por tanto, modelos didácticos que dirigían su atención a los procesos expositivos de los que se valían los profesores y profesoras para que niñas y niños aprendieran unos contenidos culturales «indiscutibles», para lograr unas competencias u objetivos conductuales, siempre argumentados como «neutrales» o, lo que es lo mismo, asociales y ahistóricos. Se trataba de ver cómo había que organizar de manera fragmentaria la información y exponerla recurriendo a la menor cantidad de palabras para que pudiera ser memorizada más fácilmente por el alumnado y, además, fuera factible incluir el mayor número de temas o lecciones en el menor tiempo posible.
El alumnado tenía que memorizar todos esos datos, a ser posible comprendiéndolos (aunque este matiz, en la práctica, el alumnado sabe que no era imprescindible. Ahí está la gran variedad de técnicas y estrategias de copia y chuletaje que el alumnado fue construyendo para «aparentar» que sabía o entendía aquello que se le exigía como de gran valor e indispensable para poder seguir aprendiendo y avanzando en el sistema escolar). Una prueba de esta distorsión de lo que significa aprender la ofrecen la mayoría de los libros de texto que circulan en nuestro sistema educativo y en los que se puede comprobar cómo al final de cada lección (con un texto informativo de muy reducidas dimensiones) incorporan un «recuerda», o sea, una especie de resumen de lo más importante de esa minúscula información anterior. En buena lógica, cuando el alumnado se enfrenta con esta modalidad de libros de texto, lo que mayoritariamente va a hacer es concentrarse en estos «recuerda» o «resumen» y dejar de lado el resto de la información.
Si los contenidos culturales derivados de epistemologías positivistas se asume que son neutrales, que son independientes de las condiciones de producción, de las características y condiciones de quienes participan en su construcción y formulación, entonces lo que se precisa en el sistema educativo es una persona, o incluso un recurso instrumental: un libro de texto o un programa de ordenador, que haga un «traspaso» de esos contenidos a las mentes del alumnado. Lo importante es descubrir cómo organizar esos contenidos, cómo presentar la información al alumnado, cómo motivarlo de manera adecuada, cómo ubicarlo en las aulas, qué normas disciplinarias imponer y, por supuesto, cómo ir evaluando con precisión y exactitud el progreso de cada estudiante.
Este tipo de perspectiva tecnocrática va a relegar el debate acerca de qué contenidos culturales vamos presentar al alumnado, y por qué; así como de qué puntos de vistas se eligen, a quién benefician las perspectivas elegidas, quienes no existen, a quienes se malinterpreta, qué sesgos informativos existen en los recursos que se utilizan en las aulas, etc.
En la década de los ochenta y, fundamentalmente la de los noventa, una vez que el positivismo y los modelos conductuales habían sido objeto de ataques contundentes, comenzó a entrar en escena un constructivismo un tanto descafeinado, releído desde posiciones psicológicas conservadoras. Una perspectiva que también coincidirá en buscar explicaciones del aprendizaje de manera descontextualizada y, lógicamente de un modo «despolitizado». Su divulgación se trató de hacer, ofreciéndolo como la piedra filosofal del sistema educativo, cual «bálsamo de Fierabrás».
Esta nueva epistemología se presenta con argumentos con demasiado énfasis en dimensiones individualistas o excesivamente «universalistas», abstrayéndose de las peculiaridades de cada comunidad y del momento sociohistórico que está viviendo. En estos discursos psicológicos el ser humano aparece confinado al margen de aspectos esenciales como son sus dimensiones socioculturales e histórico-geográficas. En ellos no se trata de poner de relieve cómo estas variables juegan un papel decisivo en la adquisición del conocimiento, del sistema de valores y en el desarrollo de destrezas, tanto en su selección como en su valoración, interpretación y aceptación.
Incluso, el discurso que en las dos últimas décadas se viene realizando sobre el fracaso escolar, en especial desde la entrada en escena del constructivismo psicológico, individualiza a cada estudiante con problemas. El éxito y el fracaso aparecen exclusivamente como responsabilidad individual, por consiguiente no se analizan ni evalúan las responsabilidades de la Administración (por ejemplo, sus inversiones económicas, las políticas de privatización, el control del conocimiento oficial, la dejadez de la formación y actualización del profesorado, etc. Se olvida que no todos los centros escolares son iguales, sino que disponen de espacios, de dotaciones materiales de manera muy desigual, e incluso de profesionales con preparación y grados de compromiso muy diferentes.
Cuando afirmamos que el profesorado tiene que ser culto, no queremos decir que tiene que ser una enciclopedia andante, personas que pretenden saberlo todo. Algo que los modelos tradicionales promovieron; no olvidemos que incluso los primeros libros de texto eran denominados como «enciclopedias», libros que recogían una síntesis de todo lo que se consideraba el saber oficial. Pero al ser síntesis lo que aparecían eran definiciones, enumeraciones y clasificaciones, sin prestar atención a los porqués de tales definiciones, a los conflictos que subyacen en su producción, a las implicaciones de las síntesis que se ofrecían, etc. Síntesis que a su vez propagaban una visión consensuada de la ciencia, algo que estaba y sigue estando muy lejos de la realidad. La producción de conocimiento, por el contrario, suele ser conflictiva. Las rivalidades entre epistemologías, entre comunidades científicas e, incluso, los antagonismos, celos y envidias a nivel más individual, son algo idiosincrásico del proceso de conocer.
De ahí que, más importante que ser enciclopedia, es tratar de ser una persona especialista en aquellas parcelas del conocimiento que cada docente tiene a su cargo.
Notamos que alguien sabe de un tema, no sólo por lo que es capaz de afirmar, sino también por los interrogantes que plantea, por las dudas que formula y por los problemas y la curiosidad que fomenta en las mentes de quienes se creen en posesión de la verdad. Estar convencido de que se sabe algo supone frenar las posibilidades de seguir aprendiendo. Hoy es algo admitido que los seres humanos nos caracterizamos porque lo único que sabemos hacer es construir un conocimiento provisional y no definitivo, es decir un tipo de saberes con los que, en el mejor de los casos, vamos resolviendo algunos de los problemas más acuciantes que somos capaces de percibir. Esa provisionalidad es el verdadero motor de la ciencia y del progreso humano.
A través de la historia las personas que consideramos más sabias, normalmente lo que hicieron fue poner en duda formulaciones, saberes y técnicas que una importante proporción de la población ya consideraba como definitivas.Y es esa capacidad de problematizarse lo que explica las grandes revoluciones científicas. Esta filosofía es la que se corresponde con el famoso pensamiento del filósofo griego Sócrates, «sólo sé que no sé nada», fruto de su convencimiento de la necesidad de cuestionarse todas las certidumbres que utilizamos las personas para organizar nuestra vida y actuar. Sin embargo, cuando analizamos los contenidos culturales tal y como se vehiculan a través de los libros de texto, nos encontramos con posicionamientos contrarios a los socráticos: la verdad ya está descubierta, sólo hay que memorizarla. Es muy difícil encontrarse con interrogantes abiertos en las informaciones que reproducen los libros de texto o en los métodos pedagógicos tradicionales basados en lecciones magistrales.
Cuando defendemos una figura docente como «intelectual», y no como «técnico» o «ingeniero», lo que se subraya es la necesidad de una persona con competencias para participar en la construcción del conocimiento y no, exclusivamente, en la memorización, almacenamiento y divulgación de los datos que otras personas elaboraron. El profesorado precisa investigar en las parcelas de conocimiento en las que es especialista, pues es también la forma de estar al tanto de los problemas, dilemas y resultados que se generan en su ámbito disciplinar.
Sólo un profesorado culto puede educar personas con gran apertura de mente, con la convicción de que necesitan estar atentas a lo que acontece y se piensa a su alrededor; persuadidas de que es preciso contrastar todas las informaciones y observaciones para asegurarse de que lo que se piensa, se decide y se hace está suficientemente avalado y razonado.
Podemos distinguir tres tipos de personas en función de su nivel de apertura a las ideas ajenas: alienadas, dogmáticas y críticas. Las personas de mente alienada no tienen interés en escuchar los argumentos opuestos o en analizar sus propias creencias y operan sólo siguiendo eslóganes y estereotipos. Se correspondería con lo que C. Wright MILLS (1987, pág. 296) denomina «el hombre de la masa», una persona aprisionada por sus preocupaciones personales, pero que no se da cuenta de su verdadero origen y significado; incapaz de expresar opiniones diferentes a las de aquellos grupos sociales instalados en situaciones de poder y a los que sigue con los ojos vendados. Por el contrario, las dogmáticas se preocupan de conocer los puntos de vista opuestos, pero sólo con la intención de refutarlos; no son personas abiertas a la posibilidad de admitir imperfecciones o defectos en sus creencias. Sin embargo, las personas con mentalidad crítica están dispuestas a admitir perspectivas y puntos de vista contrarios, puesto que asumen que cualquier sistema de creencias tiene flancos débiles y que pueden subsanarse en la medida en que se confrontan con informaciones y creencias diferentes. El debate pasa a ser considerado como algo imprescindible para formar su opinión y tomar decisiones.
Una figura docente con autoridad intelectual, precisa, asimismo, estar interesada por convertirse entre su alumnado en una autoridad moral.
B) Liderazgo moral del profesorado.
Las profesoras y profesores son parte de una comunidad educativa institucionalizada, considerada de asistencia obligatoria para las nuevas generaciones y, por tanto, con responsabilidades no sólo ante el alumnado y sus familias, sino además ante la sociedad. Es obvio que en sus puestos de trabajo hay una dimensión moral muy importante; ésta es consustancial tanto a las normas de convivencia que se precisan elaborar para facilitar un modelo de organización de la institución que facilite las interacciones humanas y llevar a cabo procesos de enseñanza y aprendizaje, como al cumplimiento de los fines educativos que la sociedad encarga a esta institución.
Las instituciones escolares tienen un compromiso con la educación de las nuevas generaciones. Su finalidad de capacitarlas para poder convivir y participar en la sociedad obliga a la institución escolar a tomar una ingente cantidad de decisiones, lo que, a su vez, implica que las personas que participan en este trabajo se comporten como personas morales. Algo que, aunque es compartido por todo el mundo, no siempre es objeto de reflexión y foco de atención consciente. Las dimensiones morales son visibles en el momento en que se analiza el lenguaje cotidiano en cualquier centro, tanto el que verbaliza el profesorado como el alumnado. Palabras como justicia, respeto, compañerismo, honestidad, paciencia, prudencia, independencia, lealtad, libertad, confianza, comprensión, fortaleza, magnanimidad, gratitud, humildad, humanidad, etc. inundan el ambiente sonoro de cualquier centro.
Cuando hablamos de la necesidad de una figura docente con un liderazgo moral, estamos proponiendo la de un trabajador y trabajadora de la enseñanza consciente de su compromiso con estos valores; que se autoevalúa y está dispuesto a ser evaluado para adecuar sus comportamientos cotidianos en los centros de enseñanza a esos ideales morales con los que se encuentra explícitamente comprometido.
El ejercicio de la docencia implica también una actitud ante el conocimiento en general, con los contenidos culturales que se seleccionan y trabajan en los centros y aulas escolares. Algo que en estos momentos obliga a ser muy cautelosos, pues «desde hace unos veinte años, el sistema educativo occidental ha entrado en una fase de desintegración acelerada. Sufre una crisis de con- tenidos: ¿qué se transmite, y qué debe transmitirse, y según qué criterios? Es decir: una crisis de «programas» y una crisis de aquello en vista de lo cual se definen estos programas. Conoce también una crisis de la relación pedagógica: se ha hundido el tipo tradicional de la autoridad indiscutida, y nuevos tipos –el maestro-compañero, por ejemplo– no alcanzan ni a definirse, ni a imponerse, ni a propagarse» (Cornelius CASTORIADIS, 1998, pág. 21).
Por tanto, al hablar de contenidos culturales estamos obligados a plantearnos y a cuestionarnos la veracidad de los datos con los que se va a entrar en contacto. Este compromiso demanda una figura profesional comprometida con la búsqueda de la verdad, que está obligada a luchar contra el fraude y la mentira; personas con apertura de mente, con una enorme curiosidad por saber.
Pero, como subraya Hugh SOCKETT (1993), aprender es difícil y laborioso y, por consiguiente, se precisa que estas personas tengan valor, coraje, así como interés y paciencia. No olvidemos que la verdad con demasiada frecuencia es socialmente conflictiva y puede ser causa de muchos problemas su defensa en público.
El ejercicio de la docencia en las aulas conlleva, asimismo, el compromiso con una serie de valores, tales como la honestidad, imparcialidad, sinceridad, respeto, solidaridad, confianza, amabilidad, benevolencia, etc. Este tipo de dimensiones de la enseñanza tienen dificultades para convertirse en foco de atención explícita, en la medida en que un lenguaje cargado de numerosos tecnicismos inunda los discursos y proyectos del profesorado. Conceptos y vocablos especializados que, por otra parte, son el ropaje con el que se presentan los modelos más tecnocráticos y positivistas. Así, por ejemplo, hablar de «competencias», «programación», «destrezas», «procedimientos», «constructivis- mo», «modificación de conducta», «excelencia», «calidad», «diversificación curricular» o de «ACIs (adaptaciones curriculares individuales)», facilita o incluso promueve una concepción del trabajo docente y de los procesos de enseñanza y aprendizaje como un trabajo técnico o ingenieril. Con ello no quiero decir que el compromiso con los valores implique que debamos abandonar todos esos conceptos, pero sí que es necesario ser conscientes de la obli- gación de tamizar en todo momento cada uno de los términos o conceptos más técnicos que acompañan el discurso y práctica educativa a través del cedazo de los valores con los que cualquier institución educativa democrática debe sentirse comprometida. Tienen que ser estos valores los que se utilicen para evaluar el grado de pertinencia, la validez de tales conceptos y técnicas.
Las dimensiones morales deben también sacarse a la luz a la hora de contemplar el trabajo de los profesores y profesoras como el de una comunidad educativa comprometida con el favorecimiento del desarrollo intelectual, moral, social y físico de los niños y niñas. Este trabajo en el seno de una comunidad educativa va a requerir de una figura docente que sabe trabajar en equipo tanto con sus colegas, como con el alumnado; una persona con un espíritu de colaboración, que se vio y ve obligado a desarrollar capacidades y hábitos de negociación.
Un sistema educativo que prima tanto las individualidades y el papel de las personas especialistas con diferente estatus y prestigio (maestras y maestros generalistas y especialistas, profesorado especialista, psicopedagogos o psicopedagogas, logopedas, asistentes sociales, además de las figuras de dirección e inspección), no es algo que facilite modalidades de trabajo cooperativo. En la mayoría de los centros de enseñanza no existe una tradición de trabajo en equipo entre el profesorado de las distintas asignaturas y de los diferentes niveles educativos. Los temores personales a la hora de ponerse a colaborar son obstáculos que es preciso derribar. Quien más quien menos fue formado en una tradición de trabajo individual y ello generó personas con temor a compartir, con miedo al ridículo y a equivocarse. Es imprescindible que cada docente caiga en la cuenta de los dilemas éticos y morales que son consustanciales a su trabajo. En este sentido, urge tener presente las cuestiones de democracia, equidad y justicia social y estar siempre muy atentos a cómo se manifiestan en las aulas. En un momento histórico en el que la humanidad va aceptando modelos de organización democráticos, va asumiendo que la diversidad es la nota idiosincrásica de la especie humana, los discursos y prácticas escolares tendrán que considerar las implicaciones de estos principios. No se puede ignorar que las discriminaciones del alumnado en las aulas, según su clase social, etnia, nacionalidad, religión, así como su pertenencia a uno u otro sexo, salen a la luz continuamente en todas las investigaciones. Algo que pone de manifiesto que estas dimensiones morales que deben teñir el ambiente escolar dejan mucho que desear.
Conviene tener presente que la democracia no se agota en una forma de gobierno, sino que es un modo de vivir en sociedad y, por consiguiente, afecta a la vida cotidiana de cada ciudadano y ciudadana.
Urge reconocer que la democracia no acostumbra a ser una forma de vida que define la vida cotidiana de muchas escuelas. No lo es en instituciones donde la estructura organizativa todavía es jerárquica. No son sólo los alumnos y alumnas quienes apenas tienen garantizado sus derechos (mas bien, sólo tienen deberes), sino incluso el profesorado se ve en bastantes ocasiones constreñido en el ejercicio de este derecho por las direcciones de los centros docentes y los servicios de inspección. Situación que se ve agravada en el caso de las instituciones escolares privadas, ya que, en la mayoría de los casos, son únicamente sus propietarios quienes imponen idearios y modelos pedagógicos, que tanto el colectivo docente como el alumnado deben acatar.
El liderazgo moral del profesorado necesita ejercerse no sólo en las aulas sino también con las familias del alumnado. En este sentido, es importante aprender a respetar y a ser prudentes en las interacciones con las familias. Hay familias que se quejan de como el profesorado llega a entrometerse en cues- tiones personales que no afectan para nada a la tarea educativa que la institución escolar tiene encomendada. Un ejemplo de lo que quiero decir es el caso de algunas entrevistas que tienen algunas profesoras y profesoras con las familias de los niños y niñas que acuden por vez primera al colegio, en especial en Educación Infantil y en las que se hacen preguntas acerca de si ese hijo o hija fue o no deseado. Pregunta muy frecuente, creo que por influencia de determinadas divulgaciones de la psicología psicoanalista, pero que no deja de ser una intromisión imprudente e insultante en el ámbito privado de esa pareja. Lo único que le puede interesar a cualquier docente es si esa niña o niño, en el momento presente, es o no querido o aceptado. Preguntas de ese cariz sirven para poner de manifiesto un cierto grado de improvisación y una notable falta de análisis de lo que hacemos desde perspectivas morales.
A modo de síntesis, podríamos decir que, entre los principios éticos que deben guiar el trabajo docente en una institución escolar democrática, cabe resaltar los siguientes:
* Integridad e imparcialidad intelectual, especialmenteparaserhonrados y sinceros en todo lo relacionado con el conocimiento; con los intereses económicos, políticos, sociales e ideológicos que subyacen a su construcción, difusión y utilización. Docentes y estudiantes tienen que defender y garantizar la independencia y libertad de pensamiento. Trabajar desde la sinceridad implica reconocer ante el resto del profesorado y del alumnado la propia falibilidad, las lagunas de conocimiento en los temas que se trabajan.
* Coraje moral, entre otras cosas, para defender los intereses de los más desfavorecidos.Valentía para hacer ver otras opciones no dominantes del conocimiento; para tratar de comprender y preocuparse por el alumnado socialmente más desfavorecido, por el grupo que suele generar más conflictos en sus relaciones con otros estudiantes y con el profesorado.
* Respeto. Saber discernir y respetar la idiosincrasia, los intereses y opiniones de cada estudiante, de sus familias y de los grupos sociales a los que pertenecen, en particular de aquellos cuya autoestima suele estar más debilitada por pertenecer a colectivos sociales infravalorados y explotados. No olvidemos que sobre las diferencias en los rendimientos escolares están los Derechos Humanos, es decir, el derecho a ser igual a los demás, a ser reconocido y respetado, y a no ser humillado, marginado y despreciado. Es este principio una de las razones que exige que el sistema educativo sea laico.
* Humildad, para aceptar la crítica, para someter a análisis tanto el trabajo que se desarrolla como las relaciones interpersonales que se establecen. Lo cual implica vivir en un contexto en que la persona goza de reconocimiento, es respetada, valorada y no ve amenazada su autoestima. Algo que, a su vez, garantizará la modestia como rasgo de comportamiento. La persona que se siente amenazada, con frecuencia suele generar comportamientos autoritarios y de superioridad, como mecanismo de compensación.
* Tolerancia. Es la consecuencia del reconocimiento de nuestra falibilidad lo que obliga a la tolerancia, a construir una sociedad y, por consiguiente, un clima escolar en el que tiene que ser posible la convivencia entre sujetos partidarios de diferentes concepciones científicas, filosóficas, culturales y religiosas.
* Confianza en el alumnado y en sus propias capacidades y posibilidades, lo cual no implica reconocer lagunas y dificultades, pero sabiendo que pueden ser superadas. El efecto Pigmalión es un buen ejemplo de los enormes beneficios de mostrar confianza y optimismo en las aptitudes del alumnado.
* Responsabilidad en el cumplimiento de los deberes, ante las elecciones y tareas asumidas. La responsabilidad es consecuencia de la libertad de asociación y participación, así como del compromiso con la democracia y la solidaridad. Respetar los derechos de los demás obliga a actuar con responsabilidad para no generar conductas de discriminación y no coartar sus derechos.
* Justicia. Principio que garantiza que todas las personas tengan acceso a una educación de calidad, prestando especial atención al alumnado más desfavorecido social, económica y culturalmente. Lo que obliga a disponer de un conocimiento en profundidad acerca de las personas con las que se trabaja, de las situaciones a juzgar y de sus condicionantes y necesidades. El compromiso con la justicia escolar obliga a prestar atención a los modelos de organización del centro, a las metodologías, recursos didácticos, estrategias de evaluación, así como a las interacciones personales para velar que no existan formas visibles o encubiertas de discriminación en las aulas. Todo fracaso escolar es un síntoma más de un fracaso del modelo social, político, económico, cultural y escolar de la sociedad en la que éste tiene lugar.
* Sinceridad. Éste es uno de los fundamentos en el que se sustenta la confianza. Es el valor que caracteriza a las personas responsables y coherentes entre su decir y hacer.
* Solidaridad. Principio que obliga a la ayuda mutua tanto del profesorado y el alumnado entre sí, como entre las personas que componen ambos colectivos.
C) Liderazgo pedagógico del profesorado.
Con esta denominación de liderazgo o autoridad pedagógica, pretendo referirme a la de una figura docente reflexiva que es capaz de interrogarse acerca de los métodos didácticos, recursos, agrupamientos del alumnado, modalidades de evaluación, etc. que utiliza. O sea, una figura profesional que trabaja buscando explicaciones a las decisiones que toma para promover situaciones de enseñanza y aprendizaje relevantes y significativas. Es interesante en este sentido la distinción que realiza Donald A. SCHÖN (1998) entre «reflexión sobre la acción» y «conocimiento desde la acción».
El profesorado, como cualquier otro colectivo profesional, cuando trabaja diariamente en las aulas realiza un buen número de tareas sobre las que, en muchas ocasiones, no puede dar explicaciones con facilidad. Todas las personas en muchos momentos hacemos cosas que no sabríamos describir y explicar. Su realización es fruto de un conocimiento tácito, que está implícito en nuestros patrones de acción y en nuestras rutinas e impresiones respecto a las cosas con las que estamos tratando; es un conocimiento desde la acción (Donald A. SCHÖN, 1998, pág. 55). Cualquier profesional en un momento dado identifica fenómenos y situaciones que tiene dificultades para describir y explicar. Es el caso, por ejemplo, del «ojo clínico» de las médicas y médicos, que realizan diagnósticos acertados, pero sin tener una clara consciencia de estar aplicando unas criterios determinados, ni de estar siguiendo unas reglas o procedimientos concretos. También las profesoras y profesores trabajan en muchos momentos de acuerdo con reglas y procedimientos implícitos, que muy a menudo no pueden describir y de los que frecuentemente no acostumbran a ser conscientes ni, por tanto, a ejercer un control sobre ellos. Se trata de una modalidad de conocimiento que, unas veces, está interiorizado, pero del que se fue consciente en otros momentos anteriores. Otras veces, fue aprendido de manera práctica, sin nunca haber llegado a caer en la cuenta de los porqués de aquello que se acostumbra a hacer y que, en ambos casos, quienes lo incorporan a la acción se muestran incapaces de sacarlo a la luz, de hacerlo explícito.
Pero también, todos los profesionales en determinados momentos piensan en las razones de lo que están haciendo; eligen entre diversas formas de solucionar o desarrollar algo, sopesando los pros y los contras antes de tomar decisiones; argumentan los efectos y resultados de sus formas de trabajar. Esta modalidad de trabajo es la que Donald A. SCHÖN etiqueta como «reflexión sobre la acción». Este tipo de reflexión es a la que recurren las profesoras y profesores para sacar a la luz o cobrar consciencia de comprensiones y explicaciones implícitas en procesos, acciones y juicios que han llegado a construir como resultado de experiencias prácticas repetidas una y otra vez. Esta clase de reflexión sobre la acción es la que también utilizan para contrastar, criticar y adecuar experiencias prácticas y conocimientos elaborados por otras personas y en otros lugares. El trabajo cotidiano en las aulas, la práctica, es el escenario que van a utilizar las profesoras y profesores para poner a prueba sus saberes.
Como destaca Donald A. SCHÖN (1998, pág. 67), «cuando un profesional reflexiona desde y sobre su práctica, los posibles objetos de su reflexión son tan variados como los tipos de fenómenos ante él y los sistemas de saber desde la práctica que él les aporta. Puede reflexionar sobre las normas y apreciaciones tácitas que subyacen en un juicio, o sobre las estrategias y teorías implícitas en un modelo de conducta. Puede reflexionar sobre los sentimientos respecto a una situación que le ha llevado a adoptar un curso particular de acción, sobre la manera con la que ha encuadrado el problema que está tratando de resolver, o sobre el papel que ha construido para sí mismo dentro de un contexto institucional más amplio».
Esta modalidad de reflexión sobre la acción es consustancial a un puesto de trabajo como el de la docencia, en el que la vida en las aulas es muy compleja, donde las situaciones acostumbran a ser singulares y diversas; cada niño y cada niña es diferente, tiene conocimientos previos, capacidades, ritmos de aprendizaje, intereses y expectativas idiosincrásicas. El profesorado necesita adecuar todo el conocimiento y habilidades de que dispone a la consideración de los problemas individuales de cada estudiante, y siempre tratando de tener en cuenta la relación entre las metas educativas que guían su acción educativa y los medios y recursos que se encuentran a su disposición.
Así, por ejemplo, cuando una profesora se halla ante un estudiante con dificultades para realizar una determinada tarea escolar, lo que hará es tratar de buscar una explicación a esas dificultades y procurará descubrir alguna manera de ayudarle. Para ello necesitará poner a prueba todo el conocimiento y experiencia que en ese momento posee y, en caso de no ser suficiente, tratará de seguir buscando nuevas explicaciones y saberes que puedan serle de uti- lidad; localizará experiencias de otros docentes que puedan servirle de ayuda, recurrirá a otros profesionales, etc.
No obstante, este proceso reflexivo para ser verdaderamente rico y eficaz es necesario que sea realizado en equipo, recurriendo a debates tanto con sus compañeros y compañeras, como con otros especialistas de otras instituciones educativas. Trabajar de manera cooperativa, compartiendo y ayudándose mutuamente exige caer en la cuenta de los hábitos y la cultura del individualismo en la que fuimos educados y que seguimos viviendo. El trabajo desempeñado de manera individualista acostumbra a estar más obsesionado por el éxito individual y, por tanto, en muchos casos, acaba siendo únicamente una manera de autodefensa de quien lo desarrolla. Lógicamente, es fácil que se pierda de vista que las actividades educativas son siempre un proyecto colectivo, en el que muchas personas y colectivos profesionales diferentes están implicados; que se precisan estrategias de apoyo y refuerzo mutuo, o sea, del trabajo en equipo.
Llevar a cabo procesos de enseñanza y aprendizaje en el sistema educativo requiere ser consciente de que las tareas de cada docente precisan estar coordinadas con las de sus colegas. Todo proyecto educativo, tanto en su planificación como en su puesta en acción y evaluación, es más que la suma de lo que hace cada docente de manera individual en su aula.
Cada profesora y profesor necesita tener siempre presente los nexos entre las distintas disciplinas que está trabajando su alumnado; detectar qué estructuras conceptuales, destrezas, procedimientos y valores son más interdependientes, cuáles se están compartiendo, aun sin ser conscientes de ello, y cuáles y cómo es posible coordinar, así como cuándo es factible hacerlo (Jurjo TORRES SANTOMÉ, 2000).
Esta dimensión del trabajo docente de reflexividad colegiada, que es imprescindible si se trabaja con proyectos curriculares integrados o interdisciplinares, va también a repercutir positivamente en el favorecimiento de una destreza capital para cualquier sociedad democrática, cual es la de desarrollar capacidades y hábitos de negociación. El profesorado, lo mismo que las alumnas y alumnos, a medida que participan en propuestas curriculares en las que se vean obligados a explicar y a pactar, van aprendiendo a debatir, a reflexionar en equipo y a negociar democráticamente tareas escolares y modos de llevarlas a cabo. La única manera de formar personas democráticas es haciéndolas partícipes de instituciones escolares con modos de funcionamiento democrático, que les obligan a ejercer modalidades democráticas de trabajo e interacción.
En la medida en que un currículum integrado requiere hacer propuestas de trabajo coherentes, relevantes y con sentido para el alumnado y, por supuesto, para el profesorado, en esa medida se requiere debatir, aclarar y convencerse mutuamente de los objetivos de cualquier tarea escolar que se planifique y proponga; plantear y discutir posibilidades alternativas, etc. Es esta una forma de aprender a moverse en estructuras flexibles, en una sociedad y momento histórico donde también la palabra flexibilidad se convirtió ya en uno de los conceptos seductores de mayor actualidad.
Profesionales con un talante abierto y dialogante y comprometidos con la calidad del sistema escolar es la mejor garantía para la construcción de equipos docentes que asuman que los procesos de enseñanza y aprendizaje requieren del ejercicio de una responsabilidad crítica compartida.
El trabajo de reflexión en equipo se verá facilitado o limitado por las condiciones sociales en las que se desarrolla y, por supuesto, por la manera como cada docente perciba la situación emocionalmente, y por las capacidades de interrelación que se hayan desarrollado. Para colaborar es preciso respetar y apreciar a las personas que componen el equipo docente. La sinceridad que debe reinar en las reuniones del profesorado depende de como cada persona percibe que es apreciada y respetada. Es imprescindible tener presente que en los trabajos en equipo no hay sólo fríos cerebros humanos en acción, desarrollando un trabajo exclusivamente intelectual; por el contrario, toda la persona en su globalidad está implicada. La imagen que cada profesora y profesor tiene de sí mismo es presentada y expuesta en público. Este proceso puede ver visto por cualquier ser humano como una situación de amenaza de su autoconcepto y autoestima; hay probabilidades de que sea puesto en cuestión. Es lógico que la mayoría del profesorado sienta miedo en momentos en los que su valía y capacidades profesionales y humanas son mostradas ante los demás colegas. Estos temores son más fuertes en quienes como docentes no tienen experiencia en el trabajo en equipo y, por tanto, no están seguros de que sus compañeros y compañeras se encuentran ante problemas en las aulas semejantes a los suyos. Conviene estar atentos a los excesos de ansiedad, nerviosismo, depresión o inestabilidad emocional de quienes forman parte del equipo docente y constituyen un grupo de reflexión sobre lo que acontece en las aulas y en el centro escolar (Marion DADDS, 1993).
No podemos olvidar que estamos viviendo en momentos históricos en los que el profesorado percibe que todo el mundo lo tiene en su punto de mira; no sólo eso, sino que su trabajo no acostumbra a estar valorado y reconocido. Profesoras y profesores son también conscientes de que su formación tuvo muchas lagunas, por lo que tiene miedo a estar equivocado y, en especial, a que los demás detecten lagunas formativas en su comportamiento como docente; percibe como una amenaza a su autoconcepto que el resto de la sociedad e incluso sus colegas lleguen a enterarse de que tiene problemas en las aulas. Algo que funcionaría como una especie de «pobreza intelectual vergonzante». Si uno ya sabe que tiene lagunas, lo que hay que hacer es disimularlas, para que el resto del colectivo docente no le culpabilice. No podemos olvidar cómo los discursos conservadores en la última década vienen trabajando en una línea de culpabilizar a las propias víctimas y desviando las miradas de las obligaciones de la Administración. Las responsabilidades del gobierno e incluso de los programas de formación del profesorado de las Universidades se invisibilizan y cada docente aparece en solitario ante las familias, como el único de responsable de todas las disfunciones del sistema educativo. Este ocultamiento de las responsabilidades del Estado lo que logra es que el profesorado, a su vez, trate de tapar y disimular cualquier problema o necesidad que sienta, para evitar que el resto del mundo le culpabilice todavía más. Una notable «cultura de la apariencia» se instala en el sistema educativo y, de este modo, el único personaje con una clara responsabilidad en todo lo referido al fracaso escolar es el alumno o la alumna.
Incluso no es raro que los déficits formativos el profesorado percibe en su práctica educativa acaben conformando un cierto «complejo de superioridad» frente a las familias, algo que, a su vez, como explica el psicoanálisis de Alfred ADLER, no sería sino la manifestación de un introyectado sentimiento de inferioridad. La culpabilización de las familias y, por supuesto, del alumnado que realizan muchos profesores y profesoras no cabe descartarla como consecuencia de este proceso.
Toda situación en la que las personas se ven sometidas a riesgos obliga a llegar a acuerdos que garanticen el derecho a la intimidad y a desarrollar procedimientos para crear un clima de confianza y proteger a cada profesor y profesora de posibles usos indebidos de los datos comprometedores y de las infor- maciones, del tipo que sean, que se produzcan en estas situaciones de trabajo.
D) Algunas dificultades de las que ser conscientes.
Esta «autoritas» cultural, moral y pedagógica con los que concebimos la figura docente tiene muchos impedimentos para hacerse realidad. Las estructuras institucionales configuran y limitan la acción, al tiempo que configuran el pensamiento del profesorado en relación a lo que se puede hacer en las aulas y centros de enseñanza.
Lógicamente, muchas de las dificultades que el profesorado manifiesta, una y otra vez, para llevar a cabo sus tareas educativas son el fruto de condiciones estructurales que enmarcan y condicionan las posibilidades de este tipo de autoridad o liderazgo, tal y como lo venimos definiendo (Jurjo TORRES SANTOMÉ, 2006). Hay una serie de condiciones que facilitan la mejora de la calidad del sistema educativo y con las que todo el profesorado, familias y colectivos sociales progresistas deben comprometerse para reivindicar. Entre ellas cabe señalar las siguientes:
- 1 . Exigir un proceso formativo más completo, en el que se preste mucha más atención a las dimensiones culturales y científicas relacionadas con las temáticas que se tratan en las aulas. Es imprescindible elevar el nivel cultural del profesorado y, además, mejorar la profundidad y rigor de su formación pedagógica, psicológica y sociológica.
- 2. Reclamar condiciones laborales adecuadas para desarrollar el trabajo escolar.
- 2.1. Es imprescindible que la ratio profesorado-estudiantes permita prestar atención a cada niño y niña; lógicamente una ratio elevada, que vaya más allá de 20 estudiantes por aula, es un gran obstáculo de cara a promover procesos de enseñanza y aprendizaje de calidad.
- 2.2. Si realmente se quiere promover un modelo de docente reflexivo otra cuestión importante a considerar es la existencia en la jornada laboral de tiempo y espacios en el centro para que el profesorado pueda realizar el trabajo de planificación seguimiento y coordinación de los proyectos curriculares en los que está implicado.
- 2.3. Los centros escolares y las aulas deben estar bien construidos, con espacios adecuados y, principalmente, con buenas dotaciones: bibliotecas generales y de aula, bibliotecas con recursos para la formación y actualización docente, laboratorios, ordenadores con software adecuado y acceso a buenos portales informativos y experienciales, patios de juego, etc.
- 2.4. Se necesita profesorado de apoyo, de manera especial en aquellos centros con estudiantes que pertenecen a grupos sociales desfavorecidos y marginados.
- 3. Todo profesor y profesora necesita facilidades para acceder a libros, revistas, periódicos, asistir a congresos y reuniones científicas y profesionales.
- 4. Asimismo, es indispensable una política educativa y una legislación que potencie esta concepción de la figura docente. Una política educativa en la que el profesorado perciba que la sociedad tienen confianza en su trabajo, algo que no se capta en muchos aspectos de las reformas educativas de las últimas décadas en las que lo que subyace es una filosofía de mayor control y desprofesionalización del colectivo de profesoras y profesores; reformas en las que, en la práctica, se llegaron a incrementar de manera notable los niveles de burocratización del sistema escolar.
Pero además este tipo de condicionantes, no debemos olvidar que el sis- tema escolar está atravesado por intereses no coincidentes de distintos grupos sociales e incluso instancias administrativas que no asumen esta filosofía edu- cativa. Antes bien, procuran impedirla. Además tampoco quiero aparentar que propongo para profesores y profesoras a personas perfectas, sin intereses pro- pios, una especie de misioneros de la educación. Lo que promuevo es una línea de acción profesional, una filosofía y metas hacia las que encaminarse, comprendiendo que es una tarea muy difícil y llena de contradicciones, pero que en la medida en que ocupen nuestro pensamiento, en el grado en que asumamos algunos de los rasgos hasta aquí presentados en esa medida tendremos más facilidad para comenzar el camino en esa dirección.
Es muy difícil pensar en el sistema educativo como la panacea para acabar con todas las modalidades de opresión y de marginación de una sociedad o de una determinada comunidad, pero esos ideales son imposibles sin una buena red de centros de enseñanza y sin un profesorado bien formado y motivado.
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“Profesoras y profesores en el ojo del huracán”
Jurjo Torres Santomé
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http://www.forodeeducacion.com/numeros7_8/008.pdf
A. R. CASTELAO. «A derradeira lección do mestre» (La última lección del profesor)
Trabalho cooperativo e coordenado
Entrevista com JURJO TORRES SANTOMÉ
Revista PÁTIO. Ensino Médio, Profissional e Tecnológico
Ano V. nº 16. Março / Maio, 2013
Pp. 18 – 21
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“Minha trajetória profissional e investigativa é marcada pela tentativa de compreender por que os alunos não conseguem achar interessante e apaixonante sua passagem pelas salas de aula”, diz o professor Jurjo Torres Santomé, catedrático de Didática e Organização Escolar na Universidade da Corunha. “É essa indagação que me leva a experimentar e propor alternativas para o trabalho curricular em sala de aula”, explica o espanhol.
Na entrevista a seguir, concedida por e-mail, ele aborda a articulação entre disciplinas como uma dessas alternativas. “Estou iniciando um novo projeto de pesquisa, centrado em coligir as vozes dos alunos de educação secundária obrigatória (12 a 16 anos de idade), opinando sobre e valorizando o trabalho que fazem em sala de aula nas diferentes matérias”, conta. “Tenho interesse em ouvir suas vozes e, obviamente, suas sugestões e propostas. Creio que podemos aprender muito com eles, como, por exemplo, a trabalhar respeitando-os mais, algo que me parece muito necessário, urgente e justo”, diz.
Há muitos nomes para designar a integração das diversas áreas do conhecimento na escola, como transdisciplinaridade, multidisciplinaridade, interdisciplinaridade. O senhor considera que existe diferença entre elas?
Esses três nomes referem-se ao tipo de relações de colaboração que as disciplinas ou corpus especializados do conhecimento estabelecem entre si. A mais elementar seria a multidisciplinaridade, uma colaboração entre especialidades, por exemplo, para enfrentar um problema, mas mantendo, cada uma delas, sua idiossincrasia, sua estrutura conceitual, metodológica, avaliativa, etc. Essa é a relação mais comum; supõe, em um primeiro momento, admitir que outras disciplinas também têm algo a dizer sobre um tema que se considera que seja competência de sua disciplina. A interdisciplinaridade já implica maior integração das disciplinas, que passam a compartilhar e intercambiar conceitos, terminologias, metodologias, com um claro propósito de colaborar, participar e trabalhar de igual para igual. A transdisciplinaridade supõe maior nível de integração de várias disciplinas. Seria como criar um modelo onicompreensivo no qual não haveria fronteiras nem disputas entre as especialidades disciplinares. É ir além das disciplinas e das disputas entre elas.
Qual a opção que melhor define a ideia de base para um currículo integrado?
Um currículo integrado apoia-se claramente em uma interdisciplinaridade do conhecimento. Admite-se, como ponto de partida, que tudo está interconectado. Por isso, propomos processos de ensino e aprendizagem nos quais os alunos visualizem e construam significados, conhecimentos significativos em que fiquem claras essas conexões entre diferentes disciplinas.
Quais os benefícios de um currículo integrado?
Um currículo integrado permite-nos introduzir temas novos e mais interessantes na sala de aula, cruzá-los com conceitos, saberes e procedimentos de diversas disciplinas, estimular uma maior curiosidade e espírito de exploração, investigação e inovação nos alunos; ajudá-los a captar e a considerar o maior número possível de pontos de vista para tomar decisões, para fazer julgamentos mais equilibrados acerca da importância e da necessidade de dominar determinados saberes que até então não viam como necessários. Essa aposta na interdisciplinaridade do conhecimento será de enorme utilidade para estimularmos os alunos a compreender a necessidade de colaborar, de trabalhar em equipe com outras pessoas, de entender as necessidades de outros povos, de manter um compromisso e um trabalho em favor da sustentabilidade do planeta.
Por que a concepção disciplinar foi dominante na escola do passado?
No passado, havia alguma razão para que a concepção disciplinar fosse dominante: não precisávamos do controle de outras disciplinas para evitar consequências imprevistas ao pôr em prática o saber disciplinar. As disciplinas “disciplinam” a mente para selecionar, interessar-se, interpretar e valorizar unicamente aquela realidade ou aquelas questões que fazem parte de seus referenciais conceituais e metodológicos. A disciplinaridade das mentes funciona também para confrontar as disciplinas entre si, para convertê-las em rivais. Cada um de nós, como especialista, sempre pensa que tem muitas necessidades, que precisa de muito mais recursos que os outros, que é mais importante e indispensável para a formação dos alunos que as demais especialidades.
E por que essa concepção continua sendo dominante no presente?
Na última década, os obstáculos a um currículo integrado vêm aumentando de maneira bastante significativa, à medida que se consolidam políticas comparativistas para avaliar a qualidade dos sistemas educacionais dos diferentes países. Um exemplo é o que ocorre com provas como o PISA, promovido pela Organização para a Cooperação e o Desenvolvimento Econômico (OCDE). A obsessão dos países é ter êxito nessas provas e, com isso, essas disciplinas submetidas à avaliação internacional são as que recebem cada vez mais atenção e recursos humanos e econômicos. O resultado dessas políticas comparativistas é que acabam convencendo a maioria dos professores — e, inclusive, as famílias — de que seu trabalho consiste em treinar os alunos para que tenham êxito nesses testes e alcancem as melhores posições possíveis nos rankings produzidos. É evidente que treinar os alunos para fazer avaliações é algo radicalmente distinto de educar cidadãs e cidadãos para entender, participar de e viver em sociedades mais democráticas, justas e solidárias.
Com a complexidade crescente do conhecimento nas diferentes áreas, é possível promover a interdisciplinaridade na escola?
É evidente que sim. Essa complexidade é o que está fazendo com que as universidades apostem em modelos de ensino mais interdisciplinares, com que todos os grupos de pesquisa sejam realmente interdisciplinares. Por isso, não é lógico pensar que nas etapas educativas anteriores não se trabalhe com essa mesma filosofia educativa capaz de confrontar os alunos com um conhecimento verdadeiramente relevante e significativo. É muito difícil que o currículo disciplinar ajude a responder às necessidades dos alunos de hoje, sobretudo se nos confrontamos com perguntas-chave que nos fazemos explicitamente há décadas, mas que incomodam a maioria dos governos que, por isso, tratam de silenciá-las: de que conhecimentos necessitam as novas gerações; quem deve participar da seleção; a que objetivos devem atender os conhecimentos selecionados; que metodologias são apropriadas para capacitar a uma cidadania verdadeiramente informada, comprometida e responsável com os assuntos públicos.
No ensino médio, etapa conclusiva da educação básica, o diálogo entre saberes é imprescindível. Na realidade, porém, isso não acontece. Quais os principais entraves a essa conexão entre as disciplinas?
Basicamente os medos e a falta de confiança em nós mesmos. Temos medo de nos equivocar ou de que os outros descubram lacunas em nossos saberes, pois nos ensinaram que erros, dúvidas e falhas, medos e dificuldades são algo que merece punição ou castigo. Somos extremamente inseguros, o que em princípio é bom, se utilizamos isso para trabalhar com outras pessoas e somar saberes, indagar e arriscarmo-nos a inovar de maneira colaborativa. Se você é educado disciplinarmente, fica mais difícil atrever-se a uma inovação tão complexa como é o caso do currículo integrado.
O que é preciso para que haja uma mudança efetiva rumo à educação interdisciplinar?
Estimular uma mudança nessa direção implica convencer as instituições universitárias de formação e atualização dos professores de que o mundo atual requer que formemos professores comprometidos ativa e reflexivamente com o trabalho interdisciplinar. Mediante uma formação coerente com essa filosofia, promoveremos docentes comprometidos com princípios éticos como generosidade intelectual (reconhecimento do trabalho das demais especialidades e profissões); confiança intelectual (crença no fato de que todos os especialistas podem dar contribuições importantes e, mais do que isso, disposição a submeter o próprio trabalho à avaliação de “estranhos”); humildade intelectual (reconhecimento da parcialidade e da incompletude do conhecimento em que somos especialistas e, portanto, disposição para pôr em risco nossa autoestima e assumir que outras disciplinas o revisem criticamente e tentem completá-lo); flexibilidade intelectual (aceitação da mudança de nossas perspectivas e de nossos pontos de vista por sugestão e convencimento por outras disciplinas e áreas do conhecimento); integridade intelectual (desenvolvimento do seu trabalho de maneira responsável e séria, tentando sempre buscar a verdade e dando o melhor de si, sem medo das pressões de poderes autoritários).
Como um professor pode trabalhar de forma interdisciplinar e, ao mesmo tempo, aprofundar o conteúdo de sua disciplina específica?
Essa é uma questão essencial. O currículo interdisciplinar destina-se a promover uma forma mais completa de pensar, aprender e utilizar o conhecimento; implica ver além das barreiras mentais criadas pelas disciplinas; obriga-nos a enxergar os efeitos colaterais aos quais raramente prestamos atenção, já que nossas disciplinas também nos disciplinam a olhares mais seletivos e parciais. Cada disciplina realmente tem sua lógica interna, uma epistemologia dominante que revela seus frutos no constante avanço do conhecimento construído e reconstruído por seus pesquisadores. Em muitas disciplinas, existe uma hierarquia conceitual e/ou procedimental que obriga a organizar a aprendizagem dos alunos de determinado modo, respeitando essa estrutura interna. Entre os dilemas e prioridades a que o currículo escolar deve fazer frente, podemos citar: ou educar exclusivamente especialistas que dominem bem essas disciplinas históricas, um modelo claramente reprodutor, ou buscar uma melhor compreensão da realidade, desse mundo mais integrado e interdependente, apostando em uma maior socialização das novas gerações, como cidadãos que precisam ser conscientes e aprender a se mover nesses espaços “inter”; pessoas que devem ver-se como interdependentes, assumindo que têm obrigações, direitos e responsabilidades para com os demais.
Na escola, os saberes específicos contidos nas diversas disciplinas continuam estanques e incomunicáveis. O que é necessário para a construção de um currículo interdisciplinar?
Além de uma boa formação cultural e científica, precisamos de docentes com boa formação didática, sociológica e psicopedagógica. Contudo, também precisamos de uma administração educacional que compreenda essa necessidade e, por conseguinte, promova normas, incentivos e dotações apropriadas para realizar esse tipo de inovação educativa. Precisamos de docentes que aceitem que é preciso trabalhar colaborativamente com os colegas, de diretoras e diretores de escolas que promovam esse tipo de trabalho mais integrado. As velhas tradições e rotinas do professor sozinho em sua classe, decidindo e planejando sem nenhuma coordenação com os colegas, são um lastro do qual precisamos urgentemente nos libertar. Um currículo mais integrado requer uma política educacional claramente decidida a convencer a uns e outros de que todos somos imprescindíveis, embora trabalhemos de forma cooperativa e coordenada.
Qual é o caminho para alcançar tal objetivo?
A escola deve garantir o acesso ao conhecimento, mas a um conhecimento que sempre comporta níveis de aprofundamento. Esse conhecimento costuma ter uma organização disciplinar que nos possibilitou historicamente maiores avanços à medida que compreendíamos seus conceitos-chave, suas estruturas conceituais, procedimentos, metodologias de pesquisa e avaliação do novo conhecimento. Um conhecimento relevante para os alunos não pode prescindir dessas chaves, mas também precisa completá-lo com outros saberes que lhes permitam percebê-lo como significativo, útil, válido para entender o mundo com mais rigor e objetividade. Não podemos negar aos alunos as chaves que permitem ter acesso a esse conhecimento organizado de maneira disciplinar e às novas disciplinas que emergem constantemente de dinâmicas interdisciplinares, como bioquímica, eletroquímica, sociolinguística, bioética, biogeoquímica e etnomusicologia, entre outras.
A interdisciplinaridade é uma utopia na escola?
É uma meta, sempre aperfeiçoável, a se alcançar. São sempre possíveis maiores níveis de interdisciplinaridade. No entanto, é preciso estar consciente dos obstáculos. É preciso aprender a elaborar currículos mais equilibrados, nos quais as disciplinas não sejam definitivamente esquecidas, e sim coordenadas com propostas mais integradas, assim como tentamos integrar o global e o local.
https://www.yoestudieenlapublica.org/descargas/23articuloEfFinancieraSistemaEducativo.pdf
Portada de El Mundo, 26 enero, 2013
La Educación Financiera en el Sistema Educativo:
Una apuesta neoliberal
Jurjo TORRES SANTOMÉ
Universidade da Coruña
Las políticas de los gobiernos neoliberales en educación aprovechan momentos como el actual de fuerte crisis financiera y laboral, para dar mayor empuje en el currículum de la escolaridad obligatoria a las dimensiones economicistas y a la formación para el empleo. En este sentido, llama poderosamente la atención que las escasas revisiones e innovaciones que se plantea la Administración educativa sobre los contenidos y competencias obligatorias de los currículos se centren en este tipo de dimensiones economicistas. Este es el caso de los nuevos contenidos económicos anunciados para ser incluidos en el curriculum de la Educación Secundaria Obligatoria, denominados como educación financiera[1].
Esta ampliación de contenidos, para lograr un mayor consentimiento entre la opinión pública, se va a llevar a cabo de la mano de la divulgación del poderoso y mitificado Informe PISA. Este informe de la OCDE, que cada tres años mide la comprensión lectora, las competencias en matemáticas y en ciencias del alumnado de 15 años de 65 países del mundo, incluye en la edición 2012 (cuyos resultados se harán públicos en 2013) otra prueba más, destinada a evaluar la educación financiera. De momento, son 18 los países que participan en la evaluación de destrezas en temas financieros: España, Australia, Bélgica, Brasil, China (Shanghái), Colombia, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Estados Unidos, Estonia, Francia, Israel, Italia, Letonia, Nueva Zelanda, Polonia y República Checa[2]. Es llamativo, no obstante que países con un notable Estado de bienestar y exitosos en esta prueba como Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca,… no se sumaran a esta iniciativa.
La importancia de la Educación Financiera para la OCDE y que justifica su incorporación en PISA 2012[3] se condensa en argumentos cuyo implícito es la no existencia de un Estado del Bienestar. Así, por ejemplo, se aduce la urgencia de apostar por la «educación y la conciencia financieras» debido a la «creciente transferencia de riesgos a los hogares, que son cada vez más responsables directos de las decisiones financieras esenciales para su bienestar en el futuro», debido, principalmente a tres grandes sucesos:
a) Las grandes transformaciones que sufrirán las pensiones de jubilación.
b) Una mayor responsabilidad individual en los asuntos relacionados con la salud y enfermedad y, por tanto, la necesidad de contratar seguros personales para garantizar una cobertura sanitaria.
c) La importancia para las familias de planificar e invertir adecuadamente en la educación de sus hijas e hijos.
Este tipo de preocupaciones habían dejado de obsesionarnos debido a que todas las personas que vivían en nuestro país tenían aseguradas estas coberturas por ley, hasta muy recientemente. Las políticas de desmantelamiento del Estado de bienestar que se están llevando a cabo en los últimos años tratan de convencernos con toda clase de manipulaciones estadísticas e informativas de que tales conquistas sociales no son «asumibles»; que, dado que estamos inmersos en una enorme crisis financiera, el Estado debe dejar de desempeñar su rol de vigilante de la justicia social y de agente de redistribución, para ceder la iniciativa a las corporaciones privadas. Obviamente, se trata de ocultar que en realidad lo que se pretende es rediseñar un nuevo Estado que genere condiciones que permitan a los mercados neoliberales abrir nuevas vías de negocio en áreas como la sanidad y la educación que hasta el momento actual eran predominantemente de iniciativa pública. Los mercados neoliberales ambicionan obtener cuantiosos beneficios económicos también en estos ámbitos, sin prestar atención a los costes sociales que conllevan en estas áreas esas políticas de mercado.
Debería llamarnos la atención que, en un momento histórico como el presente en el que las políticas económicas neoliberales están ocasionando graves problemas e injusticas en la sociedad, a la hora de pensar en una mejor capacitación de la juventud, en vez de incorporar perspectivas del conocimiento más relacionadas con una educación económica crítica, se apueste por la educación financiera.
Educación financiera versus educación económica crítica
Una educación económica crítica, como una parcela más de las ciencias sociales, debe estar directamente vinculada con una educación política y social; tiene que ayudar a entender como las decisiones económicas y políticas están siempre interrelacionadas y afectan, de alguna manera, a la vida de cada persona y a la comunidad social de la que formamos parte. Una educación económica para una sociedad integrada por ciudadanas y ciudadanos tiene, entre sus objetivos principales, que servir para dotarnos de herramientas que nos ayuden a entender y a participar en la toma de decisiones y en la gestión de la vida privada y pública, pero ambas contempladas como interdependientes. Los conocimientos, procedimientos, competencias y actitudes que desde esta parcela del conocimiento se trabajan deben ser aquellos que mejor faciliten analizar, entender qué está pasando en nuestra comunidad a nivel productivo y laboral; ayudar a buscar soluciones informadas a los problemas laborales, económicos y financieros, y contribuir a realizar propuestas sobre los modos de organizarnos para mejorar la calidad de vida de toda la ciudadanía; a actuar evitando toda clase de explotación humana y, simultáneamente, asegurando la sostenibilidad de la vida sobre el planeta.
Por el contrario la educación financiera se sustenta en un implícito como el de que el modelo neoliberal es el «lógico», el único posible, que no existen otras alternativas. Estamos ante una forma de imponer y legitimar un determinado modelo político, económico y social, frente a otros; sin contribuir a generar debates informados sobre sus disfunciones, ni acerca de otras alternativas.
Una prueba de ello es que las decisiones acerca de los contenidos obligatorios, los recursos didácticos y sobre la formación del profesorado, según el Ministerio de Educación le corresponden a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), el Banco de España y al propio Ministerio de Educación. En ningún momento se habla de otro modelo de corporación bancaria alternativa, más socialmente responsable, participativa, solidaria, transparente, ética y comprometida con la sostenibilidad del planeta como, por ejemplo, el actual modelo de las corporaciones bancarias que integran la Alianza Global por una Banca con Valores (Global Alliance for Banking on Values[4]).
Otra demostración de este sesgo neoliberal se pudo constatar en la Conference on Financial Education «Challenges Ahead: Turning Policy Guidance into Efficient Practices»[5] (Conferencia sobre Educación Financiera. «Próximos retos: de la política a las prácticas eficientes«), coorganizada por la OCDE y el Ministerio de Economía y Competitividad de España, con el apoyo de la Federación de Rusia, el Banco Mundial y el Fondo Fiduciario de la OCDE, celebrada en Madrid los días 10-11 de mayo de 2012. Reunión en la que, además de representantes de las organizaciones convocantes, únicamente estaban presentes portavoces de los bancos tradicionales más poderosos y de las principales agencias internacionales de calificación crediticia o agencias de rating.
La propia OCDE ofrece una explicación acerca de la necesidad de una educación financiera en la que se subrayan las dimensiones individualistas de esta formación. Como pone de manifiesto André LABOUL, Jefe de la División de Asuntos Financieros de la OCDE, los Ministros de Finanzas del G8, en junio de 2006, reconocieron el trabajo de la OCDE y sus actividades en el ámbito de la educación financiera. En particular, «reconocieron la importancia de contar con una mejor educación financiera y más conocimientos sobre el tema para mejorar la capacidad de las personas para utilizar servicios financieros y tomar decisiones eficaces con respecto a su bienestar presente y futuro» (OECD, 2009, pág. 3).
Estamos ante un tipo de formación con la que educaremos personas que asumirán como muy difícilmente subsanables las injusticias presentes en el mundo actual y, por tanto tampoco en el futuro. Considerarán las desigualdades sociales como obvias, fruto de determinismos genéticos o religiosos, o debidas a causas derivadas del azar; pero tendrán demasiadas limitaciones para comprender de qué manera las políticas y legislaciones vigentes favorecen preferentemente a determinados colectivos sociales y personas, y perjudican a otros.
Con este tipo de políticas educativas y con la amplificación y, en general, con la manipulación mediática con la que se explican a la ciudadanía para lograr su consentimiento, aprenderán a ver a la economía como el único motor y razón de ser de las decisiones y medidas a implementar. La política, la filosofía, la ética y, en general, las ciencias sociales y humanas se mostrarán como ámbitos del saber de menor importancia. Es preciso ser conscientes de que todos los interrogantes que las alumnas y alumnos se lleguen o no a hacer sobre el porqué de lo que acontece en nuestras sociedades estarán demasiado condicionados por la estructura de contenidos culturales que el sistema educativo les presenta como más relevantes y pertinentes; por los procedimientos y destrezas que van desarrollando en su paso por las aulas, por los dilemas morales que se le vayan planteando y los modos y recursos con que pensarlos y enfrentarlos.
Es obvio que con este tipo de énfasis economicista y positivista en el currículum se dificulta al alumnado poder cuestionarse y hacer frente a la mayoría de las situaciones de injusticia y de privilegio.
Estamos ante una visión instrumental y economicista de todo cuanto se estudia en las aulas; una educación que impide otras problematizaciones y visiones más completas e interdisciplinares acerca del verdadero significado, valor y funciones del conocimiento y, en general, de la educación para construir otras sociedades más democráticas, justas y solidarias.
De la mano de las reformas educativas que se vienen promoviendo en las últimas décadas estamos permitiendo una educación al servicio de una intensa despolitización, claramente individualista, tratando de aislar a cada estudiante-ciudadano, de incapacitarlo para verse en comunidad, corresponsable del presente y futuro de su comunidad.
Este énfasis mercantilista se trata de disimular recurriendo a palabras que en el actual momento de crisis económica tienen cierto atractivo y resultan muy convenientes, pero, lo que es más importante, tratando de interpretarlas muy sesgadamente; o sea, instrumentalizándolas para ponerlas al servicio de los sectores económicos más poderosos. Es importante resaltar cómo estamos siendo bombardeados con términos empresariales entre los eslóganes y conceptos con los que el Ministerio de Educación, las grandes corporaciones empresariales y las fundaciones filantro-capitalistas tratan de buscar nuestro consentimiento en la reorientación neoliberal y conservadora de los sistemas educativos. Este es el caso de las palabras de moda en la actualidad en los discursos educativos con los que estos organismos tratan de forzar la aceptación de las nuevas reformas educativas neoliberales, tales como: empleabilidad y cultura del emprendimiento.
La empleabilidad y la cultura del emprendimiento como motores de las reformas educativas neoliberales
Tanto el discurso de la empleabilidad como el de la cultura del emprendimiento, en el marco en el que se pronuncian, nunca ponen en cuestión el actual sistema productivo capitalista y, por tanto, tampoco el vigente mercado laboral. Esta filosofía neoliberal, en consecuencia, va a condicionar decisivamente la educación que los sistemas educativos ofrecen, sus contenidos culturales, metodologías didácticas y modos de evaluación.
Hay demasiada insistencia en los discursos oficiales en que es urgente incorporar entre las finalidades del sistema educativo la de formar personas emprendedoras. Sin embargo, en ningún momento se aclaran los significados y modelos que subyacen bajo este concepto, qué posibles filosofías podría vehicular. Mas bien se da por sentado que hablar de cultura emprendedora equivale irremediablemente a educar seres humanos adaptados y potenciadores del sistema capitalista. Se omite y trata de silenciar que también existe una filosofía radicalmente diferente que utiliza esos mismos vocablos pero con una añadido distinto, “socialista”; o sea con una lógica alternativa, una cultura del emprendimiento socialista.
Si realmente el sistema educativo sirve para analizar crítica y reflexivamente nuestra sociedad, tiene que permitir que el alumnado pueda llegar a poner en cuestión la lógica explotadora, tanto de seres humanos como de recursos naturales, que subyace al modelo de relaciones empresariales capitalistas. E, igualmente, debe facilitar el conocimiento acerca de otros modelos productivos alternativos.
Frente a enfoques reduccionistas que tratan de explicar que únicamente existen modelos de propiedad individual o estatal, se obvia que son posibles otros modelos más cooperativistas y comunitarios; que, asimismo, hay diferentes alternativas a las capitalistas en cuanto a las interacciones entre trabajadoras y trabajadores, y entre éstos y la comunidad y, en general, con el público consumidor.
Existen modelos productivos socialistas que, como construcciones humanas, son perfectibles, pero manteniendo siempre una filosofía de fondo: que no se puede explotar a los seres humanos, ni comportarse de manera depredadora con los recursos naturales y el medio ambiente en general. Frente a la lógica explotadora del capitalismo está la lógica solidaria de los modelos socialistas y, por consiguiente, también la urgencia de promover social y educativamente un nuevo tipo de personas emprendedoras; seres humanos “comprometidos con la construcción de un modelo productivo diferente, en el que se erradiquen las causas estructurales del desempleo, la pobreza, la exclusión social y se preserve el ambiente para las generaciones futuras” (Víctor ÁLVAREZ, 2011, pág. 175). Ya no se trata de producir necesidades superfluas y, seguidamente, montar toda una importante campaña de marketing destinada a convertirnos en seres completamente insatisfechos e infelices si carecemos de ese nuevo fetiche que nos tratan de vender; o sea, la meta no es reproducir y acrecentar sociedades de consumo, sino la de procurar la satisfacción de necesidades que mejoran nuestra calidad de vida, la de nuestras comunidades y, en general, la vida en el planeta.
La cultura del emprendimiento socialista es también uno de los aprendizajes que facilitó la comprobación de importantes errores del socialismo del siglo XX, en especial, el fundamentalismo de que todos los medios de producción deben ser de propiedad estatal y, por tanto, penalizando e incluso criminalizando otras modalidades de emprendimiento personal, familiar y colectivo. Como subraya Víctor ÁLVAREZ (2011, pág. 117), “la propiedad total y absoluta del Estado sobre todos los medios de producción, distribución y comercialización lo que hace es engendrar el capitalismo de Estado y obstaculizar el control obrero, la autogestión y el control social, recrudeciendo la explotación del trabajo asalariado y la exclusión social, incluso en una escala mayor ante la disolución de los sindicatos y organizaciones de base, lo cual hace imposible cualquier forma de organización y reivindicación laboral y comunitaria”.
El nuevo emprendimiento socialista busca satisfacer necesidades humanas sobre la base de “crear empresas de propiedad social comunitaria que contribuyan a la construcción de un nuevo modelo productivo socialista, con nuevas formas de generación, apropiación y distribución de los excedentes económicos” (Víctor ÁLVAREZ, 2011, pág. 176).
Este modelo de cultura emprendedora se enmarca también en lo que se viene denominando como “economía social y solidaria” (Claude ALPHANDÉRY, 2011; Nathalie CALME, 2012; Susan GEORGE, 2010); modelo en el que los el ser humano y su entorno medioambiental se sitúan en el eje de la toma de decisiones empresariales, y no el capital y la obtención de mayores riquezas al precio que sea. Estos nuevos modelos están destinados a potenciar la democracia en la toma de decisiones y gestión de las iniciativas emprendedoras, al tiempo que se conforman modelos de propiedad más horizontales.
Por el contrario, los modelos economicistas neoliberales – basados en una instrumentalización de las posibilidades de la globalización y de políticas desreguladoras exclusivamente al servicio de las grandes corporaciones capitalistas- conllevan inevitablemente un fortísimo incremento de las desigualdades sociales y, por supuesto, la degradación y destrucción del medio ambiente. La búsqueda de mayores plusvalías en este modelo obliga a acentuar los procesos de explotación de los trabajadores y trabajadoras, al tiempo que obligan a un imparable proceso de manipulación informativa y de deseducación para lograr un cierto consentimiento de la población que evite la rebelión y la encauce hacia posiciones de protesta más suaves y, lógicamente, ineficaces. En este proceso de acentuación de la explotación y dominación es decisivo que la ciudadanía asuma la lógica que facilitó el mantenimiento de las políticas de Margaret Thatcher durante tantos años: que “no hay alternativas” (Vicenç NAVARRO, Juan TORRES LÓPEZ y Alberto GARZÓN ESPINOSA, 2011).
El conocimiento de estas alternativas, de distintas modalidades de prácticas productivas cooperativistas y autogestionarias es algo que, por ejemplo, casi nunca se incluye en los proyectos curriculares, con lo cual se reafirma la lógica de la propiedad privada capitalista como única realidad, sin otras alternativas que apuesten por modelos productivos en los que exista una auténtica participación y control democrático por parte de la ciudadanía.
Es preciso ser muy conscientes de que la institución escolar es el lugar en el que se nos ofrecen las claves para entender nuestras sociedades y las distintas interacciones que establece con el resto del mundo; algo que se lleva a cabo mediante estrategias didácticas de empoderamiento y que, sobre la base de facilitar el acceso a información relevante, pero también divergente, recurren para ello al debate democrático, facilitando por tanto que cada persona pueda discutir, objetar, contradecir, reafirmar, apoyar, solicitar aclaraciones, disentir, protestar, felicitar, reconocer, … a sus interlocutoras e interlocutores.
Aprender conlleva interrogarse, preguntar y establecer una apertura mental y afectiva de diálogo con otras personas; supone una importante aceptación de que los demás son seres iguales. Dialogar implica una situación de ponerse a la altura del otro, de respeto, aceptación, recepción y espera, confiando en que nos puede servir de ayuda para aclarar, solucionar, continuar el camino de búsqueda.
Pero, en este mundo globalizado bajo parámetros neoliberales, como fácilmente podemos constatar, un entramado bien organizado de instituciones internacionales condicionan cada vez más, y de manera más decisiva, las políticas a implementar por cada uno de los distintos países. La OCDE con PISA vigila la educación, como estamos viendo; el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, la economía; la Organización Mundial del Comercio, el mundo de los negocios, el mercado laboral y la producción; la OTAN, las políticas de defensa y el mercado de armamentos; el Vaticano, los asuntos religiosos y, a mayores, muchos aspectos de la vida social, familiar y de la educación, etc. Este tipo de organizaciones mundialistas tiene una importante capacidad de influencia, pero conviene ser conscientes de que son instancias que apenas precisan dar explicaciones públicas, ni rendir cuentas de lo que hacen y exigen, ni tampoco de sus errores.
Una de las claves del poderío de estas instituciones, salvo el Vaticano, radica en su capacidad de manejar y sacar a la luz datos estadísticos de cada uno de los países; en establecer comparaciones y hacerlas públicas. Sus estadísticas deciden y reorientan continuamente la toma de decisiones de los gobiernos de cada país. Hasta los propios partidos políticos que en cada momento están en la oposición recurren a estas estadísticas para extraer los dardos que dirigir contra el gobiernos y sus distintos ministerios.
Corremos el riego de que aun pese a tener claro que vivimos en una sociedad en el que el conocimiento es una de las dimensiones que debemos potenciar más en el ser humano, dadas las políticas educativas mercantilistas que se vienen implementando en las últimas décadas, se esté promoviendo un currículum oculto caracterizado por el desaprendizaje generalizado de todas aquellas dimensiones culturales que no aparezcan directamente vinculadas con las necesidades de la economía, con un utilitarismo de cortas miras; educando a personas acríticas y un tanto irreflexivas. Metas educativas que entran en flagrante contradicción con las concepciones de empoderamiento y emancipación que hasta no hace mucho tiempo nadie ponía en cuestión.
Si en otro tiempo la filosofía sirvió para limitar los excesos de una religión interpretada de modo fundamentalista e incluso recurriendo a toda clase de argumentos injustificables, es ahora también cuando se precisa de una mayor atención a las humanidades y ciencias sociales para evitar toda clase de manipulaciones, dogmatismos y excesos en el campo de las ciencias experimentales, tecnologías y de la economía; por tanto, de ahí la necesidad de que tales ámbitos del conocimiento cuenten con la suficiente presencia en el proceso formativo de las nuevas generaciones.
Bibliografía:
ALPHANDÉRY, Claude (2011). Une si vive résistance. Paris. Rue del l’Échiquier.
ÁLVAREZ, Víctor (2011). Claves para la industrialización socialista. Centro Internacional Miranda, Caracas.
CALME, Nathalie (2012). Economie fraternelle et finance éthique. Paris. Editions Yves Michel.
GEORGE, Susan (2010). Sus crisis, nuestras soluciones. Barcelona Icaria.
NAVARRO, Vicenç; TORRES LÓPEZ, Juan y GARZÓN ESPINOSA, Alberto (2011). Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. Madrid. Séquitur.
OECD (2009). Proyecto de la OCDE sobre Educación Financiera y su red internacional de educación financiera. Paris. OECD.
TORRES SANTOMÉ, Jurjo (2007). Educación en tiempos de neoliberalismo. Madrid. Morata, 2ª ed.
TORRES SANTOMÉ, Jurjo (2011). La justicia curricular. El caballo de Troya de la cultura escolar. Madrid. Morata.
Jurjo TORRES SANTOMÉ, 2012.
[1] http://www.educacion.gob.es/cniie/investigacion-innovacion/programas-innovacion/educacion-financiera.html (Consultada el 21 de novembro de 2012).
[2] http://www.oecd.org/document/5/0,3746,en_2649_15251491_47225669_1_1_1_1,00.html (Consultada el 21 de novembro de 2012).
[3] PISA 2012. Financial Literacy Assessment Framework, April 2012 –
http://www.oecd.org/pisa/pisaproducts/46962580.pdf (Consultada el 21 de novembro de 2012).
[4] http://www.gabv.org/
[5] http://www.oecd.org/document/9/0,3746,en_2649_15251491_49258249_1_1_1_1,00.html
PAREMOS LA LEY WERT
PORQUE
NO GARANTIZA UNA EDUCACIÓN DE CIUDADANAS Y CIUDADANOS,
SINO DE TRABAJADORAS Y TRABAJADORES
Y PORQUE
IGNORA LAS DIFERENCIAS AUTONÓMICAS Y VULNERA SUS COMPETENCIAS
JURJO TORRES SANTOMÉ
Universidade da Coruña
La LOMCE no garantiza una educación de ciudadanas y ciudadanos, sino de trabajadoras y trabajadores y de consumidoras y consumidores.
Estamos ante una ley en cuyo preámbulo de justificación las palabras dominantes, que organizan la jerarquía de los significados son términos como empleabilidad, espíritu emprendedor, competitividad, prosperidad del país, talentos, especialización, esfuerzo y evaluación. Conceptos que ya eran muy dominantes en el primer borrador de Anteproyecto presentado a la opinión pública con fecha de 25 de septiembre de 2012. Todos estos términos son perfectamente interpretables cuando leemos las dos primeras líneas con las que comenzaba el primer anteproyecto: “La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país”.
Representa una propuesta de reforma completa del sistema educativo justificada por las necesidades del mercado. Es esta mirada restrictiva la que también explica que los únicos diagnósticos rigurosos presentados sobre nuestro vigente sistema educativo sean los que proporciona el Informe PISA, realizado por una organización mundialista y economicista como es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y, por tanto cuya preocupación no es la de la educación integral, dirigida a estimular todas las dimensiones de la persona: intelectual, social, emocional, física, ética, cívica, etc.; no le preocupa una educación dirigida a potenciar las capacidades de aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser, tal y como la UNESCO propone. Tampocola OCDE evalúa en qué medida nuestro sistema educativo es coherente y respetuoso con los mandatos constitucionales, tal y como estipula el Art. 27.2 de la Constitución Española: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”.
Es sobre la base del informe PISA que se detectan insuficiencias y problemas en la formación de nuestro alumnado y se argumenta la necesidad de una nueva reforma del sistema educativo y, en consecuencia se proponen las medidas con las que se solventarán los problemas detectados. En la medida en que PISA únicamente se preocupa de tres dimensiones -la comprensión lectora, la alfabetización matemática y la científica-, ignorando muchas otras dimensiones (como se puede ver en el cuadro I que se adjunta), no podemos admitir sus informes como sustitutos de otros análisis más completos y verdaderamente diagnósticos de los puntos fuertes y débiles de nuestro sistema educativo; de las necesidades y urgencias a las que es necesario hacer frente.
No obstante, es de subrayar la contradicción que supone el hecho de que siendo PISA el eje elegido por el Partido Popular para justificar la LOMCE, o sea, tratar de mejorar en los resultados en esas pruebas, sin embargo una de las materias que evalúa la OCDE, las ciencias, se ofrezca como optativa al alumnado que en la ESO se escolariza en el itinerario de «Enseñanzas aplicadas», con destino a la Formación Profesional. A quien cursa este itinerario se le ofrecen como materia optativa unas ciencias «rebajadas», bajo el rótulo «Ciencias aplicadas a la actividad profesional», y como optativa conjuntamente con «Iniciación a la actividad emprendedora» y «Tecnología». Lógicamente, este alumnado en las pruebas PISA es fácilmente imaginable que puntuará por debajo de los que cursan obligatoriamente esa asignatura en el itinerario «Enseñanzas académicas», que se exige para cursar Bachillerato.
En realidad, pienso que PISA es la excusa para vender una reforma de un profundo calado, que tiene demasiados intereses latentes. Así, por ejemplo, es muy sospechosa la exageración en negativo que realiza el Partido Popular de los resultados de nuestro país en PISA, lo que lleva a dramatizar las consecuencias de esos resultados por parte de quienes buscan recortar o, incluso, eliminar la red de centros escolares públicos, para promover mayores negocios con su privatización. PISA lo que realmente dice es que nuestro sistema educativo es aceptable y, algo muy importante, el más equitativo después de Finlandia. Por tanto, lo que necesitaríamos para mejorar son medidas puntuales, no poner patas arriba el sistema y, en especial en momentos en los que el dinero público destinado a educación está siendo recortado de modo completamente agresivo. Está visto que lo que realmente se pretende se adecuar el sistema educativo a la agenda política y económica del Partido Popular, a sus particulares intereses y necesidades.
Un análisis del anteproyecto presentado nos lleva a detectar con claridad una fortísima reorientación en las finalidades del sistema educativo. No podemos olvidar que hasta el momento presente, al menos en el terreno de las intenciones, una de las principales preocupaciones de las organizaciones sociales y políticas, de las Administraciones, de las instituciones escolares y de su profesorado viene siendo la de tratar de educar una ciudadanía solidaria, justa, democrática y responsable; de servirnos también del sistema educativo para garantizar una sociedad basada en la igualdad de oportunidades y, en consecuencia, subsanar las injusticias y desigualdades sociales, económicas y culturales. Por el contrario, desde la llegada al poder del Partido Popular se vienen aprovechando los resortes del poder, las distintas Administraciones, para convertir en hegemónico otro modelo de sociedad: una sociedad neoliberal, en la que el mercado tenga siempre la última palabra y, por tanto, también una sociedad en la que la ciudadanía se vea convertida en capital humano con el que incrementar y acelerar la producción, mejorar la productividad laboral y la rentabilidad económica. Se pretende rebajar a las personas a funcionar exclusivamente como fuerza de trabajo; por tanto, necesario conformarlas con otro nuevo sentido común para aceptar como «lógica» esta degradación; de ahí que también el sistema educativo se pretenda que sea el motor de introyección de nuevos valores claramente más conservadores, que impidan la puesta en cuestión del propio modelo de sociedad, de sus estructuras productivas; que se vea como algo normal su reducción a la categoría de trabajadoras y trabajadores y, simultáneamente, a la de clientes con capacidad para comprar productos y servicios.
Si para educar a ciudadanas y ciudadanos es preciso garantizar una educación más integral, humanística, científica y artística; ahora para formar para el mundo del trabajo y del consumo se pretende incidir prioritariamente en aquellos conocimientos y destrezas que precisa e interesan al mercado. El anteproyecto de la LOMCE lo que busca es instruir al alumnado con la mirada puesta en la rentabilidad económica de todo lo que hace y, por tanto, obsesionada con el conocimiento técnico, instrumental y vendible en el mercado de trabajo; seres humanos dominados con preocupaciones economicistas en sus análisis a la hora de tomar decisiones acerca de lo que estudiar y elegir en el sistema educativo; personas, por tanto, fascinadas con los objetos de consumo, uno de los principales motores de su esfuerzo y de su razonamiento.
Este reduccionismo y economicismo dominante se puede ver en el párrafo con el que en el segundo anteproyecto se pretende justificar la ley: “ … La reforma de la LOMCE se apoya en evidencias y recoge las mejores prácticas comparadas. Los principales objetivos que persigue la reforma son reducir la tasa de abandono temprano de la educación, mejorar los resultados educativos de acuerdo con criterios internacionales, tanto en la tasa comparativa de alumnos excelentes, como la de titulados en Educación Secundaria Obligatoria, y mejorar la empleabilidad y estimular el espíritu emprendedor de los estudiantes. … (la negrilla es mía)”. Como vemos, no son los motores de esta reforma las necesidades del ser humano para ser una persona autónoma, reflexiva, solidaria, democrática, informada y crítica.
El vocabulario dominante en el mencionado anteproyecto deja ver con claridad este cambio de rumbo. Frente a conceptos más ligados a la necesidad de educar ciudadanas y ciudadanos como, por ejemplo: autonomía, justicia, responsabilidad, capacidad crítica, libertad, tolerancia, cooperación, creatividad, autorrealización, colegialidad, reflexión, … ahora el texto rezuma un vocabulario más acorde con una sociedad neoliberal: empleabilidad, eficacia, evaluación, calidad, competencias, indicadores, acreditación, excelencia, … Alguno de estos términos incluso hace una aparición muy machacona, en numerosas páginas, por ejemplo: evaluación.
Pero es una evaluación para controlar y sancionar; no tiene una finalidad de seguimiento y diagnóstico, para ayudar a detectar cuanto antes las dificultades del alumnado y, por tanto, intervenir inmediatamente para subsanarlas. Estamos ante evaluaciones externas y reválidas para expulsar del sistema educativo a aquellos estudiantes que no dispusieron de suficiente ayuda en los momentos en los que la precisaban. Son evaluaciones sancionadoras, cuando ya son muy difíciles los remedios.
Asimismo, estamos ante una evaluación del alumnado recurriendo a tests de lápiz y papel, aplicadas en un único día, lo que equivale a ignorar la larga trayectoria que dio origen a la instauración de la evaluación formativa y continua en nuestro sistema educativo.
Las pruebas estandarizadas de lápiz y papel para una población tan amplia no acostumbran a ser garantía de igualdad de oportunidades, ya que no pueden tomar en consideración la gran variedad de características culturales y sociales que afectan a los aprendizajes de un alumnado con mucha diversidad social, cultural, económica, psicológica y lingüística. Así por ejemplo, muy difícilmente unas pruebas como las que se anuncian en el anteproyecto pueden acomodarse a los diferentes tipos de inteligencia que detectan las investigaciones de Howard Gardner. Lógicamente, son pruebas que favorecen más a un tipo de estudiantes que a otros. Este tipo de evaluaciones no toman en consideración cuestiones más personales, pero que afectan a un gran número de estudiantes: los nervios y el estrés ante una prueba en la que se lo juegan todo; el grado de comprensión de lo que en realidad se pregunta; la lentitud a la hora de responder debido a que ciertos estudiantes analizan y contrastan durante mucho tiempo la respuesta que emiten; tampoco se tiene en cuenta a estudiantes con discapacidades psicofísicas que les impiden escribir en esos tests; etc.
Después de décadas defendiendo y convenciendo al profesorado acerca de las ventajas de una evaluación continua, formativa y más cualitativa, ahora se vuelve a la evaluación final y sumativa y, por supuesto, sobre la base de respuestas que sean siempre cuantificables.
Tampoco podemos pasar por alto que este modelo de evaluaciones funcionan también para controlar la ortodoxia de los contenidos que deben ser trabajados por el profesorado en las aulas. Contenidos dictados exclusivamente por el Ministerio, sin el más mínimo debate público con distintas organizaciones profesionales y sociales, ni con los distintos colectivos docentes. Contenidos cuya interpretación también se arroga el Ministerio al establecer los indicadores de rendimiento y la construcción y aplicación de las pruebas de evaluación. Con semejante política panóptica las aulas pueden muy fácilmente acabar reducidas a academias de entrenamiento para pasar los exámenes y reválidas externas.
El Ministerio de Educación se reserva las competencias para fijar la totalidad de los contenidos en materias como Lengua y Literatura castellana, Matemáticas, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales, Geografía, Historia, etc. ¿Qué garantías tenemos de que esos contenidos sean, por una parte científicos, actuales y significativos y, por otra, interesantes, relevantes y fundamentales para el alumnado al que van dirigidos? Al no existir ni el más mínimo debate público tampoco acerca de los contenidos de cada materia, no nos sorprendería que en muchas de ellas, por ejemplo, aquellas en las que se contempla la historia y cultura propia de cada Comunidad Autónoma, se aproveche para «reinterpretarla» desde una óptica interesada al gobierno centralizador y homogeneizador que promueve el Partido Popular.
Planificar un sistema educativo implica una serie de decisiones sociopolíticas que deben ser fruto de un debate y consenso democrático acerca de la orientación que deseamos dar al futuro de nuestra sociedad. Incidir sobre el presente y el futuro de cualquier sociedad, conlleva realizar análisis rigurosos sobre cómo es el mundo del presente, «así somos»; y, también tener mínimamente claro, luego de los consiguientes debates democráticos en los que participen todas las organizaciones sociales, económicas, políticas y culturales, un proyecto de mejora de nuestra sociedad, «así queremos ser». Lógicamente, en ese proyecto de futuro a construir, habría que conservar y mantener en la memoria colectiva la herencia más salvable de nuestra tradición y logros como seres humanos. Educar es parte de un proyecto de construcción de un futuro mejor que tratará de mantener los logros y la memoria de los fracasos para evitar volver a caer en errores del pasado, superar las ruinas de la historia.
Las humanidades y ciencias sociales son precisamente ese gran testigo crítico de la historia, de la renovación constante de los ideales, intervenciones, logros y construcciones de los seres humanos. Las humanidades y ciencias sociales, como producto de la cultura, son siempre una tarea política, ya que son el resultado de una mirada selectiva a lo visible y a lo que quienes están en el poder y tienen más poder decisorio pretenden ignorar; son campos del conocimiento en los que cabe siempre la opción de primar a unas voces frente a otras.
Estas áreas del conocimiento estudian el mundo vivido como experiencia, como resultado de voluntades humanas y de condiciones sociohistóricas; no de una manera impersonal, como será el caso en muchas ocasiones en las ciencias experimentales y tecnologías. Las ciencias sociales y las humanidades contribuyen decisivamente a dar sentido, a explicar ideales y frustraciones humanas. Es esta modalidad de reflexividad la que nos permite entender conceptos, saberes, valores, técnicas, procedimientos, … que dan sentido a nuestra existencia, que iluminan nuestras producciones técnicas, científicas, políticas, artísticas y sociales. No obstante, esta tarea de comprensión del pasado y del presente, que va a configurar de un modo muy decisivo nuestros pensamientos, iniciativas y actividades acerca de lo que es realmente posible o imposible, se puede facilitar o dificultar en la medida en que esos contenidos culturales se organicen en el currículum escolar de un modo significativo y relevante para el alumnado.
En la propuesta de reforma que diseña la LOMCE la dificultad para entender el mundo se le agrava al alumnado, porque no se organiza y fomenta otro tipo de estructura del conocimiento que no sea el tradicional modelo de las disciplinas, asignaturas. A estas alturas de la historia, no avanzar por la vía de la interdisciplinariedad, de los proyectos curriculares integrados, equivale a seguir dificultando los procesos de enseñanza y aprendizaje del alumnado. Las disciplinas son parcelas organizadas de saberes, destrezas y procedimientos, pero con marcos que dificultan adentrase a ver otras facetas de la cultura y de la realidad con las que también están o deberían estar interrelacionadas. La separación de las humanidades, las ciencias sociales, las ciencias experimentales y las tecnologías en compartimentos estancos, en asignaturas independientes, como modelos de evaluación independientes, son una amenaza para el proyecto humano de conocer, de entender reflexivamente la realidad, el mundo; dificultan ver las interconexiones que en la práctica, en la realidad sí existen.
Dada la falta de mecanismos verdaderamente democráticos para consensuar las materias y los contenidos escolares, entra dentro de la lógica pensar que se pretende aprovechar este momento de mayoría absoluta del PP para tratar de imponer cosmovisiones partidistas y distorsionadas que contribuyan a convertir en hegemónico su ideario partidista. Para ello, además de fijar el 100% de los contenidos de las asignaturas troncales, exigen que deben ocupar más del 50% del tiempo total del curso académico. Dado que esas materias son las que también van a integrar las evaluaciones que para todo el alumnado del Estado diseña, aplica y evalúa el Ministerio de Educación, no está de más suponer que van a ser muchas las presiones para que ese tiempo mínimo que establece el Ministerio se vea muy incrementado por las Administraciones autonómicas; ninguna querrá quedar en mal lugar en los rankings que tales evaluaciones y reválidas generarán.
Dado que la obsesión es educar trabajadoras y trabajadores entra dentro de esta lógica conservadora y vaticanista el que se proponga la eliminación de la materia Educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos. Algo que incluso se refleja con mayor nitidez en el último borrador (hasta el momento) ya que en él desaparece incluso la alternativa que proponía el primer borrador: «Educación cívica y constitucional». Ahora se le encarga en exclusiva a la Religión esa meta educativa.
La religión, al no considerarse un campo de conocimiento humano, sino el resultado de la revelación divina, y tal y como la historia nos permite constatar, puede en muchos casos instrumentalizarse para considerar como tal voluntad divina lo que, en realidad, son situaciones de injusticia, generadas por seres humanos preocupados por sus intereses particulares y no por otros más generales. Tengamos en cuenta que la religión en la que piensa el Ministro Wert, como fruto de las interlocuciones que mantiene, es la que divulga e interpreta la Conferencia Episcopal y el actual gobierno del Vaticano. Una religión interpretada de un modo políticamente muy conservador y en el que los valores a promover en la ciudadanía serían: la obediencia, entendida como sumisión ante el poder; el sacrificio, ante el trabajo alienado, con salarios injustos y en malas condiciones laborales; la caridad, frente a la justicia; el esfuerzo, para soportar la explotación; la paciencia, ante las injusticias; el sufrimiento, frente a la sinrazón y a los abusos; etc. Otra cosa sería un religión vivida e interpretada bajo postulados de la teología de la liberación; o sea, preocupándose y luchando por la justicia social; comprometiéndose con la liberación, la democracia y la justicia para todos los pueblos, colectivos sociales y personas oprimidas; viviendo en solidaridad y cooperación con quienes están sufriendo; etc. Una religión así entendida no llegaría nunca a ser incluida en el sistema educativo diseñado por el Ministro José Ignacio Wert y la Fundación FAES, que preside José Ma Aznar.
Pero, no debemos olvidar que las aulas escolares continúan siendo uno de los espacios privilegiados para construir nuestras interpretaciones acerca de la realidad, para abrir nuestro imaginario hacia otros mundos y, de manera especial, para vislumbrar otras posibilidades y alternativas. El currículum explícito y el currículum oculto estimulan, promueven y convierten en obvio, natural y, por tanto, en justo a determinadas explicaciones, conocimientos, realidades y aspiraciones y, simultáneamente estigmatizan, reprimen y condenan a otras.
Obviamente, si silencian o deforman y manipulan las explicaciones acerca del racismo, el sexismo, la homofobia, la existencia de clases sociales, del neocolonialismo, de la pobreza y marginación, de las injusticias en el mundo laboral, de las personas discapacitadas intelectual y/o físicamente, de las enfermedades y sus consecuencias de todo tipo, etc. se está contribuyendo a construir un sentido común en el que estas realidades tan injustas de nuestro tiempo no se perciben, salvo aquellas personas a las que más directa y explícitamente les afectan. Es de este modo como se facilita la perpetuación de las situaciones de opresión y de injusticia que tantos seres humanos vienen sufriendo.
El rol asignado por las constituciones de la práctica totalidad de los países a los sistemas escolares de educar a las generaciones más jóvenes venimos constatando desde hace muchísimos años que no se está llevando a cabo. Por el contrario, que son muchas las situaciones en los que lo que se hace es privar a las chicas y chicos de los recursos informativos, habilidades y destrezas cognitivas y socio-afectivas imprescindibles para entender sus realidades cotidianas y, por consiguiente, para comprometerse en acciones e iniciativas con las que hacer frente a tanta injusticia social como caracteriza a las sociedades del presente.
Son demasiadas las voces ausentes y silenciadas con las que vienen operando los proyectos curriculares que diseñamos, desarrollamos y evaluamos en nuestras aulas. Únicamente apostando y esforzándonos por trabajar con perspectivas más inclusivas es factible que en las aulas se oigan y visibilicen todas esas realidades tradicionalmente ignoradas y, lo que es gravísimo, deformadas para tratar de justificar las situaciones de opresión.
No apostar por una profunda revisión de las materias y contenidos con los que viene trabajando el sistema educativo, no incrementar los niveles de interdisciplinariedad es muy fácil que contribuya a la perpetuación de las desigualdades e injusticias educativas y, a corto plazo, incluso, al agravamiento de las desigualdades económicas, políticas, legales, laborales, culturales, sociales y afectivas.
La propuesta de la LOMCE, en vez de atender a estas cuestiones tan decisivas para educar verdaderos ciudadanos y ciudadanas, puede acabar contribuyendo a rebajar a los seres humanos a la categoría de autómatas sociales.
En estos tiempos de neoliberalismo y de fuerte conservadurismo una de las características de los políticas educativas es tratar de educar en el presentismo (Jurjo TORRES, 2011), estimulando la pérdida de la memoria histórica y colectiva; de este modo se contribuye a la pérdida de acceso a las claves que permitieron a los colectivos sociales oprimidos luchar, hacer frente y superar las injusticias a las que estaban siendo sometidos.
El tecnocratismo de los expertos avanza y puede llegar a consolidarse como el modo «natural» de organizar y participar en una sociedad, en la medida en la que a esa ciudadanía se le oculta y/o manipula su pasado, se le impide el acceso a informaciones que son relevantes para entender el presente, o no se le educa tratando de incidir en el desarrollo del pensamiento crítico, en comprometerla con los valores imprescindibles para el funcionamiento democrático de una sociedad, o sea, no se le ofrece una educación verdaderamente integral.
El rol de las instituciones escolares en una verdadera democracia tiene que ser el de preparar y estimular la autonomía; educar en la libertad de pensamiento y en la independencia de los juicios. Una meta que entra en conflicto absolutamente frontal con las finalidades de satisfacer las necesidades de los mercados capitalistas y adoctrinar en el sometimiento y en el acriticismo ante los poderes económicos, financieros y vaticanistas; objetivos que los modelos neoliberales y conservadores pretenden asignar a la educación.
Una visión predominantemente utilitarista del conocimiento y, en general, de la cultura entra en contradicción cada vez más flagrante con la concepción emancipadora, de empoderamiento que debe tener la educación en las sociedades democráticas. De ahí que entre los objetivos de los sistemas educativos destinados a empoderar a la ciudadanía se venga poniendo el énfasis en la urgencia de potenciar el pensamiento crítico, la cooperación entre el alumnado, el trabajo reflexivo. Las aulas, en consecuencia, tienen que ser los espacios privilegiados en los que el alumnado se vea obligado a debatir, objetar, contradecir, argumentar, … sobre la base de estar obligado a proporcionar informaciones rigurosas, investigaciones, documentos, … con los que sostener sus opiniones ante los demás.
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CUADRO I. PISA y la evaluación de los sistemas educativos.
PISA Y LA EVALUACIÓN DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS
Mide tres aspectos:
* La comprensión lectora,
* La alfabetización matemática y
* La alfabetización científica.
No se evalúan:
- · Los contenidos obligatorios de todas las asignaturas que imponen el Ministerio de Educación y las Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas, incluidos los de las tres áreas implicadas en las dimensiones que mide PISA.
- · La escritura, la capacidad de expresarse, de comunicarse y de razonar;
- · Las habilidades para el debate y la comunicación respetuosa;
- · Los conocimientos, procedimientos, destrezas y valores artísticos;
- · La formación literaria;
- · Los conocimientos y capacidades para interpretar y situar momentos históricos, fenómenos políticos y sociales;
- · La capacidad de análisis crítico;
- · La competencia para pensar, analizar y tomar decisiones desde marcos interdisciplinares;
- · La educación psicomotora y competencias deportivas;
- · La educación ética y moral;
- · La educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos;
- · La capacidad de resolución de conflictos;
- · La apertura de espíritu y compromiso con otras culturas y pueblos;
- · La participación en la gestión de la vida cotidiana en las instituciones escolares;
- · La educación ambiental;
- · La educación para la salud;
- · La educación para el consumo;
- · La educación vial;
- · La capacidad para realizar juicios informados y razonados;
- · La capacidad de colaboración y de ayuda a los demás;
- · El nivel de responsabilidad y el compromiso con la democracia;
- · Los valores y prioridades para la vida en sociedades democráticas, etc.;
- · Los hábitos culturales: lectura, asistencia a conciertos, museos, conferencias, etc.;
- · La educación mediática o en medios de comunicación;
- · La educación afectivo – sexual.
Jurjo TORRES SANTOMÉ (2011). La justicia curricular. El caballo de Troya de la cultura escolar. Madrid. Morata, pág. 198.
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La LOMCE ignora las diferencias autonómicas y vulnera sus competencias.
No se reconoce claramente que vivimos en un Estado plurinacional, en el que hay Comunidades Autónomas que tienen una cultura propia, además de otra compartida. Cultura propia fruto de su historia idiosincrásica, y que se entiende en la medida en que se estudia, mantiene, fomenta, divulga y, obviamente, se utiliza su lengua.
En las últimas décadas habíamos iniciado un significado proceso de aceptación, entendimiento, colaboración y respeto mutuo, pero ahora esta dinámica pretende no solo frenarse, sino cortarse, de ahí la obsesión del Ministro José Ignacio Wert por «re- españolizar» Cataluña y, obviamente, el País Vasco y Galicia.
En el anteproyecto de LOMCE no se percibe un espíritu y unas medidas tendentes a reforzar la cooperación e interconexión entre las CCAA. Lo que en realidad se pretende es, apoyándose en aquellas que en este momento tienen un Gobierno ideológicamente afín, aprovechar para desmontar el Estado Autonómico, anular las propuestas para construir un Estado Federal. Estamos ante una estrategia más destinada a reforzar políticas uniformizadoras y de fuerte recentralización.
El Anteproyecto pretende centrar las necesidades de las Comunidades Autónomas con lengua propia a su estudio únicamente como una asignatura más; impidiendo políticas más eficaces destinadas a garantizar unas lenguas que tienen muchas dificultades para considerarse como iguales con la lengua castellana. No tenemos nada más que ver que en cualquiera de las denominadas Comunidades con otra lengua cooficial, la gran mayoría de los medios de comunicación, los fondos bibliográficos y recursos culturales acostumbran a estar en castellano. Lenguas como el gallego, el euskera y el catalán arrancan desde situaciones con mayores dificultades y, por tanto, necesitan de programas de mayor impulso. No podemos considerar que impartiendo el mismo número de materias o dedicando igual número de horas en cada una de las lenguas cooficiales garantizamos un trato equitativo, pues, en justicia, no se parte del mismo nivel de normalización en ambas lenguas. En buena lógica será necesario primar e incentivar a la lengua que está más en peligro.
Es constatable que no se consideran las diferentes culturas y lenguas como una enorme riqueza a potenciar, dado que no se fomenta que el alumnado de las distintas Comunidades Autónomas que conforman el Estado Español elijan y estudien alguna de las lenguas cooficiales: catalán, gallego o euskera (con la excepción de quienes residen en las comunidades con esas lenguas).
Asimismo, tengamos presente que el Estado se reserva el control de las evaluaciones públicas, con lo cual las asignaturas y contenidos que puedan proponer las Comunidades Autónomas quedarán reducidas a asignaturas de menor importancia o, incluso, a meras «marías».
En resumen, estamos ante un anteproyecto de Ley que rompe con las políticas y aspiraciones de una mayor equidad y de reducir, día a día, la desigualdad de oportunidades que caracteriza a nuestra sociedad en este momento. Si no logramos aparcar este anteproyecto nos encaminamos en una senda destinada a incrementar todavía más las desigualdades e injusticias sociales, culturales, económicas, laborales, afectivas y políticas.
https://www.yoestudieenlapublica.org/descargas/SLW_Jurjo_Torres_Uni_Coruna.pdf
http://www.stopleywert.org
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«Salvados: Cuestión de educación«, domingo 3 de febrero de 2013, en la Sexta Televisión (21:30 h.)
http://www.lasexta.com/videos/salvados/2013-febrero-3-2013020300007.html
Una buena muestra de que la educación es un tema mucho más candente de lo que muchas personas imaginaban. Espero que el Ministro Wert y demás miembros del gobierno de Rajoy puedan reflexionar, retirar de una vez el anteproyecto de la LOMCE y abrir un gran debate público para decidir qué tipo de medidas son verdaderamente urgentes para construir un sistema educativo público verdaderamente democrático. En una sociedad comprometida con la justicia social, cada estudiante debe poder comprobar, día a día, que todos los recursos humanos y materiales están para ayudarle a convertirse en ciudadana o ciudadano, y no en un robot económicamente productivo.
El escenario en el que grabaron mi entrevista fue el «Museu de l’Escola Rural de Castellar de la Ribera», en Solsona (Lérida). Una antigua escuela rural bien conservada y que hoy funciona como museo. Fue la entrevista en la que pasamos más frío. No había calefacción y la temperatura era muy, muy baja. Como además Jordi graba muchas horas ya os podeis imaginar que ese día pusimos a prueba la salud de todos los que allí estábamos. Pero, afortunadamente, logramos evitar los resfriados.















