25 abril
2013
escrito por jurjo

 Entrevista a Jurjo Torres

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“Es una tremenda injusticia no detectar las necesidades del alumnado”

 Escuela. Nº 3.980 (18 de Abril de 2013) págs. 32-33

Jurjo Torres Santomé (Castro de Rei, Lugo, 1951) es catedrático de Didáctica y Organización escolar en la Universidad de A Coruña. Desde 1978, los catálogos de editoriales especializadas ya contabilizan 12 libros propios y más de cien capítulos suyos en publicaciones colectivas. Si se suman artículos, conferencias y participación en diversos congresos –de modo especial, en Portugal-, es uno de nuestros especialistas más acreditados en asuntos como la educación infantil, el currículum, el multiculturalismo, la diversidad y discriminación, amén de la interdisciplinariedad, la formación del profesorado o las políticas educativas que, transversalmente, afectan a todos ellos.

 Foto Jurjo - Escuela (2013)

¿Existe una “calidad” educativa neutra? ¿Es posible sin equidad?

– Empezaré por una obviedad: no hay leyes educativas neutras o apolíticas: toda legislación en este terreno vehicula un modelo de sociedad. También te diré que no es políticamente democrático querer manipular –por ejemplo, con la selección de contenidos curriculares, como pretende Wert- para crear un sentido común partidista, contrario al que puedan tener muchos otros ciudadanos. Dicho esto, es muy político -en el sentido más aristotélico de lo concerniente a la “polis”- que debamos ponernos de acuerdo en qué sea la equidad; sin ello será difícil saber de qué hablamos cuando nos referimos a la calidad. De lo contrario, puede que esa tan pretendida calidad sea algo que beneficia de modo muy desigual a unos y otros. Si equidad implica que tomamos en consideración y diferenciamos antes las desiguales oportunidades que tiene el alumnado según la clase social a la que pertenece, su origen étnico, sus capacidades, sus sexualidades, la zona en que vive, los recursos de su entorno, etc. -y, asimismo,  la cantidad, variedad y calidad de recursos de que dispone el centro; la formación y experiencia del profesorado, del personal de apoyo, así como de la ratio en función de la diversidad sociocultural y de las capacidades y necesidades del alumnado-, … creo que ya estamos en condiciones de hablar y exigir que la educación que se imparta sea de calidad.

            La equidad no es tratar y exigir a todos por igual, sabiendo que todos somos diferentes, pero mucho más unas personas que otras. La equidad comporta ofrecer más recursos y de mejor calidad a quien arranca en peores condiciones. Esta desigualdad de entrada y permanencia en el sistema educativo es algo que, por desgracia, en estos últimos años se está agravando. No tenemos nada más que ver el número de niñas y niños que viven en situaciones de extrema pobreza en nuestro país… Lógicamente, este marco condiciona muy decisivamente la educación. Pienso que no podemos utilizar con propiedad conceptos como calidad y excelencia sin tomar en cuenta este contexto social y, por tanto, la necesidad de apoyos y estímulos diferenciados al alumnado de los colectivos que están sufriendo más duramente los efectos de la crisis.

En los tiempos de la Ilustración, se pregonaba el “progreso”. Después de 200 años, ¿se puede  programar el oscurantismo?

– El progreso de que habla la Ilustración hace referencia a una concepción del ser humano libre y liberado de determinismos religiosos y dinásticos. Es esta apuesta y confianza ilimitada en la razón y su educabilidad la que nos posibilita caer en la cuenta de nuestros errores y en los modos de subsanarlos. La fe en el ser humano, junto con el conocimiento de nuestra historia y la capacidad de revisarla críticamente es la clave de la lucha que inspiró a los colectivos sociales que no pertenecían a la nobleza, al clero y a la burguesía para demandar el acceso a la educación, y para reivindicar más y mejor educación.

            En la actualidad, los poderes dominantes tienen claramente la intención de reescribir la historia, generándonos una peligrosa amnesia que nos lleve a renunciar a los enormes logros de las luchas sociales. Un ejemplo -en nuestro campo-, es el del peligroso concepto de «talento» -tal como lo trata José Ignacio Wert en el anteproyecto de la LOMCE-, en que parece que pretendiera que todas las personas nacemos predestinadas. No encontraron el gen de la inteligencia en la decodificación del genoma, pero tratan de convencernos con la palabra «talento». Esto es algo que buscaron siempre los poderosos: convencernos de que sus logros son exclusivamente propios, fruto de se esfuerzo personal, de los genes o de dones divinos, obviando las condiciones socioculturales e históricas que favorecieron tales éxitos.

Cada época propicia una terminología educativa. ¿Cuáles son en este momento, las que más se prestan a la manipulación?

– Así es, aunque en nuestro caso con una celeridad muy peligrosa, pues a medio plazo produce efectos completamente perversos. Es muy fácil considerar tales conceptos y las filosofías que encarnan como modas y, por tanto, como algo pasajero, a cambiar más o menos cada cinco o seis años. Entramos en la democracia con todo el vocabulario conductista de los objetivos operativos, luego nos psicologizaron haciéndonos creer que el constructivismo era como la piedra filosofal o el bálsamo de Fierabrás; seguidamente pasamos a apostar por educar por competencias, y simultáneamente nos fueron exigiendo «calidad», «excelencia», «buenas prácticas», … Pero, lo peor, creo que, en gran medida se fueron perdiendo conceptos motores dirigidos a convertir la educación en un instrumento de transformación y empoderamiento de los grupos sociales más desfavorecidos, tales como: justicia, capacidad crítica, creatividad, colegialidad, colaboración, empoderamiento, tolerancia, compromiso, …, así como también filosofías educativas como los proyectos curriculares interdisciplinares e integrados, el trabajo por proyectos, por unidades didácticas, etc.

            Lo que me interesa subrayar es que los nuevos lenguajes de la Administración: excelencia, calidad, empleabilidad, emprendimiento, indicadores de rendimiento, evaluación, reválidas, … se pretenden utilizar como estrategia para reorientar nuestro sistema educativo en una dirección completamente opuesta. Ya no se habla de educar ciudadanas y ciudadanos, personas democráticas, solidarias, intelectualmente curiosas y críticas, rigurosas, comprometidas con la construcción de un mundo más justo y democrático, … Por el contrario, a los neoliberales del PP les interesa preparar únicamente personal para trabajar y para consumir; y a la rama ultraconservadora del PP, creyentes, pero con los valores y matices que pregona la actual Conferencia Episcopal que preside Rouco Varela: obediencia, como sumisión; sacrificio, ante la explotación en el trabajo; caridad, en vez de justicia; paciencia, ante las injusticias; sufrimiento, para tolerar los abusos y la sinrazón; esfuerzo, para soportar lo insoportable, etc.

¿Es pertinente que el sistema educativo esté de nuevo ante otra ley orgánica? ¿No se debiera estar haciendo otra cosa de más enjundia?

– Me parece un tremendo error. Es una manera de estar lanzando un mensaje a las instituciones escolares sobre la provisionalidad de las propias leyes. En una sociedad consumista como la que vivimos este cambio constante de las leyes puede acabar por hacer realidad la cínica frase que Giuseppe Tomasi di LAMPEDUSA pone en boca del joven aristócrata Tancredi, en la novela de El Gatopardo, “si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”.

            Porqué vamos a intentar actualizarnos e introducir cambios en nuestro trabajo diario en las aulas, si en el próximo cambio de gobierno van a derogar lo que ahora proponen e introducir otras modas. Es frustrante, desmotivador y cansino asumir que cuando el Ministro Wert cambie, vendrá otro que también querrá pasar a la historia, que se le recuerde como padre de una ley, y hará otra diferente.

            Para modificar una ley, primero habría que contar con diagnósticos más serios sobre lo qué acontece en las aulas; qué puntos fuertes tiene nuestro sistema educativo y, por tanto que hay que conservar y reforzar, y qué debilidades tenemos. Una vez diagnosticadas estas debilidades lo que tocaría sería abrir un riguroso y amplio debate público acerca de qué medidas alternativas o cambios tienen más probabilidades de corregir esos déficits. Seguidamente, establecer algunos ensayos de esas recomendaciones para ver si en la práctica subsanan o nos plantean otros problemas diferentes o mayores que los que ahora detectamos como déficit del sistema.

            Yo creo que en estos momentos estamos ante un gobierno que se siente borracho de éxito. Tienen mayoría absoluta y pretenden aprovechar esta circunstancia para poner todas las estructuras del Estado al servicio de su programa ideológico. Quieren servirse de las instituciones escolares para crear los nuevos militantes del Partido Popular; convertir en hegemónica su ideología ultraconservadora, católica y neoliberal. Creo que no se atreven todavía a una quema de los libros que no concuerden con su ideología, tal y como sucedió, por ejemplo, durante la dictadura franquista.

Has dedicado mucha atención a la educación infantil. ¿Por qué?

– Coincidieron varios fenómenos que me hicieron comprender la urgencia y posibilidades de la educación en este momento tan crucial del desarrollo. Piensa que a finales de los sesenta y principios de los 70, en EEUU habían caído en la cuenta de que si queríamos que todos los niños y niñas tuvieran éxito en el momento de la escolarización obligatoria, a los seis años, era preciso educar y estimular ciertos aprendizajes previos y, mucho más si eran miembros de colectivos sociales desfavorecidos, que vivían en ambientes poco o nada estimulantes, desde el punto de vista educativo. Así surgieron los primeros programas de Educación Compensatoria, para quienes vivían en ambientes más deficitarios.

            A medida que íbamos sabiendo más sobre el desarrollo y aprendizaje infantil íbamos cargándonos de razones para seguir apostando por un campo que la mayoría de la gente veía como “guardería” y que había que transformar radicalmente, hacer que fuera educativo. De ahí que se luchase contra etiquetas que sugerían únicamente los aspectos de guardia y custodia. Hoy tenemos, por fin, profesionales con una buena formación para trabajar en esta etapa. Contamos con experiencias educativas muy importantes y con centros en los que se está haciendo un trabajo muy riguroso y de muy buena calidad.

¿Qué falta conseguir?

– Desde mi punto de vista falta que la Administración asuma realmente -no como propaganda- la importancia de la educación en estas edades. Es muy injusto que en estos momentos se esté dinamitando todo lo logrado y que un ministro como José Ignacio Wert se atreva a decir que esta etapa, en especial la de cero a tres años, es asistencial. Es un síntoma claro, primero de su incapacidad para el análisis acerca de la razón de ser de las políticas educativas públicas, y segundo de su ignorancia acerca de la importancia del desarrollo neurológico, lingüístico, social, afectivo, psicomotor y de la creatividad en esta fase tan decisiva del desarrollo humano, como es la etapa de cero a seis años. Es enormemente injusto que no se estén construyendo centros públicos suficientes para esta etapa única, de cero a seis. Como es muy preocupante que la oferta pública de tres a seis sea reducida y se esté retrocediendo, o que de cero a tres sea insignificante. En una sociedad comprometida con la justicia social no podemos dejar que sean las familias más favorecidas las que estén apostando por la educación de cero a tres, ya que son quienes disponen de más información acerca de lo crucial que es una educación de calidad en este período evolutivo.

            Pienso, además, que es una tremenda injusticia social no contribuir a detectar cuanto antes las necesidades y dificultades del alumnado, algo que afectará mucho más gravemente a las familias de las clases sociales más populares, a la población gitana (a la que se ignora por completo en la Ley), a la población inmigrante pobre, a las personas con alguna/s discapacidad/es… Entenderás que sea grave que no se apueste por desarrollar la Educación Infantil: que esta etapa quede completamente marginada en el anteproyecto de la LOMCE.

¿La obsesión de esta nueva ley por las áreas instrumentales “mejorará” la educación o intentará meramente quedar algo mejor ante la OCDE?

– Ya lo dice con claridad y contundencia el Ministro Wert y el texto del anteproyecto de la LOMCE. Lo que se busca es, por una parte, mejorar en PISA y, por otra -como también anuncia en el preámbulo, literalmente- “mejorar la empleabilidad y estimular el espíritu emprendedor de los estudiantes”.

En realidad, PISA es el único diagnóstico que le importa al Ministerio; no cuentan o no ofrecen otras investigaciones diferentes a las de la OCDE, el auténtico Ministerio de Educación del Planeta Tierra. Pero lo que en esa prueba de lápiz y papel que es PISA -y que se aplica un determinado día-, no se diagnostica es una educación mucho más integral, que es lo que se nos exige en el Art. 27.2 de la Constitución Española: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”.

            En la medida en que nos regimos por las demandas de PISA y se le exige al sistema educativo que resuelva el problema del paro, capacitando para la empleabilidad y para ser empresarios, en buena lógica todas aquellas materias que no tengan esta específica y directa finalidad pasan a considerarse marías. Como no interesa formar ciudadanas y ciudadanos, Wert decide que no deben existir materias como Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Metidos en su lógica, si el alumnado, tanto ahora como cuando salga del sistema educativo,  los desconoce o no desarrolló una conciencia histórica crítica -recuerda que el propio J. I. Wert dijo que eliminaría todos los temas conflictivos del currículum- y tampoco sabe pensar, analizar y juzgar éticamente el mundo, se convertirá en carne de cañón para ser explotada en esta sociedad de mercado. Además, para reforzar y lograr el consentimiento de estos trabajadores y trabajadoras ante su explotación, Wert decide que los eduquemos en una Religión nada liberadora como la que oficialmente representa e interpreta la Conferencia Episcopal, en la que se le enseñará a aguantar y soportar todo esperando un premio, pero en la otra vida.

¿Qué papel crees que asignan –o reasignan- a las mujeres?

– Intuyo que, tanto el Ministro como el PP, las ven como madres, esposas y cuidadoras, pues además de recortar la Educación Infantil, generan un problema añadido: la dificultad para trabajar fuera del hogar. Pero me preocupa también que las materias que pueden y deben ayudar a no perder la memoria histórica se reduzcan a marías. Construir un sistema educativo caracterizado por la justicia curricular obliga a incorporar en los contenidos escolares las voces, logros y, por supuesto, las dificultades de los colectivos sociales que nuestra cultura y, en consecuencia, las instituciones escolares y las fuentes informativas dominantes con las que trabajan, vino marginando: la historia de las mujeres, del pueblo gitano, del movimiento obrero, de los pueblos colonizados, de las personas discapacitadas, de las etnias inferiorizadas y explotadas, etc. O mucho me equivoco o a Mariano Rajoy, a Wert y  su equipo, estas voces les molestan; por lo tanto, mejor el silencio y … la oración.

¿Qué currículo oculto se pretende desarrollar? ¿Cuál es el verdadero sentido de esta ley?

– Creo que la síntesis podría quedar en que el PP pretende convertir en hegemónica, en el sentido gramsciano, sus concepciones y modelos de cómo debe ser y funcionar el mundo: su afán por “reespañolizar” –como dice Wert- es alucinante. Tratan de utilizar el sistema educativo para promover, asegurar y convencer sobre las ventajas del neoliberalismo, de una biología determinista que explicaría las facilidades y dificultades de cada estudiante -debido a los “talentos” con los que nació predestinado-, y jerarquizar a los colectivos sociales y personas. Pretenden lograr nuestro consentimiento -sobre la base del silencio, omisiones y manipulaciones en los contenidos y recursos didácticos- en torno a las ventajas del neoliberalismo, de los valores más conservadores y fundamentalista típicos de un catolicismo casposo. De ahí su obsesión por imponer asignaturas obligatorias, indicadores de rendimiento de esos mismos contenidos y, para cerrar bien el círculo, evaluarlos diseñando y aplicando ellos mismos los test que sirven para comprobar su dominio por parte de todos y cada uno de los alumnos y alumnas.

Por último…, ¿la LOMCE tiene adeptos entre el profesorado? ¿Quiénes se sentirán mejor con ella?

– Me cuesta ver ese profesorado que reivindica la LOMCE, sinceramente en mi experiencia cotidiana aun no lo he encontrado. Pero imagino que será aquel profesorado con más lagunas en su formación o, simplemente, personas autoritarias y dogmáticas con nostalgia de un pasado imaginado de manera completamente fantasiosa, en el que dudo que les hubiera gustado vivir, especialmente si no les garantizaban un estatus de clase dirigente.

            Creo que muy pocas leyes en la historia de la democracia están logrando menos consenso y apoyos que el actual anteproyecto de la LOMCE.

Y, atentos, pues aun faltan algunas cuestiones que están saliendo a la luz pública en estos días, y que en el anteproyecto actual aún no aparecían, como es la necesidad de dotar con una educación financiera al alumnado. Algo que ya sabíamos que se iba a producir, pues España es uno de los 18 países de la OCDE que aceptó que en las pruebas PISA que se harán públicas este año, 2013, se evaluaran las competencias en educación financiera. ¡Ah! Y no olvides que esto no queda aquí: se complementará con una nueva Ley de Universidades… ya en ciernes.

Entrevista realizada por Manuel Menor Currás

2- Foto - Jurjo - Escuela (2013)

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http://es.slideshare.net/JurjoTorres/escuela-entrevista-jurjo-torres-2013

 

 

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