15 febrero
2014
escrito por jurjo

Sobre los libros de texto. Algunas objeciones

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Cuadernos de Pedagogía 1995Jurjo Torres Santomé

Cuadernos de Pedagogía

Nº. 235 (Abril, 1995) págs. 68 – 69

 

 

 

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Objeciones a la utilización de los libros de texto como recurso dominante para promover personas críticas y reflexivas. Se hace referencia a la industria del libro de texto, al control que sobre ella ejerce el poder político y acerca de su lugar como recurso didáctico dominante o como un material más entre otros muchos.

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Libros de texto, material escolar y materiales curriculares

Una de las notas idiosincrásicas del momento histórico que nos toca vivir es el de disponer de una gran variedad de fuentes de información, a través de una gran diversidad de soportes. El problema es cómo moverse entre tal maraña informativa. Algo que obliga a replantearse el papel que desempeñan las instituciones escolares en la preparación de los ciudadanos y ciudadanas de las nuevas sociedades informacionales.

Aprender a moverse en este modelo de sociedad implica que esas mismas variedades de fuentes informativas y formatos tienen que estar presentes en las tareas escolares. Si las personas para informarse y comunicarse se sirven de periódicos, revistas, documentales audiovisuales, monografías, diccionarios, bases de datos, etc., es lógico que eso mismo suceda también en las instituciones escolares. Éstas tienen la obligación de capacitar a las nuevas generaciones para comprender la realidad y prepararlas para participar en ella de manera reflexiva, democrática y solidaria. Por lo tanto, un colegio pobre en esa variedad de recursos informativos difícilmente puede cumplir tal meta educativa.

Preparar para la vida sólo puede hacerse desde y en esa misma realidad, o sea, apoyándose en los recursos presentes en esa comunidad. Es indispensable ayudar a las chicas y chicos a aprender a juzgar la calidad y veracidad de la información con la que entran en contacto. Llegar a descubrir de qué manera se producen manipulaciones en la información, cómo se distorsionan y ocultan resultados y noticias, es algo que se aprende practicando, a base de contrastar distintas fuentes informativas.

Una institución escolar en la que los libros de texto son el recurso dominante va a tener muchas dificultades para promover personas críticas y reflexivas. En la medida que no se estimula la obligatoriedad de la confrontación de fuentes, textos, experiencias y personas, se asienta acríticamente la verdad de autoridad. El saber humano se nos muestra como ya acabado, elaborado y evaluado no se sabe bien por quién.

Aunque la pretensión de los libros de texto es la de condensar los saberes básicos que necesitan las personas de una determinada sociedad, sin embargo, desde el siglo XVIII esta clase de manuales son tildados de mediocridad, de ofrecer una materia insulsa y desfasado, y de ir muchos años con retraso en la actualización de sus contenidos.

La mayoría de las veces tales manuales escolares sólo tienen valor en la medida que almacenan la información que el alumnado precisa para poder aprobar una determinada asignatura. Conocimiento que poco tiene que ver con el que esas mismas personas usan en su vida cotidiana para comprender las situaciones en las que participan.

Es curioso cómo los libros de texto no son apreciados fuera de los canales estrictamente académicos, ya que no se encuentran en las bibliotecas, o sea, en las instituciones donde se almacenan las obras de documentación y divulgación cultural. Tampoco estudiantes y docentes los utilizan en su vida cotidiana como fuente de información fuera de las aulas.

Dentro de las instituciones escolares, los libros de texto representan y traducen, en teoría, la interpretación autorizada de los requisitos para considerarse una persona educada y, en general, la definición institucional de cultura; o sea, lo que por tales conceptos entienden los grupos sociales con capacidad de control e influencia en el Estado y/ o Comunidades Autónomas. Este recurso didáctico viene a ser uno de los principales instrumentos de intermediación y coordinación entre los discursos y prácticas ideológicas y políticas hegemónicas en una sociedad concreta, y las prácticas curriculares que tienen lugar en las instituciones escolares. Tratan de imponer las interpretaciones de lo que se consideran contenidos legítimos, de justificar una determinada visión de la sociedad, de su historia, de sus posibilidades y opciones. De ahí que en la redacción de los textos se trate de presentar toda la información como ya consensuada, con validez universal. Esto es lo que explica que se pueda constatar la existencia de libros que reproducen los mismos valores, concepciones y prejuicios que defienden los grupos sociales hegemónicos. Es obvio, por lo tanto, que existen libros de texto con sesgos sexistas, clasistas, racistas, urbanos, centralistas, militaristas y religiosos.

Henri Jules Jean Geoffroy

Henri Jules Jean Geoffroy – «The Children’s Class» (1889)

Otra peculiaridad de los libros de texto es que en ellos no se encuentran explicaciones de los porqués de las elecciones que realizan, de las interpretaciones que apoyan, de cuáles no aceptan y por qué, y de cuáles omiten. Tampoco atienden a los procesos de cómo se construye la ciencia. La presentan ya acabada y no es fácil adivinar cómo se obtiene ese conocimiento, quiénes tienen posibilidad de hacer ciencia, dónde, cómo, con qué problemas se suelen encontrar, etc. No se presta atención a los conflictos y condicionamientos en la elaboración de la ciencia, a no ser de manera un tanto anecdótico.

También las modas pedagógicas que gozan de una aceptación mayor están presentes en la política de edición de los libros de texto. Si en un momento los discursos de la globalización e interdisciplinariedad tienen mayor peso, las portadas y primeras páginas nos harán creer que estamos ante un manual globalizado o interdisciplinar, pero en el fondo sin entrar en la auténtica filosofía de tal metodología. Tales vocablos funcionan, la mayoría de las veces, como los eslóganes de la publicidad falsa, desvirtuando tales estrategias de enseñanza y aprendizaje hasta adecuarlas a los intereses comerciales de la empresa.

En realidad, un rasgo bastante general de la política de edición de libros de texto es que éstos contribuyen a reforzar políticas conservadoras e inmovilistas, ya que para grupos empresariales muy preocupados por la rentabilidad económica es arriesgado apoyar innovaciones pedagógicas con publicaciones que no se sabe si van a ser o no aceptadas por un número suficiente de profesores y profesoras.

Los libros de texto tratan también de delimitar y fijar el rol docente, sus tareas, los estímulos que necesita ofrecer al alumnado, la manera de evaluar, las actividades de refuerzo, etc.

No es raro escuchar a estudiantes y a familias comentar lo poco actualizada que está determinada información que en un momento se trabaja en las aulas, puesto que recuerdan algún documental de televisión que contradice con pruebas evidentes datos que se manejan en la institución escolar. Es obvio que en la medida que la institución escolar trate de informar sólo a través de libros de texto llevará las de perder. Éstos difícilmente podrán competir con la calidad y amenidad de los documentales que, por ejemplo, pueden realizar las grandes cadenas de televisión y centros de investigación. Por tanto, es preciso aprovecharse de estos recursos audiovisuales en las aulas, pero utilizándolos no de una manera pasiva, como cuando los contemplamos desde nuestros hogares, sino como una fuente más de información, que debemos contrastar y analizar críticamente.

También, son cada vez más los profesores y profesoras que tienen dismitificado este recurso y, cuando lo utilizan, lo hacen como uno más entre otros muchos. Hay docentes que se dedican a proponer y elaborar materiales curriculares alternativos, otros tratan de desenmascarar los contenidos que aparecen deformados en los libros de texto.

Sin embargo, conviene no dejar de analizar las consecuencias de esta modalidad de manuales, pues la presión de las empresas dedicadas a su elaboración, distribución y comercialización es, día a día, más importante, ya que es mucho dinero el que entra en juego, además de las posibilidades de influir en las visiones de la realidad que construyen las nuevas generaciones.

Los libros de texto son una gran fuente de riqueza en términos económicos. No olvidemos que, en el año 1992, este mercado movió alrededor de 80.000 millones de pesetas, que comparados con los de 1988, 22.000 millones de pesetas, supone un incremento de más de un 350 % (Gimeno, J. 1994; en prensa); cifra que deja claro el momento boyante de esta clase de materiales. Este crecimiento espectacular de venta de libros de texto se produce, además, a pesar de las tasas decrecientes de natalidad, que están originando una disminución en el número de estudiantes.

Es curioso notar cómo este gran incremento se produce a raíz precisamente de la entrada en vigor de la LOGSE. Una posible explicación de este fulminante crecimiento estaría en el desconcierto que esta ley está provocando entre el profesorado. La farragosidad de sus requisitos y lenguajes lleva a que éste opte por fiarse de quien le presenta un producto certificado y avalado por el Ministerio de Educación y Ciencia.

Es previsible pensar que si los centros de enseñanza contasen con una mayor variedad de materiales didácticos, el libro de texto iría perdiendo peso. Creo que ya comenzamos a tener datos que permiten afianzar la idea de que a medida que otros libros, vídeos, monografías, revistas, software educativo, etc., se abaratan y promocionan, el poder e interés por los libros de texto decrece. Al ser aquéllos más atractivos, es fácil prever que su uso se convierta en algo cotidiano en las aulas.

Bibliografía

Apple, M.W. (1989): Maestros y textos. Una economía política de las relaciones de clase y de sexo en educación. Barcelona: Paidós/MEC.

Gimeno, J. (1988): El currículum, una reflexión sobre la práctica. Madrid: Morata.

Martínez Bonafé, J. (1991): Proyectos curriculares y práctica docente. Sevilla: Díada.

Torres Santomé, J. (1994): El currículum oculto. Madrid: Morata, 4ª ed.

Torres Santomé, J. (1994): Globalización e interdisciplinariedad: el currículum integrado. Madrid: Morata.

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«Sobre los libros de texto. Algunas objeciones» – Jurjo Torres Santomé 
Cuadernos de Pedagogía. Nº. 235 (Abril, 1995) págs. 68 – 69

 

Charles Frederic Ulrich (1858-1908) - "Children in a Schoolroom"

Charles Frederic Ulrich (1858-1908) – «Children in a Schoolroom«

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